Una serie de imágenes: el dirigente radical Ernesto Sanz se pregunta en un zoom de Cambiemos: «¿Hasta cuándo resistirá la situación económica?». La exministra de Seguridad Patricia Bullrich, en otro zoom dice: “El país espera que podamos reemplazar al gobierno en 2021”. El tono de la frase denota más que fue un error que un mensaje mafioso. Quizás fue una expresión del deseo inconsciente.

Otra imagen: el senador del PRO Esteban Bullrich en una entrevista agita el fantasma de un supuesto fraude en las PASO del año pasado. Sería la primera vez en la historia de una democracia que la oposición le hace fraude al oficialismo, que tiene todos los resortes para controlar el comicio.  Una más: el presidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, convoca a una acordada de «emergencia». Hace todo lo que está a su alcance para colaborar con la estrategia de los tres jueces (Bruglia, Bertuzzi y Castelli) trasladados a dedo por Mauricio Macri violando el proceso constitucional. Los tres magistrados se resisten a la decisión de Consejo de la Magistratura y de los propios tribunales.   

Una lectura conspirativa pondría todos estos hechos como producto de un plan diseñado por un monje negro que redacta un guión escondido en algún  búnker secreto. Una lectura más cercana a la realidad sí muestra algo: la oposición al gobierno del Frente de Todos, la política y la mediática, actúa como quien encontró su gran oportunidad: la pandemia. Es una lectura descarnada, pero es la que surge al atar los cabos. Solamente un drama de dimensiones bíblicas, las pestes lo son, podía servir para tapar el fracaso del gobierno de Mauricio Macri en pocos meses. Esa etapa del país terminó hace menos de un año. Y por la pandemia ahora parece un punto lejano en el horizonte, algo que ocurrió hace mucho tiempo.

Hay una enorme ansiedad, por parte de Cambiemos y de los medios del establishment, por capitalizar políticamente los efectos de la pandemia, los sanitarios y los económicos y sociales. La meta, más que el derribo del gobierno, es debilitarlo en las próximas elecciones. Si el Frente de Todos perdiera la elección o ganara por un margen muy estrecho, el impacto sobre el gobierno nacional podría ser grave. Y no hay que descartar los efectos que eso tendría hacia dentro del peronismo, ahondando las fisuras que siempre existen en una coalición política.

La ansiedad por capitalizar la pandemia aceleró los tiempos. Los medios, en especial desde que se declaró servicio público Internet y la telefonía celular, pasaron a una ofensiva con la consigna: todo será usado en tu contra. Por eso en la misma página se dice que la crisis económica en Inglaterra es por la pandemia y en la Argentina por la cuarentena. Lo que sea necesario para culpar al presidente Alberto Fernández por la situación. En cualquier momento van a decir que fue el perro Dylan el que traspasó el coronavirus de los animales a los humanos. Y que de alguna manera viajó hasta China.

Hay un marco que le permite a la oposición creer que puede tener cierto éxito en su objetivo. Son las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. Permiten tratar de tapar el fracaso de Macri y responsabilizar de todo lo que ocurre al gobierno.

Los puntos débiles de la estrategia son dos. El primero: un sector muy amplio de la sociedad hace tiempo que ya no les cree a los medios tradicionales y entiende que esta crisis bíblica es mundial. El segundo: falta un año para las elecciones y todo indica que los tratamientos y vacunas para dejar atrás esta peste, que parece un castigo divino sobre el ser humano, llegarán antes de la contienda electoral.  Y que cuando lleguen las PASO la situación estará en franca mejoría. Eso explica la ansiedad que tienen por capitalizar políticamente la situación los que verdaderamente están enamorados de la pandemia. «