Desde la ventana del bar se puede ver el Obelisco. En una de las pocas mesas que están ocupadas, el hombre se acomoda el sombrero y pide un cortado con medialunas, como si fuera el más porteño de todos los porteños que alguna vez pisaron el lugar. “Viví dos años en la Argentina y puedo decir que conocí a Borges leyendo y caminando por las calles de Palermo”, cuenta nostálgico, como sacando chapa de argentino nativo por adopción a la literatura.

El hombre del sombrero es Indran Amirthanayagam, un prolífico poeta, traductor y ensayista de origen ceilandés, que escribe en cinco  idiomas y que comparte su inspiración artística con una peculiar carrera diplomática en el servicio exterior de Estados Unidos.

¿Cómo es eso de presentarse como poeta-diplomático?

-Es la síntesis de mi vida y de un modelo que tuvo en Pablo Neruda a su gran maestro. No es algo muy común pero a veces se encuentran algunos. La respuesta a su pregunta es parte de mi historia familiar, porque mi carrera diplomática es como una especie de continuación de la de mi padre, quien fue embajador en Londres antes de instalarse en Hawai. Recuerdo que también fue designado embajador en Pakistán, pero no pudo aceptarlo por su oposición política al Ceilán de aquel entonces.

¿Su vocación por la escritura también es un legado familiar?

-Bueno, mi padre era un apasionado por la literatura y un gran lector. Yo empecé a escribir poemas a los 14 años cuando ya vivíamos en Honolulu. Era un chico tímido y me enfrentaba a los dilemas de cualquier adolescente, preguntándome en todo momento qué hacer con las chicas. Creo que en la poesía encontré un refugio y una salvación, una forma de resolver ciertos dilemas, escribiendo y construyendo música lingüística.

¿Música lingüística?

-Para mí la poesía es esencialmente una forma de música porque, a través de las palabras y rimas, da placer al oído. En su poema “Texas”, Borges dice (empieza a recitar) “Aquí también esa desconocida y ansiosa y breve cosa que es la vida”. Hay palabras que son música, son más líricas que otras. En un poema no da lo mismo cualquier cosa. ¿Alguien imagina el uso de la palabra burocracia para crear una música placentera?

¿Cómo definiría su poesía? ¿A qué le escribe?

-Escribo sobre la poesía de la migración, sobre este movimiento constante de un lugar a otro que no es solamente geográfico sino también lingüístico. He cruzado muchas fronteras físicas, mentales, psicológicas y lingüísticas. Escribí y publiqué mis poemas en francés, español, criollo haitiano, portugués e inglés. Si bien tengo catorce libros editados, lo importante es mi permanente exploración y deseos por cruzar fronteras para, sobre todo, eliminarlas. En ese sentido estoy contra todos los muros, puede parecer utópico pero filosóficamente me gustaría andar de país en país sin necesidad de pasar por un control. Creo que no hay límites a la imaginación.

¿Considera que en este aspecto la poesía puede ser revolucionaria?

-No sé si es revolucionaria, pero sí que libera al ser humano. Si la palabra revolución se refiere a una limpieza del fondo, a una especie resucitación del ser humano, la respuesta es sí. Pero cuidado, porque no tiene nada que ver con el sentido que se suele dar a la palabra revolución como cambio social.

Bueno, usted mismo admite que la poesía fue su salvación.

-La poesía me ha salvado, leyendo y escribiendo, de tristezas muy profundas. Una de ellas fue cuando mi padre falleció. Mientras viajaba hacia Washington me puse a escribir un poema que luego leí en el funeral. Y eso me ayudó muchísimo. Porque la poesía despierta endorfinas en el cuerpo, literalmente. Así como caminar es bueno para bajar de peso y hacer ejercicio, la poesía es como un deporte espiritual. Argentina tiene veranos y primaveras largas por lo que es un buen lugar para practicar deportes. La Argentina es un buen país para practicar el deporte de la poesía.

Y para joder, como escribió en su poema “Joder en América”.

-Es verdad, escribí que a los argentinos les gusta joder pero fue una broma. Ocurre que para mí, joder es un verbo argentino. Lo aprendí acá, cuando estuve trabajando como diplomático. Si hay algo que descubrí y me gustó de los argentinos es esa costumbre de abrazarse y besarse en todo momento. Son muy italianos. «

El poeta del limón

Indran Amirthanayagam nació en 1960 en Ceilán, cuando todavía no era Sri Lanka. Editó los poemarios The Elephants of Reckoning (ganador del Premio Paterson 1994), Hanging Loose Press (1993), El infierno de los pájaros (2001), Ceylon R.I.P. (2001), El hombre que recoge nidos (2005) y The splintered face: tsunami poems (2008).
Publicó en inglés Coconotus on Mars, obra que se presentará por primera vez en la India y es autor del libro objeto bilingue Pablo9Plus, sobre la historia del futbolista peruano.
Sus poemas fueron incluidos en diversas antologías y sus traducciones del poeta mexicano Manuel Ulacia, en la recopilación Reversible Monuments: Contemporary Mexican Poetry (2002). Escribe en cinco idiomas y fue uno de los traductores de la vasta obra Cien Grandes Poemas de la India.
Su poema “Tentación” alcanzó una sorprendente difusión en México: “Estoy fresco como una limonada, me visto en ropa casi del aire”, describe entre rimas. Vaya uno a saber por qué, la frase hizo que lo bautizaran “el poeta del limón”. Su sitio web es www.indranmx.com.