Esta semana llegó a los cines El sacrificio de Nehuén Puyelli, una nueva realización de José Celestino Campusano, que en los últimos años filma cada vez más seguido. La película narra una historia real y está hecha fuera de la provincia de Buenos Aires, de donde es originario y donde transcurrió la mayoría de sus producciones.

“En realidad el proceso es siempre el mismo: a partir de un referente de una comunidad, llegás a tener contacto con todo el colectivo y desde ahí van surgiendo las escenas”, define el realizador sobre la historia de un mapuche que es acusado de abuso por una familia rica y en la cárcel establece un vínculo particular con uno de los principales presos.

Llama la atención que se refiera a escenas y no a la historia de este hecho que sucedió en la zona de Esquel y El Bolsón. Y refuerza el concepto: “Si bien las injusticias de este tipo se producen en otras zonas del país, en Salta y Formosa con los wichis (los esquemas de maltrato son bastante circulares), creo que son los matices los que hacen única a una historia. Y lo que percibí acá son pequeños detalles en la relación entre el preso y el mapuche”.

A Campusano le gusta la narración cruda, directa, cuanto más cercana a lo que se llama «realismo», mejor. «La premisa siempre es dejar el mejor legado», dice, y por eso considera que hay que recurrir a no actores para caracterizar a sus personajes. “Buscamos respetar lo heterogéneo de la vida, en contra de cierto tipo de cine donde parece que los actores hubieran ido a la misma escuela y que alguien les hubiera impuesto una sola y única nota actoral. Las diferentes formas de expresión son más que bienvenidas en nuestro cine. No sería lo mismo en absoluto si hubiera un método actoral atrás; yo no me lo creería.”

Campusano habla en primera persona del plural porque considera que él forma parte «de todo un proceso» guiado por la búsqueda del «descubrimiento permanente». Por eso considera esencial la transparencia con respecto a qué se busca y qué hay que hacer en cada escena: “No hacerlo sería traición”, dice terminante. “Incluir a la propia comunidad sobre la que se cuenta algo –completa–, que tiene ciertas vivencias del cuerpo, creo que es clave. Lo mismo que la falta de tiempos muertos: escapamos a ese código de escenificación, que para mí está bastante gastado. Todos los planos tienen información, todo está por algo; nuestras películas son muy narrativas. Y nuestro montaje se ajusta a eso, a que la dinámica de la información no se agote.” «