Medios, Iglesia y ceguera, una exposición compuesta por obras de León Ferrari podrá verse a partir del 20 de este mes en la redacción de Tiempo Argentino. La Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA) eligió el lugar con un criterio preciso. Si algo caracteriza a la obra de Ferrari es el hecho de estar siempre en construcción, de poder ser reformulada y resignificada de manera constante. El ámbito en que se la observa no es neutral ni ajeno a la obra misma. Por eso, un espacio no tradicional de exposición como es una redacción es más que un lugar donde alojarla. Es también un hábitat propicio para releerla desde el presente político y social en el que también está inscripto el pasado, de ponerla en el frente de combate que es la palabra periodística. De hacerla dialogar con el trabajo cotidiano de quienes dan cuenta de la realidad del país y de mantener la memoria de los crímenes del poder que tantos medios enmascararon o atestiguaron de manera falaz, igual que lo hacen hoy para defender intereses políticos y económicos. 

No es la primera vez que FALFAA, encabezada por las nietas de Ferrari Paloma y Julieta realiza proyectos junto a Tiempo Argentino. Compartió, por ejemplo, el festejo del primer año de vida año como diario cooperativo, el 26 de abril de 2017 y muchas otras ocasiones en que celebramos el hecho de ser «dueños de nuestras palabras». El acercamiento no es casual: como medio periodístico nos reinventamos todos los días. «Incluso cuando la censura rompía sus obras –dice Paloma-, él consideraba que eso era parte de la obra misma, que contribuía a mantenerla viva, lo mismo que sucede con el diario de ustedes. La obra se completa cuando es percibida por el otro.» Es también Paloma la que postula convertir el sustantivo obra, que da la sensación de algo terminado y cerrado de manera definitiva, en el verbo obrar, que propone el continuo movimiento, la constante transformación de las piezas que concibió su abuelo. «Nos acercamos a Tiempo Argentino –dijo Paloma en ese festejo- porque el diario se vuelve el medio de una obra en movimiento aunque mi abuelo no esté vivo. Además, León ha trabajado mucho con periódicos.Siempre estamos buscando nuevos lugares donde mostrarla. Lo más loco sería hacerlo en el Vaticano.» Tanto Paloma como Julieta afirman que reciben numerosas invitaciones de museos para exponer la obra de Ferrari, pero ellas no lo consideran el mejor ámbito porque significaría ponerla en un marco como algo aislado del resto de la realidad que es precisamente lo que no quieren. 

Ferrari no se postuló nunca como un provocador, sencillamente dijo lo que sentía que tenía que decir a través del lenguaje plástico. «Ignoro el valor formal de esas piezas –afirmó alguna vez el artista refiriéndose a su obra-. Lo único que le pido al arte es que me ayude a decir lo que pienso con la mayor claridad posible, a inventar los signos plásticos y críticos que me permitan con la mayor eficiencia condenar la barbarie de Occidente; es posible que alguien me demuestre que esto no es arte: no tendría ningún problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle de nombre; tacharía arte y la llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa.»

Sus palabras son rigurosamente ciertas, ya que llevó su espíritu insurgente más allá de lo que convencionalmente se llama obra artística. Con el mismo gesto rebelde fundó el Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles en Formación (CIHABAPAI) y le escribió cartas al Papa pidiéndole la anulación, la demolición definitiva del Infierno donde se imparten torturas contrarias al respeto por los Derechos Humanos. «La existencia del Paraíso –decía una de las misivas dirigidas a Juan Pablo II- no justifica la del Infierno: la bondad de los pocos salvados no les permitirá ser felices sabiendo eternamente que novias o hermanas o madres o amigos y también desconocidos y enemigos (prójimo que Jesús nos ordena amar y perdonar) sufren en tierras de Satanás. Le solicitamos entonces volver al Pentateuco y tramitar la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad. Lo saludamos atentamente.» Abajo seguían una enorme cantidad de firmas de artistas e intelectuales. Esta actitud puede ser considerada como una ampliación del concepto de obra y la postulación de la propia vida como construcción artística. Si su producción sigue resultando revulsiva y conmovedora es porque no la separó de su propia vida, sino que ambas se alimentaron mutuamente. 

Quizá por eso, en 2004-2005, la censura a la exposición retrospectiva de su trabajo en el Centro Cultural Recoleta fue tan feroz. Las alternativas de esa verdadera batalla campal que desató fue recogida por Andrea Giunta en El caso Ferrari. Según las propias palabras de la compiladora, esa exposición dio lugar a «uno de los mayores debates producidos en la historia del arte argentino, generado por la obra de uno de sus más extraordinarios artistas.»

En ese libro hay testimonios de diversas figuras de la cultura. «Ayer concurrí a ver la muestra de Ferrari –recuerda Tato Pavlovsky en una nota periodística incluida en ese libro. No quería opinar antes de poder verla. Tenía temor a lo ideológico como apoyo sin cuerpo. En otras palabras –a mi edad- el arte me conmociona, me involucra o me deja distante sin cuerpo afectado. Había presenciado una muestra de León en el C.C. de la Cooperación el año pasado pero necesitaba ver con mis propios ojos ésta. Me conmocionó. Pensé en la estética del horror. Es un alarde a la imaginación creadora. A la libertad creativa como arma revolucionaria. Pero no de mensaje. Sino de convulsionarse por la visión de lo transgresivo hecho belleza. De la impostura hecha belleza. De la función crítica del intelectual. Es un arte monstruosamente visceral e intensamente inteligente. Sabio. ¡Qué bueno es tenerlo entre nosotros! A sus 84 años nos da una lección de ética transgresora. Porque uno de los mayores méritos de este joven artista –siempre joven- es sostener la transgresión dentro de su coherencia. (…) Estoy seguro de que Mujica, Angelelli o Camilo Torres hubieran apoyado esta muestra.»

En esta nueva acción conjunta entre FALFAA y Tiempo Argentino nos acompañan calificados admiradores y estudiosos de la obra de Ferrari. La investigadora y especialista en arte Andrea Wain y el director del Museo Nacional de Bellas Artes Andrés Duprat se referirán a él y a su producción el día de la inauguración que será este martes 20 a las 19 en La libre. Arte y Libros, Bolívar 438, que generosamente cedió su espacio para inaugurar Medios, Iglesia y ceguera. Los participantes de este encuentro podrán trasladarse luego a la redacción de Tiempo, ubicada muy cerquita, en México 437. La muestra podrá visitarse de martes a jueves de 14 a 19 en la redacción, el lugar de trabajo del diario que orgullosamente llevamos adelante sus trabajadores en una gestión cooperativa. Guillermo Saccomanno, una de las muchas destacadas figuras que firmaron la carta que se menciona más arriba y que dialogó con Ferrari cuando éste viajaba a Villa Gesell, lugar de residencia del escritor, también quiso estar presente en esta movida y no pudiendo asistir personalmente lo hace a través de un texto que publicó en Página 12 en los días posteriores a su muerte. En él dice que Ferrari fue «un artista único, irreverente, cáustico y juguetón», y recuerda que «la última dictadura le desapareció un hijo. Lejos de quebrarlo –afirma-, esa ausencia y el exilio fueron acentuando el carácter denunciante y solidario de su obra, tan vasta como implacable contra el poder y la Iglesia.»

Muchas de las piezas expuestas en Tiempo Argentino tienen que ver con los medios de comunicación aliados de la dictadura y de la Iglesia en los años de plomo de la Argentina, hoy voceros de las corporaciones. En este ámbito la producción de Ferrari vuelve a interpelar al poder de turno con renovada potencia.  «