El estreno de la quinta temporada de la serie que empezó como una de esas habituales apuestas creativas de la BBC (siempre más resignadas a la pena que a la gloria) se convirtió en la más esperada del segundo semestre de 2019. Las razones son varias, como siempre, pero hay unas que pueden considerarse troncales: la primera, la testaruda apuesta de la BBC, que amparada en las leyes que le dieron vida y razón de ser, constantemente lanza al aire y en su plataforma productos a los que ni la más osada de las producciones independientes se animarían. Segundo, el “olfato” de Netflix para sumarla a su oferta streaming (aunque por cómo se habló en cada temporada de la serie antes que de olfato habría que decir voluntad hegemónica). Por último, la baja o estandarización en la calidad de las series a nivel mundial, que precisamente por la política de Netflix ha llevado a que el promedio mundial serial haga que el consumidor promedio al ver una, si bien no ve todas, sí ve la mayoría. 

A partir de ahí, la notable Peaky Blinders (apenas 30 episodios en sus cuatro primeras temporadas, lo que habla de su voluntad de economía narrativa, o al menos de no “alargar” el relato) se ha convertido en un fenómeno mundial que llevó a la BBC a sacarla de un canal de “promoción”, como la BBC Two, para ascenderla a la BBC One.

2019 verá cómo Tommy Shelby, el líder del clan de los “fucking Peaky Blinders” deja un poco de lado los negocios no del todo claros de la familia para dedicarse a la política. Sí, como buen ciudadano de la industrial Birmingham ve que el avance del comunismo que provoca la crisis capitalista de 1929 es un peligro casi mortal para sus negocios. Así que, ante nuevos competidores que amenazan sacarle parte de su negocio, se ofrece como servidor del mismísimo Winston Churchill. Pocos tan anticomunistas como el gran político inglés. Pocos tan dispuesto a las alianzas más estrambóticas y condenables moralmente (la que haría con Stalin terminaría de despejar toda duda).  Al parecer uno de los primeros en darse cuenta de esa características fue Tommy Shelby, y le hizo una oferta que el robusto primer ministro inglés no pudo rechazar: él se encargaría de los comunistas en Birmingham y a cambio de que Churchill le quitaría la competencia de encima. El acuerdo consagra la candidatura de  Shelby a legislador.

El ascenso de un ganster a político no era novedoso en el nuevo orden mundial que había configurado el capitalismo (Estados Unidos ya daba fe de eso), aunque sí para la tradicional política inglesa, que había hecho de su monarquía constitucional el régimen político democrático más estable de todo Occidente. De esa transición de los sucios negocios a la política institucional versará la quinta temporada de la serie. Habrá nuevos personajes: Sam Claflin (Los juegos del hambre) como Oswald Mosley, un carismático político, y Brian Gleeson (El hilo invisible), Cosmo Jarvis (Lady Macbeth) y Daryl McCormack (A Very English Scandal). También se corren rumores de cameos de David Beckham y Jason Statham. E incursiones al otro lado del Atlántico y contacto con sus mafias pero no la presencia de Al Capone.

Mientras, sus originarios seguidores desde 2013 y los que se fueron sumando en el camino, esperan que la serie les siga mostrando cómo, lo que hasta 1914 se creía era un humano, la Primera Guerra Mundial transformó en un ser bastante más cruel, despiadado y cínico.