En marzo pasado, en una entrevista exclusiva para TN realizada en la Quinta de Olivos, el presidente Mauricio Macri aseguró que la Argentina iba a «empezar a crecer otra vez en el segundo semestre de 2016». Los pilares del gobierno eran el acuerdo con los fondos buitre y la devaluación del peso. Los resultados, sin embargo, distan mucho de ese pronóstico.

Pocos meses después, en mayo, cuando anunciaba el veto a la ley antidespidos en las instalaciones de Cresta Roja, Macri aseguró que «dentro de un año vamos a recoger los frutos del camino que empezamos a recorrer». Así, el presidente anunció el adiós a la recuperación económica en lo que queda del año y, de hecho, puso en duda que esta llegue el año próximo.

Para Fausto Spotorno, director de la consultora Orlando Ferreres y Asociados, «el gobierno nacional fue demasiado optimista en sus pronósticos. Pensaron que iban a frenar la inflación general aun subiendo las tarifas. Creo que la política es la adecuada pero hay que esperar un poco más», dijo.
Es que la recuperación económica ha sufrido un golpe fuerte. Ni la salida del cepo cambiario, con la devaluación del 60% de la moneda nacional, ni el acuerdo con los fondos buitre ni la quita de retenciones al agro y de los subsidios a las energéticas derivaron en un salto de las inversiones o un mejoramiento de la oferta. En su revés, estas medidas tuvieron un fuerte impacto inflacionario y recesivo.

La postergación de la recuperación económica este año cuenta con pronóstico unánime entre los economistas consultados por Tiempo que revisten en las más diversas corrientes ideológicas. Ramiro Castiñeira, de Econométrica, aseguró que «el gobierno hizo mucho. No se le pueden pedir los tiempos del populismo. El problema es que se autoexigió. A veces los tiempos de la economía no son los que necesita la política», reflexionó.

Para Marcelo Ramal, economista y legislador del Partido Obrero, el gobierno falló por «la caracterización de que la economía argentina atraviesa desajustes menores o transitorios, que serían corregidos por el ‘reacomodamiento de precios’ (una expresión acuñada por Boudou)». El alcance de la crisis argentina, continuó, «es bien mayor, y está dictado por dos cuestiones, la crisis capitalista internacional, en particular en Brasil, y la propia bancarrota nacional, que es el resultado de una década de aplicar los recursos del Estado al pago de una deuda usuraria y al rescate de los privatizadores».

Según Fausto Spotorno, director de la consultora Orlando Ferreres y Asociados, economista vinculado al kirchnerismo y a la agrupación La Gran Makro, «la metáfora del ‘segundo semestre’ fue una excusa para ganar tiempo y aplicar el ajuste». El objetivo sería «pasar de un modelo de crecimiento basado en el mercado interno a uno con eje en la tasa de ganancia a costa del empleo».

Ramal, sin embargo, aseguró que «el macrismo no hizo más que reeditar, en buena medida, las tentativas del dúo Kicillof-Vanoli, que ya había megadevaluado en 2014 y apelado al engrosamiento de la deuda del Banco Central para contener la expansión monetaria».
La unanimidad del pronóstico sobre una ausencia de crecimiento este año se sustenta en los números de la economía. Durante la semana que pasó se conoció el primer dato oficial de inflación de 2016: un 4,2% en mayo que anualizado superaría el 40%, tal como señalan las perspectivas de las consultoras privadas. La inflación alta atenta contra la capcidad de ahorro, consumo e inversión del conjunto de la economía.
En abril, además, se produjo una retracción industrial del 6,7%, según datos del INDEC, redondeando un descenso del 2,4% en el primer cuatrimestre de este año respecto de 2015.

Por su parte, las reservas del BCRA se mantienen en 31 mil millones de dólares cuando hace un año se ubicaban en 33.890 millones. Las exportaciones, a pesar de la devaluación, se redujeron en forma interanual un 8% en abril aunque las importaciones lo hicieron en un 11 por ciento.
En el terreno fiscal, la recaudación se incrementó en moneda corriente un 23,3%, que no llega siquiera al 24% que se incrementó el gasto primario en apenas cuatro meses, mucho menos a paliar el impacto inflacionario.

Además, las proyecciones del gobierno presentan un déficit anual de 360 mil millones de pesos, que equivalen a un 4,8% del PBI proyectado.
Y en materia de consumo, la baja del 6,6% en abril, remarcado por CAME, pone de relieve la dificultad de levantar uno de los motores de la economía, que se basa en el nivel de los ingresos de los asalariados.

A pesar de esos datos, Spotorno, señaló que «la recuperación de la actividad se va a ver en el último trimestre con la excepción de industria que está muy influenciada por Brasil. El crecimiento del empleo se va a verificar recién en el segundo trimestre de 2017». Menos optimista pero en un mismo terreno ideológico, Castiñeira aseguró que «no sé cuánto va a durar la recesión. Es posible que salgamos cuando lo haga Brasil. Vamos a rebotar los dos juntos. Mientras tanto hay que ponerse el casco y aguantar», graficó.

Ramal, por su parte, aseguró que la recesión no es un «contratiempo: es un camino para la depuración de capitales sobrantes y, sobre todo, para golpear la capacidad colectiva de la clase obrera en defensa de su salario y condiciones laborales».
Para Robba, esa recuperación llegará en el mismo período, pero «va a ser un rebote con relación a lo malo de 2016, una recuperación de tipo estadística», aseguró. «