La crisis económica que invade la cotidianidad de millones de argentinos no deja espacio ni actividad sin llegar con sus consecuencias. Hasta no hace mucho tiempo atrás, la posibilidad que brindaba la industria del entretenimiento ofrecía instancias heterogéneas (en precios y variantes artísticas) para paliar la monotonía laboral acumulada luego de una dura semana de trabajo.

Así entonces, el mundo del teatro, la posibilidad de asistir a una sala cinematográfica para conocer historias locales o vivenciar el concierto de una banda o solista en pleno ascenso eran alternativas posibles de concretar a precios razonables para múltiples bolsillos argentinos. La retracción que invade desde hace casi un año los consumos culturales se volvió tan palpable que muchos protagonistas (desde actores, productores, músicos, directores cinematográficos, etcétera) hicieron visible su descontento por una situación que parece lejos de cambiar en el corto plazo.

Ante esta instancia el público hizo su apuesta y dejó de asistir a teatros y a estadios, algo que los protagonistas centrales de las industrias culturales conocen y sufren en carne propia. Queda claro entonces que disfrutar de una salida que nos lleve a ver a algún artista en vivo (sea del género o estilo que se quiera) representa un lujo cada vez menos posible de alcanzar. «Lo que pasa en todas las actividades del país es un poco lo mismo que pasa en el teatro. En nuestra actividad sólo se amplifica un poco más porque tenemos el micrófono abierto, y luego porque la cultura y el entretenimiento amplifican más que otras cosas. Para venir al teatro hay que tener capacidad de ahorro y eso en nuestro país se perdió notablemente. En el teatro en 2018 comienza a caer con respecto al año anterior pero 2019 es el peor de los últimos seis años para la actividad. Desde abril del año pasado con la corrida cambiaria se aceleró la caída del consumo de una manera brutal. La cartelera puede tener cuatro o cinco éxitos puntuales, algo que siempre existe, pero eso no es una norma. El teatro se comporta como el resto de la economía, se concentra en unos pocos que se llevan más del 60% del total y el resto es malaria generalizada. Si a eso le sumamos que en 2019 hasta ahora la cantidad de espectadores cayó un 11%, y tenés que el precio de las entradas sólo pudo subir un 28% cuando tenés un 55% de inflación interanual, eso hace que tengas un escenario de caída superior al 30%, sin mejoras al corto plazo», sostiene Sebastián Blutrach, presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET).

En el terreno del cine la situación no es menos acuciante. Las actuales autoridades del Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales son cuestionadas desde múltiples sectores del mundo audiovisual por sus políticas regresivas para con el sector. Sucesivas marchas y manifestaciones de todo tipo son moneda corriente frente al Cine Gaumont (casi el único espacio que exhibe con periodicidad películas de cine nacional) o en el Incaa para expresar un descontento del que los directivos de esta institución no parecen tomar nota al respecto. «La industria cinematográfica está atravesando un momento muy grave en la Argentina. Si bien en el mundo también, en nuestro país se da de manera particular porque se está incumpliendo la Ley de Cine. La inflación sigue avanzando día a día y el presupuesto del Incaa se alimenta de la taquilla con una entrada que está al triple de su valor de hace tres años. Es decir que ese presupuesto aumentó pero eso no llega a los realizadores. Esto significa que los valores de ayuda para hacer una película son los de años atrás, no se actualizan conforme a la inflación y eso significa que hacer películas en la Argentina sea cada vez más difícil. El presupuesto de una película nacional de costo medio, algo central de la Ley de Cine 17.741 vigente, está desactualizado a la mitad de su valor real. Y si a esto le sumamos que hace cinco años se presentaban mil proyectos por año para hacer películas y que ahora todo se redujo a menos de la mitad, el panorama es desolador», sostiene Julio Ludueña, responsable del área de Cultura de la Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), organismo que agrupa desde hace más de seis décadas a los realizadores locales.

El mundo de la música tampoco es la excepción en este contexto económico. La Unión de Músicos Independientes (UMI) presidida por Juan Ignacio Vázquez también denuncia condiciones cada vez más difíciles para la actividad de los profesionales del sector. «Para la industria de la música lo que se vive es una crisis. En lo referente a los músicos independientes existe una notable baja en la posibilidad económica de producir discos, pero también para poder vender entradas a los precios que se debería. Hay una parte de nuestra actividad que está dolarizada, por ejemplo fabricar discos. Si bien hoy en día la parte digital avanzó muchísimo, sigue siendo necesario generar discos físicos por temas de derechos, difusión. Las replicadoras de discos tienen costos en dólares, por ende cuando todo sube por el dólar, suben los precios. Esa producción de material decayó un 60% desde 2016 y todo indica que la caída se profundizará. Nosotros venimos desde hace unos años pidiendo por la implementación del artículo 65 de la Ley de Comunicación Audiovisual que establece un 30% de música nacional y la mitad de eso de música independiente. Eso es central porque da difusión y permite a la gente el acceso a la enorme cantidad de música que se produce en el país. Las bandas y solistas independientes no han dejado de producir con toda esta crisis pero todos los elementos que existían cuando estaba el Afsca en la fiscalización y cumplimiento del artículo 65 durante estos años se desarticuló».

En este contexto, queda claro que sobrevivir y al mismo tiempo encontrar una solución para estos sectores se torna algo primordial. Desde la DAC sostienen que «se debe cumplir la Ley de Cine que establece continuidad de las películas, cuotas de pantalla y los costos medios de hacer una película. Con esto cumplido se enciende la maquinaria del cine nacional nuevamente». Para el responsable de la UMI, «se vuelve vital la implementación del artículo 65 que permitiría sonar en radios y otros lugares, aunque lo económico también es importante ya que se vuelve vital para encarar cualquier proyecto artístico». Por parte del teatro, Blutrach destaca: «Lo que necesita el teatro es que la gente pueda ahorrar un mango para volver. Por suerte nosotros vivimos en un país con un público sumamente teatral; la gente ama al teatro y es una de las actividades favoritas de los argentinos. Lo que necesitamos es que la gente tenga plata en el bolsillo para poder venir, de manera que si hay una recuperación económica la gente va a volver al teatro.