Pavlos Fyssas tenía 34 años el 18 de septiembre de 2013. El domingo próximo se cumplirán siete de su asesinato. Era antifascista, rapero y se lo conocía como Killah P. Ese día estaba viendo un partido de fútbol en un bar de Atenas, cuando arremetieron violentamente unos cuantos militantes del partido neonazi Amanecer Dorado. Uno de ellos, Giorgos Roupakios, quien era el encargado del comedor de la sede partidaria, le asestó un puntazo a Fyssas, que lo mató. Se conmovió la sociedad griega, y también la de otros países. Arreciaron las protestas. Y tres años más tarde, se inició un largo juicio que duró un lustro. Esta semana el tribunal tomó una decisión histórica para el país y para todo el continente, muy celebrada por los movimientos antifascistas: la Justicia determinó que el partido neonazi tenía movimientos y estructuras similares a una organización criminal. El fallo es clave dado que el modus operandi de esta organización no difiere en esencia de la de sus similares de los países de la región.

En las investigaciones, el tribunal también evaluó otros dos casos relacionados con el asesinato en septiembre de 2012 de varios pescadores egipcios y el ataque en 2013 a un grupo de militantes del sindicato comunista PAME.

En el fallo, a la vez, condenaron no solo al autor del homicidio sino a la cúpula del partido y a una veintena de sus dirigentes más importantes. Por caso, Nikos Michaloliakos, habitualmente conocido como «el Führer», nada menos, y también a los exdiputados Yannis Lagós e Ilias Kasidiaris, quienes fueron declarados culpables por posesión de armas. En la causa se juzgó a 68 miembros de la formación.

Cuando ocurrieron los sucesos investigados, Amanecer Dorado venía de dar el salto en 2012, en plena crisis financiera y con Grecia a un paso de salirse del euro. Llegó a ser la tercera fuerza política del Parlamento griego, al tiempo que el economista Antonis Samarás (Nueva Democracia) lideraba un alianza de gobierno conservador que implosionó –en 2015 fue sucedido por Alexis Tsipras (líder de la Coalición de la Izquierda Radical-SYRIZA)– y retornó al poder hace poco más de un año con el primer ministro Kyriakos Mitsotakis.

Michaloliakos plantó las bases de su formación en 1980 con una revista «nacional-socialista» llamada Amanecer Dorado (Chryssi Avghi). De de su puño y de su mente se gestó el crecimiento de la ultraderecha griega en ese 2012, que llegó a concentrar el 7% de los votos y 21 diputados, aunque en las últimas elecciones de fin de 2019 quedó sin representación parlamentaria y con un solo eurodiputado.

No solo en Grecia tuvo un particular auge la ultraderecha en esta década, sino que  tuvo un alza en la consideración de los países europeos, y en algunos de ellos terminó por consolidarse en los últimos tiempos. Por ejemplo, Vox tuvo un generoso crecimiento en España. André Ventura finalmente consiguió un escaño con su partido Chega, en Portugal. El italiano Matteo Salvini es el líder de La Liga Norte integrante del Movimiento Cinco Estrellas. Marine Le Pen, que lleva un apellido asociado por largos años con la ultraderecha francesa, fue considerada como la mujer más influyente en su país en 2019. La Alternativa por Alemania consiguió que la ultraderecha volviera a un mapa político que hasta hace muy poco consideraba tabú todo lo que se asemejara a esa ideología. En Bélgica, existe el Vlaams Belang (Interés Flamenco) y el PartiPopulaire. En Holanda, el Partido por la Libertad, de Geert Wilders, fue superado por el Foro por la Democracia, de Thierry Baudet. En la República Checa se llama Libertad y Democracia Directa y aboga por salir de la UE. En Polonia, existe el Partido Ley y Justicia (PiS). La ultraderecha austriaca está representada por el Partido de la Libertad de Austria, mientras que Hungría tiene el Parlamento del continente más inclinado a la ultraderecha: el partido Fidesz, del líder Viktor Orbán, obtuvo el 49,2% de los votos en las últimas elecciones y se caracteriza por su perfil autoritario, por perseguir a los inmigrantes y por destituir a jueces indóciles. También están Los Demócratas de Suecia; el Dansk Folkeparti (Partido Popular Danés) y La Nueva Derecha, que se acusan mutuamente de ser demasiados blandos; el Conservador de Estonia; Orden y Justicia de Lituania; Alianza Nacional de Letonia; Imperium Europa de Malta; Patriotas Unidos búlgaros; Rumanía Unida y Gran Rumanía; el Frente Popular Nacional de Chipre, que nació como un partido gemelo del Amanecer Dorado griego.

Algunos no superan los pocos puntos del electorado y otros crecieron hasta marcar agenda. Como el Partido de los Verdaderos Finlandeses que este año obtuvo el 17,5%. Casi todos ponen como eje clave el odio a los inmigrantes: una de las consignas de Amanecer Dorado fue «Grecia está desapareciendo, hay millones de inmigrantes ilegales y entre ellos se encuentran criminales que asesinan ancianos en las aldeas». El grito de guerra del partido era «Sangre, honor, Amanecer Dorado».

Esta semana, en Atenas, Magda Fyssa, que había asistido a casi todas las sesiones del tribunal, levantó los brazos y gritó: “Pavlos lo hizo. Mi hijo lo hizo”. En la calle, 20 mil manifestantes del gobernante Nueva Democracia, el PC de Grecia y también de SYRIZA, fuera del tribunal, acompañaron la histórica sentencia. «