Cuando digo que soy de Tucumán me sale inmediatamente una sonrisa. Porque es esa tierra bonita llena de cerros, donde arrastramos las erres, donde inventamos palabras, donde nos encontramos todos los días en las calles porque la ciudad es chica. Pero hoy me pasa que la vergüenza, la tristeza pero sobre todo la indignación, no me permiten sonreír.

Este jueves, un grupo de legisladores 39 sobre 43 que decidieron declarar en un acto totalmente antidemocrático y autoritario que Tucumán es una provincia “pro vida”.

Presionados por cuestiones políticas en algunos casos y convencidos por cuestiones religiosas, los legisladores han optado por olvidarse de lo que pasa afuera, priorizando un par de votos para continuar una carrera política totalmente deshonesta. Porque es deshonesto cuando se vota en contra de lo que el pueblo necesita y hoy las mujeres necesitamos que exista una ley de interrupción voluntaria del embarazo. Necesitamos dejar de morirnos, necesitamos que las chicas tengan asegurado su futuro.

Así como jamás se preocuparon por implementar e instrumentar la educación sexual integral en la provincia, que es una de las ocho que no adhirió al protocolo por la interrupción legal del embarazo, hoy los legisladores fueron a levantar la mano para atentar contra el futuro. 

¿Qué significa ser pro vida? Es estar en contra de la libertad del cuerpo de las mujeres, es estar a favor de la muerte, es estar del lado de la clandestinidad, es estar atado a un pasado nefasto.

No sorprende que legisladores que vienen de partidos como Fuerza Republicana, cuyo líder y fundador fue el genocida y represor Antonio Domingo Bussi hayan votado esta iniciativa. Ellos, que llegaron al poder apoyados por la iglesia tucumana (la misma que estas últimas semanas sacó a relucir su artillería represiva y pro muerte), jamás estuvieron a favor de la vida.

Sí sorprende que miembros de los partidos radicales y justicialistas lo hagan. Se suponen partidos laicos y democráticos. Pero es una mentira. Hoy, después de haber sido votados como partidos laicos y democráticos, se convirtieron en cómplices de la muerte de las mujeres y en amigos de la clandestinidad. El problema es que quieren que todos los tucumanos lo seamos.

Los pañuelos verdes estuvieron prohibidos la mañana del jueves. Nadie con ese color pudo ingresar a la sesión, sólo se podía ingresar con pañuelo celeste. En un recinto democrático, no sólo no se permite la libertad de expresión, sino que también se la prohíbe.

La semana pasada durante las plenarias en el Senado de la Nación, representando a Tucumán, la abogada Soledad Deza dio una de las mejores exposiciones que se escucharon durante estas jornadas. La doctora toco ginecóloga Cecilia Ousset también aportó su mirada desde la medicina tuvo una intervención destacadísima durante esta misma jornada. Y los tucumanos estamos más cerca de ellas que de los legisladores.

Porque ya nos pasó padecer el autoritarismo de la dictadura militar. Porque ya fuimos obligados a tener en la entrada de nuestra provincia el cartel de “Cuna de la Independencia sepulcro de la subversión”. Hoy no queremos tener el cartel “Tucumán provincia pro vida», simplemente porque ser pro vida hoy significa estar a favor de la muerte.