En principio, puede no quedar  del todo claro hasta qué punto las posiciones de los dirigentes que formalmente conducen la UCR se inspiran en el ideario del partido de Hipólito Yrigoyen o son una puja por poder dentro Cambiemos. La política, casi siempre, es una mezcla de las dos cosas. 

Las declaraciones que días atrás pronunció del actual presidente partidario, el gobernador mendocino Alfredo Cornejo, en las que cuestionó el tarifazo, entre otras cosas, sonaron a un semáforo que pone la luz amarilla. Hasta ahora, la única voz radical crítica respecto del gobierno había sido la de Ricardo Alfonsín, que bajó al llano para impulsar que la UCR retome el ideario alfonsinista, lo que implicaría la ruptura con el PRO. 

Las declaraciones de Cornejo podrían ser leídas como un giro de otros radicales hacia las posturas del hijo del expresidente. Sin embargo, al mirar levemente por debajo del agua, lo que se ve es que el partido centenario comienza a calentar motores para una negociación que supone será muy difícil con el macrismo,  para el armado de las listas para las elecciones de 2019. 

Cornejo tiene, en todo esto, una ambición propia. No le queda reelección en Mendoza. La constitución provincial no lo permite. Por eso aspira a que el presidente Mauricio Macri lo elija como su vice. Hay un dato singular: también fue Cornejo quien impulsó que Julio Cobos fuera vice de Cristina Fernández en 2007, lo que muestra su extraordinaria elasticidad ideológica. 

La ambición del mandatario mendocino se conjuga bien con un conflicto que recorre al radicalismo en casi todas las provincias. 

Las elecciones del año pasado fueron buenas para Cambiemos, pero fueron mejores para el PRO. Es lo que se observa si se repasan los resultados que marcaron la sensación de ola amarilla que dejaron los comicios legislativos. 

En la provincia de Buenos Aires, resultado que explica la mitad de los votos que obtuvo el oficialismo en 2017, la lista la encabezaba el exministro de Educación Esteban Bullrich, que se instaló como candidato de María Eugenia Vidal. En Capital, el PRO tuvo que compartir la hegemonía, pero no fue justamente con la UCR, a la que logró dividir. La negociación en el bastión macrista fue con Elisa Carrió. En Córdoba, Cambiemos derrotó al peronismo por casi 10 puntos. La figura central fue bien PRO, el árbitro Héctor «la Coneja» Baldassi. Lo mismo puede decirse sobre La Pampa. Allí hubo PASO en la alianza oficialista y el joven Martín Maquieyra (PRO)  derrotó a los radicales. Luego estuvo a milésimas de ganarle al peronismo en la elección general. 

De las provincias con volumen electoral en las que ganó el oficialismo, los radicales encabezaron en Santa Fe, con Albor Cantard, y en Mendoza, donde la hegemonía del partido centenario es histórica. Los boinas blancas lideraron también las nóminas en Chaco, La Rioja, Corrientes y Entre Ríos, por ejemplo. 

Estos resultados inclinaron la balanza a favor del macrismo dentro de la alianza gobernante. El PRO apareció como triunfador en los distritos donde más votantes hay. Con los recursos del Estado Nacional, el macrismo suele amenazar veladamente con armarles listas en las primarias a los radicales en las provincias en las que los boinas blancas tienen chances de ganar. 

Esta puja es la que está en el trasfondo de las declaraciones de Cornejo que movieron el avispero del oficialismo. 

No se pueden dejar afuera otros dos elementos. Uno es que el tarifazo tiene un efecto muy negativo en las provincias y distritos que gobiernan los radicales, donde se ven obligados a atajar las quejas de los habitantes de sus distritos y a tomar distancia del ministro Juan José Aranguren. Otro dato son los sectores del macrismo, entre ellos el presidente de la Cámara Baja, Emilio Monzó, que parten de la base de que para garantizar una reelección en 2019 es necesario que la coalición gobernante incorpore una «pata peronista». Quienes defienden esta estrategia sostienen que ese movimiento garantizaría la fractura del justicialismo y apuntalaría más la posibilidad de que Macri triunfe en primera vuelta si logra superar el 40% de los votos. 

Esta idea produce fricciones con el radicalismo que ve en el peronismo a su principal adversario en muchos distritos. «