A 75 años de su legendario origen, el peronismo, que históricamente corporizó en las calles sus momentos más dramáticos, celebró este 17 de Octubre con un acto central en la CGT, con más de 2 millones de asistentes en modo virtual, mientras las calles eran ocupadas por los sindicatos más combativos, movimientos sociales y otras agrupaciones políticas y gremiales, además de la muchedumbre de manifestantes independientes que participaron de la interminable caravana de vehículos para expresar su apoyo a Alberto Fernández y al gobierno del Frente de Todos.

La enigmática ausencia de Cristina Fernández de Kirchner en el salón Felipe Vallese de la CGT fue lamentada por una multitud que esperó verla hasta último momento. Pese a las exhortaciones del presidente para que no haya manifestaciones que pudieran violar la normativa sanitaria, pudieron más la ira por las odiosas protestas de la derecha, comentadas por la prensa de negocios como si fueran insurrecciones, y la impotencia causada por la desmovilización que impuso la pandemia.

El mandato peronista unánime fue mantener y mostrar la unidad del Frente de Todos, una cualidad vital frente a la ofensiva económica y política de la derecha. Sin embargo, en el ánimo del grupo organizador de las caravanas –conformado inicialmente por el Frente Sindical para el Modelo Nacional, que encabeza Hugo Moyano y agrupa a medio centenar de gremios distanciados de la cúpula de la CGT– también influyeron otras querellas, como la poca o ninguna resistencia de los Gordos de la CGT a la devastadora ofensiva que Mauricio y su pandilla lanzaron sobre la clase obrera.

Un hecho de mucha significación ocurrió el 7 marzo de 2017, cuando arreciaban los despidos y suspensiones. La CGT había convocado a un acto frente al Ministerio de Producción, lugar elegido a propósito por el triunvirato formado por Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid, que querían emitir una señal que calmara la disconformidad de los trabajadores pero que no disgustara al gobierno de Cambiemos. La impresionante multitud de trabajadores que ese día esperaba el anuncio de un paro que nunca llegó interrumpió el discurso de Daer con un grito inolvidable: “Ponele fecha, la puta que te parió”.

La formación del Frente de Todos unificó al peronismo, incluyendo a la burocracia de la CGT, entre otras cosas porque sus principales dirigentes adherían al Frente Renovador. Los derroteros posteriores siguieron la evolución política del país pero sindicalistas mantuvieron, en lo fundamental, sus identificaciones políticas y sus conveniencias burocráticas. Una continuidad evidente, en estos días, en la connivencia de la cúpula de la CGT con el empresariado nucleado en la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la complicidad de los grandes gremios de la industria en la reducción de salarios, despidos y suspensiones.

El gremialismo burocrático comparte con las patronales la disputa por cómo se repartirán los costos de la reconstrucción económica y social. Basta echar un vistazo al documento que firmaron con AEA en su momento, apenas menos explícito que el que acaba de difundir IDEA, con la tradicional monserga de ajuste en el Estado, rebaja de impuestos y permiso para despedir y rebajar salarios.

No hay muchos puntos en común entre estos programas y otros que hoy están en debate, como el plan de «Desarrollo Humano Integral» elaborado por el Movimiento de Trabajadores Excluidos de Juan Grabois, que prevé la creación de unos 4 millones de puestos de trabajo en la Economía Popular y 170 mil empleos registrados regulados por convenio colectivo, con una inversión inicial de $ 750 mil millones anuales, que contempla los recursos públicos volcados hoy a políticas sociales que se reconvertiría en fuentes de empleo.

En estas aguas encrespadas navega el Frente de Todos y su timonel, Alberto Fernández. Como siempre, no hay conflicto de poder que no sea reducible mediante el complejo arte de la política. O de la guerra, diría Von Clausewitz. «