Una señal de alerta en el horizonte. A pesar de la derrota electoral que padeció hace menos de un año, el análisis riguroso muestra que la derecha, el bloque de poder que se opone al gobierno del Frente de Todos, mantiene un alto nivel de cohesión. No se repite la situación de los primeros ocho años del ciclo que inicio Néstor Kirchner y siguió CFK, en el que la catástrofe del 2001 había dejado totalmente fracturado al universo político antiperonista. Hubo elecciones como las de 2007, cuando Cristina logró el 46% y le sacó una distancia de 20 puntos al segundo por el nivel de dispersión que había en la oposición.

Ahora la derecha se mantiene unificada. Hay chispazos y frases altisonantes, como cuando Emilio Monzó dice que el gobierno al que perteneció era “un rejunte”. Pero a la hora de votar en el Congreso se alinean. No hay elementos para pensar que esa unidad no se mantendrá para las elecciones del próximo año, que es el momento que realmente importa. El resto es ruido para la tribuna.

Cuando el peronismo perdió en 2015 el jarrón se fracturó rápido y en varios pedazos. La reunificación comenzó después de una nueva derrota, en 2017, cuando se confirmó que nadie podía solo, ni siquiera Cristina. Cambiemos fue derrotado y sin embargo se mantiene alineado, al igual que los medios tradicionales con los que el gobierno quiso lograr un acuerdo de paz bien intencionado pero que venía de un solo lado.

Hay dirigentes en el bloque opositor que sostienen que el liderazgo de la rama política lo sigue teniendo Macri. Que Horacio Rodríguez Larreta padece una sumisión psicológica, como quien no puede sostenerle la mirada a un padre severo. Es una hipótesis extraña porque el expresidente es uno de los dirigentes de la política argentina que peor está. Y la conducción política siempre se sostiene sobre alguna base.

Macri vive con la paranoia del que se dedicó a perseguir y encarcelar. Ahora cree que vienen por él. Está encerrado en su quinta de Los Abrojos quizás imaginando que CFK le toca la puerta con un frasco de jarabe y una cuchara para decirle: “Es hora de que pruebes un poco de tu propia medicina”. Ese clima paranoide favorece la unidad opositora porque para Macri va a ser más importante tratar de ganar que ser candidato.

El contexto obliga al gobierno a continuar  el camino que inició las últimas semanas: impulso a la Reforma Judicial, declaración de servicio público de los celulares e Internet, aporte por única vez de las grandes fortunas. Se dio vuelta la página en la que lo único importante era mantener el buen clima para enfrentar la pandemia. Eso fue un acierto y mostró resultados. Pero el tiempo pasa y la vida sigue. Alberto Fernández está parado sobre el 48% de los votos. No se trata de gobernar en contra del resto. Pero ya se terminó la luna de miel. Queda aglutinar a quienes respaldaron el cambio en octubre de 2019. Y desde ahí empezar a ampliar el círculo. Ya no será el romance en el crucero del amor con champagne al borde de la piscina. Es más parecido a remar en un río con corrientes que muchas veces empujan hacia la otra orilla. «