Si Lady Gaga acapara la atención de los jóvenes que resisten al mal tiempo de este viernes para saludarla en ocasión de su debut como protagonista en “A Star Is Born”, proyectado fuera de concurso en el 75o. Festival de Venecia, los cinéfilos que consideran a la Mostra como el templo del cine de autor, proclaman como favoritos a los hermanos Joel y Ethan Coen que presentan “The Ballad of Buster Scruggs” su nuevo film concebido para la plataforma Netflix.

Los acompañaban en la tercera jornada del festival una espléndida comedia francesa de Olivier Assayas, “Doubles ves (Non-Fiction) sobre viejas tradiciones y nuevas tecnologías en la comunicación de masas, y la resurrección del último film de Orson Welles, “The Other Side of the Wind” rodado hace 50 años y que ve por primera vez la luz de la mano de Netflix que ha financiado la recuperación y un montaje hipotético que reduce las 100 horas de material filmado a unos modestos cuanto deshilvanados 122 minutos.

“La balada de Buster Scruggs” es el título del primero de los seis episodios del film ambientados en los espacios abiertos e incontaminados de Arizona, New México y Nebraska y que pasan revista a todos los lugares comunes del western pero tratándolos con esa originalidad con la que los hermanos suelen aderezar sus mejores películas.

Así desfilan el cowboy de blanco vestido de la pistola imbatible hasta que encuentra uno más rápido que él, un frustrado asaltante de bancos que se salva de la horca para terminar ahorcado por un delito que no ha cometido, un fino recitador sin brazos ni piernas reemplazado por una gallina que sabe sumar y restar, un buscador de oro que encuentra simultáneamente el filón de su vida y su propia muerte, una mujer en busca de marido que lo encuentra en su viaje hacia las nuevas tierras robadas a los indios y un extraño periplo en diligencia que conduce al infierno.

Escrito con ese gusto literario y rebuscado que es la firma de los Coen, con ese humor negro tan típico de ellos que se transforma en tragedia con el transcurrir de los episodios y con un reparto de grandes actores, desde James Franco a Liam Neeson y Tom Waits, “La balada de Buster Scruggs” es una suerte del arca del tesoro donde las sorpresas se suceden a las sorpresas con un final escalofriante.

Este es el tercer remake de “Nace una estrella” de William A. Wellman de 1937 con Janet Gaynor, seguido por el más recordado de George Cukor con Judy Garland de 1954 y el de Frank Pierson de 1976 con Barbra Streisand.

La dura prueba de reemplazar a estas tres grandes del cine le toca a una casi debutante de prestigio, Lady Gaga, famosa en el mundo entero como cantante pero hasta hoy solo huésped de contorno prestigiosa de dos films de Robert Rodriguez.

La dirige otro debutante en el oficio, Bradley Cooper, hasta hoy actor de gran ductilidad y que se luce también como cantante no solo en dúo con Lady Gaga sino también en solista y no desmerece en absoluto con respecto a la popularísima protagonista.

Que ha escrito bellísimas canciones para el film, sobre todo “The Shallow”, y que son las portadoras de sus momentos más emotivos pero no logran borrar el recuerdo de una maravillosa Judy Garland.

Olivier Assayas afronta uno de los temas de mayor actualidad, el del reemplazo del papel (libros, revistas), que acompañó a la civilización durante casi diez siglos, por las nuevas tecnologías digitales con el consiguiente cambio en las costumbres y en los lenguajes, y lo combina con un juego de adulterios e intercambio de parejas que, junto con atiborrados diálogos intelectuales, lo vuelven un producto más francés que la bouillabaise.

El director no da tregua al espectador con una constante confrontación entre lenguajes antiguos y modernos pero cuenta con un reparto de impecables actores, de Guillaume Canet en editor tradicional que se abre, quizás a regañadientes, a las nuevas tecnologías, Juliette Binoche como su esposa y actriz resignada a ganarse la vida con las series policiales y Vincent Macaigne como escritor que hace de su vida y sus amores el tema de sus novelas, con gran despecho de sus amantes, que hace muy llevadera la
narración, salpicada de momentos humorísticos irresistibles.

Cuando en 1970 Orson Welles inició a filmar “The Other Side of the Wind” nunca pensó que el rodaje, debido a sus constantes peripecias financieras iba a concluirse en 1976, pero la caída del sha de Persia iba a provocar toda una serie de embargos que sepultarían al negativo durante 50 años.

Fue Netflix que pagó a los acreedores y financió el montaje, inspirado en notas garabateadas por Welles a lo largo de los años que le quedaban de vida (murió en 1985) pero este picadillo de escenas, la mayor parte de pocos segundos de duración, con diálogos misteriosos cuando no absurdos sobre un anciano director que busca terminar lo que él cree será el film que mejor lo definirá en la historia del cine, desafía cualquiera buena voluntad y corrobora que tal vez ni el mismo Orson sabía como armar el rompecabezas.