A fin de marzo, el dólar no estará a menos de 40 pesos ni a más de 51. Lo que para muchos puede resultar una ambigüedad, el Banco Central intenta que sea una certeza. Esos son, en números redondos, los límites de la banda cambiaria que fijó la entidad para el cierre del primer trimestre del año.

Esa amplia franja es lo que el Central llama “zona de no intervención”. Esto significa que no intervendrá en el mercado mientras el dólar fluctúe entre esos valores. En cambio, se compromete a comprar divisas si su cotización cae por debajo del piso y a venderlas si rompe el techo, para evitar que las oscilaciones sean más bruscas.

La táctica es la que viene desarrollando Guido Sandleris desde fin de septiembre, cuando llegó a la presidencia del BCRA. En ese momento, con el dólar cotizando a 39 pesos, Sandleris fijó una variación máxima de cinco pesos por unidad, con un mínimo de 34 y un máximo de 44. Además, dispuso que esos valores se irían incrementando diariamente a un ritmo de 3% mensual. Al ingresar en 2019, el funcionario ratificó esa política aunque, convencido de que la inflación irá en descenso, decidió que la actualización será de sólo 2% mensual. Así, el piso de $ 37,11 a fin de año pasará a ser de $ 38,86 al cierre de enero, $ 39,63 al terminar febrero y $ 40,42 en el último día hábil de marzo. De la misma manera, el tope de $ 48,03 con que finalizó diciembre se convertirá en $ 48,99, luego $ 49,96 y por último $ 50,95 en cada cierre de mes.

En aquel momento, el objetivo declarado de este esquema era calmar las expectativas devaluatorias, estabilizar la moneda y dar alguna certidumbre desde la cual se pudieran reacomodar los precios relativos. Por cierto, no sólo el dólar detuvo su disparada sino que de a poco se desplazó hacia la parte inferior de la banda cambiaria. Para ello fue clave la aplicación de una durísima política monetaria, que secó la plaza de dinero. El Central pagó tasas de hasta 74% anual para absorber el sobrante en poder de los bancos. De esa manera, no sólo complicó la compra de dólares para atesoramiento por parte de los privados (el promedio bajó a U$S 13 millones por día, el mínimo desde la liberación del cepo) sino que forzó a muchos de ellos a desprenderse de esos billetes para conseguir liquidez. Así, el precio de la divisa se deprimió: el mayorista cerró este jueves en $ 37,55, apenas 40 centavos por encima del mínimo. La tendencia se mantendrá, a juzgar por el último Relevamiento de Expectativas de Mercado que publicó el organismo y que vaticina un dólar a $ 39,30 para fin de enero.

Entonado por la “pax cambiaria” alcanzada, que le permitió lograr la bendición del FMI (reacio en un principio porque el plan vulneraba la ortodoxia de la libre flotación cambiaria), Sandleris ratificó el sistema para el primer trimestre del año. La profundización de la recesión, con caída de la producción y el empleo, fueron la contracara de esas tasas astronómicas. Para quienes diseñan la política monetaria, parece que la devastada economía real puede esperar unos meses más.