Sanción del Presupuesto nacional en el Senado, realización de la cumbre del G20, estabilidad macroeconómica y mantenimiento de la paz social. Estas son las cuatro prioridades que definió el presidente Mauricio Macri esta semana para transitar los 56 días que faltan para fin de año. Los cuatro puntos pasaron virtualmente inadvertidos, gracias a las declaraciones que lanzó desde Río Cuarto la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, luego de una cena oficial «muy bien regada», donde la funcionaria protagonizó un sincericidio que incomodó a algunos socios del oficialismo. «El que quiere estar armado que ande armado», disparó Pato, ante la prensa riocuartense, a la salida de un restó, donde sus compañeros de mesa huían de la zona para no quedar pegados con las declaraciones de la ministra. «Tenía una movilización a media cuadra y un cordón policial enorme. Era lógico que no era el mejor momento para que hablara, pero nadie la frenó, y se lanzó a retrucarles a los medios, como lo hace siempre, pero esta vez se expuso más de la cuenta», se lamentó un funcionario de diálogo cotidiano con el presidente, que cuestionó la impulsividad de la jefa de las fuerzas de seguridad federales, pero no contradijo sus palabras. La expresión accidentada de la funcionaria refleja el pensamiento presidencial, en su costado más inconfesable.

Cuando comenzaron a multiplicarse las repercusiones negativas por el sincericidio de Pato, el empate de Boca Juniors  con Palmeiras, y su clasificación en la final de la Copa Libertadores, inspiraron a los colaboradores más futboleros de Macri, para  que se animara a redoblar la apuesta y ordenara, desde su cuenta personal de Twitter, que la disputa de ida y vuelta frente a River Plate se realizara con «público visitante».

El intento duró escasas 12 horas hasta que un sector del PRO, protagonizado por el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, su ministro de Justicia y Seguridad, Martín Ocampo, y el empresario de los juegos de azar y titular de Boca Juniors, Daniel «Tano» Angelici, se encargaron de frenar el entusiasmo que habían sembrado dos «bosteros contumaces»: el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis y el vocero personal Iván Pavlovsky, que forman parte del circulo áulico más cercano a Macri. Tienen casi el mismo acceso cotidiano que detenta el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

La pirotecnia discursiva de Bullrich (que buscó capitalizar el efecto Bolsonaro en el corazón de la pampa húmeda); junto al fallido deseo presidencial de meter público visitante en los dos Boca-River, oxigenaron la comunicación de Cambiemos en medio de la nueva meseta de la crisis que transita el gobierno, concentrado en cumplir los cuatro objetivos definidos para llegar a fin de año.

La aplicación de esa hoja tuvo sobresaltos que pasaron inadvertidos por las declaraciones de Bullrich y las ideas futboleras del jefe del Estado. Un escollo se concretó el jueves y tuvo que ver con el Presupuesto, una de las cuatro máximas presidenciales. Mientras el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, estaba de viaje por China, y su segundo Sebastián García De Luca, participaba de la visita oficial en Río Cuarto, Peña y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, almorzaron con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, su ministro de Economía, Hernán Lacunza y su jefe de Gabinete, Federico Salvai. La intención era buscar una salida pacífica al reclamo provincial para que la Nación actualice, en base a la inflación, los 65 mil millones de pesos que le entregará a Buenos Aires en 2019 por el Fondo del Conurbano. Vidal reclama 19 mil millones adicionales a ese monto, en un tironeo interno que Macri, al igual que Dujovne y Peña, se niega a desembolsar en efectivo. Amparado en el pacto con el FMI, que incluye la imposibilidad de emitir más dinero, Macri contuvo el rosario de preocupaciones que le repitió Vidal, y le pidió que acepte una promesa, sin fecha ni montos, para canjear el reclamo de la compensación por «obras» en el Conurbano, que financiará la Nación.

El intercambio privado se realizó sin ninguno de los negociadores del Ejecutivo con las provincias, que curiosamente estaban de gira y guardaron silencio sobre «el pagaré» que se llevó el elenco bonaerense.

«Fue inoportuna la comunicación del almuerzo en medio de la negociación con las demás provincias, cuando estamos buscando que la media sanción del Presupuesto en el Senado pase sin sobresaltos», se lamentó un escudero del oficialismo dentro del Congreso, mientras el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, ratificaba por enésima vez que no será candidato el año que viene. La expresión fue leída, dentro de Balcarce 50, como otra muestra del descontento que mastica un sector del PRO (y del Ejecutivo) cada vez mas relegado de las decisiones que el presidente adopta en soledad, rodeado por un entorno donde el fútbol es más importante que cualquier política o esquema de alianzas. «