Recientes acontecimientos han hecho aumentar la tensión entre China y la India. Históricamente, estos gigantes asiáticos han tenido ásperas disputas fronterizas. En 1962, llegaron a enfrentarse en una breve guerra, en la que China salió victoriosa. La frialdad y la mutua desconfianza han sido las principales constantes de la relación bilateral durante las últimas décadas, a la par de la consolidación de ambas como superpotencias económicas, militares y nucleares.

China ha desplegado varias estrategias para neutralizar a la India en su vecindario. En primer lugar, logró concretar una decisiva alianza con Pakistán. Lo mismo ha buscado con Nepal, aunque con menos éxito. El vínculo con Pakistán, país archienemigo de la India y que también integra el selecto club nuclear, ha sido mutuamente beneficioso. La asociación tendrá su punto culminante con la realización del ambicioso megaproyecto de corredor económico chino-pakistaní, lanzado en 2015.

En el Océano Índico, China ha ido cercando cada vez más a la India en el marco de su lenta pero persistente estrategia de “collar de perlas”. La misma consiste en la expansión de inversiones y asentamientos chinos en Sri Lanka, Maldivas y otros puntos estratégicos que van desde el Mar del Este de China hasta el Medio Oriente. La India, en tanto, apenas ha afianzado buenas relaciones con sus vecinos Bután y Bangladesh. Asimismo, ha exasperado a China auspiciando al Dalai Lama y apoyando a movimientos separatistas en la región autónoma china del Tíbet.

En agosto del año pasado, China y la India estuvieron a escasas horas de otra guerra. La escalada se inició cuando la India envió soldados a un sector de la frontera que ambos países comparten con Bután, con el objetivo de bloquear la construcción de una ruta a cargo de los chinos. Finalmente, se llegó a un trabajoso acuerdo para desmovilizar las tropas de la zona y suspender la polémica ruta.

La situación ha vuelto a empeorar tras el sorpresivo anuncio de la India de una prueba exitosa de su primer misil balístico intercontinental con capacidades nucleares, denominado ‘Agni-V’, capaz de alcanzar cualquier punto en Asia y Europa. China y Pakistán criticaron duramente el amenazante ensayo. Es probable que este salto tecnológico logrado por la India acelere la carrera armamentística, tanto en materia defensiva como ofensiva, con el esperable aumento de las tensiones fronterizas. Por ahora, en el plano tecnológico y militar China lleva cómoda la delantera.

En este contexto, se acrecienta el riesgo de errores de cálculo con consecuencias trágicas, como tantas veces ha ocurrido. Justamente, fue el caso de Nehru, en 1962. El líder supremo de la India decidió ocupar territorios chinos bajo el supuesto de que su vecino comunista jamás respondería militarmente. En cambio, terminó humillado por el letal contrataque y posterior alto el fuego unilateral decidido por Mao Zedong, cuando muchos esperaban una invasión china a gran escala.

El contexto actual es totalmente diferente. Ambas naciones concentran casi la mitad de la población mundial y están enfocadas en el desarrollo económico y profundización de su inserción internacional. En esto, China también corre con clara ventaja. No obstante, el ensayo misilístico indio podría significar un viraje hacia una postura mucho más desafiante contra China. Para colmo, en un escenario donde confluyen el terrorismo, el separatismo y el fundamentalismo religioso.