Bajo la lluvia, una columna avanza por la mano derecha de Avenida del Libertador y se aleja de la General Paz. Son en su mayoría mujeres que visten de negro. Cantan que se quieren vivas. En la otra mano de la calle, la que tiene sentido hacia la avenida que separa la Ciudad de la provincia de Buenos Aires, otro grupo, similar pero más nutrido, corta el carril. Confluyen frente a la ex ESMA, donde las trabajadoras de este espacio de memoria motorizaron una de las tantas actividades de la jornada, en el marco del Paro Nacional de Mujeres. El viento da vuelta los paraguas.

Los automovilistas y motoqueros tocan bocina de manera intermitente, en señal de apoyo. Aminoran la marcha. Claro que no falta el tipo que, con cara de malo, pasa rápido y al ras con un bocinazo prolongado, de esos que molestan. Se queja. No le gusta que “un grupo de locas” salga a la calle a gritar fuerte que no quieren que las sigan matando… violando… empalando…

“Hay gente a la que le chupa un huevo lo que nos pasa a las mujeres”, dice Rocío Maciel mientras sostiene la letra “i” del “Vivas nos queremos” que encabeza a la columna. La encargada de su trabajo la dejó salir para sumarse a la protesta porque “ella sabe que esto es por nosotras y porque creemos en nuestros derechos”, dice. Y agrega: “Vine por mí, y porque tengo mamá, tengo hermana, abuela y tía. El Estado tendría que estar más con nosotras”.

Anabel Encina trabaja con Rocío. “Estoy acá por el derecho de las mujeres y por la seguridad de todos”, engloba la mujer que cree que “el mundo, no sólo las mujeres, está en una crisis de inseguridad”. Por eso reafirma que su presencia, pese a la lluvia y al viento, “es por las mujeres y por los seres humanos”.

Las marchas son hoy. Pero el reclamo no termina con la desconcentración. “La lucha en contra de la violencia contra las mujeres es algo de todos los días”, considera María Belloni, trabajadora del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur que funciona en el espacio de memoria de la ex ESMA. Luego, sugiere que “hay que empezar a entender de otra manera las distintas formas de violencia, que son infinitas” y ejemplifica: “No decirle piropo al piropo, sino entenderlo como un abuso verbal”. También se detiene a analizar que “la violencia física es una expresión entre tantas” y enumera que existen “la violencia simbólica, la verbal, de segregación y de exclusión en todos los sectores en donde una está inserta, como el laboral y para colmo estamos en una coyuntura, con un escenario de retroceso en materia de derechos, en la que el poder del gobierno autoriza y habilita a estas formas de violencia”.

Romina Chiesa, delegada de ATE en el Ministerio de Justicia, y militante que participa del área de Género en ATE, amplió el concepto sobre el rol del gobierno que conduce el Estado: “El Estado dio la espalda históricamente, no es algo de ahora. Y eso tiene que ver con la construcción patriarcal del propio Estado y del mundo en el que vivimos. Por eso entendemos que somos las mujeres las que nos tenemos que organizar popular y gremialmente, porque es desde la organización de las bases la forma en la que se pueden traccionar los cambios que estamos necesitando”.

Trabajadora del Centro Cultural Haroldo Conti, que también tiene sede en la ex ESMA, Mariana Rocca pide dar su opinión. “Desde este espacio en particular, en el que hay una presencia muy fuerte de los organismos de derechos humanos y sobre todo de las Madres de Plaza de Mayo, creo que las Madres han sido un ejemplo de lucha muy importante en la Argentina que de alguna manera hay que vincular. Vincular esa capacidad que ellas tuvieron para salir a la calle y la que estamos teniendo ahora nosotras, porque aunque los motivos sean distintos hay un punto en común en la causa de las muertes de los militantes de ese período con lo que está pasando ahora, y que tiene que ver con el patriarcado y con el capitalismo”, dice la mujer.

Mariana narra hechos de la historia y aplica un juicio de valor cuando afirma que “esta lucha es de todos, no sólo de las mujeres”. Pero establece una peculiaridad: “Hay una particularidad en la forma de ser mujer en esta sociedad, en donde tenemos un rol muchas veces invisible pero muy activo. Hoy se está reconociendo un lugar que la mujer ya tiene en la sociedad y creo que detrás de las grandes batallas siempre estuvieron las mujeres”.

“Es verdad que es un tema de todos y que el asunto de los femicidios es una cuestión social, pero me parece que hay una característica muy importante del movimiento de mujeres que es que las mujeres son las que están llevando adelante esta pelea”, expresa Mariano Rapetti, uno de los tantos hombres que acompaña en la marcha. Pero se esfuerza en dejar en claro que es sólo eso, acompañar: “Esto es importantísimo, porque en la discusión sobre cuál es el lugar de los varones, pareciera que hay una especie de demanda, de los varones, para ocupar espacios de decisión que tienen que ser íntegramente femeninos”. El joven amplía su opinión y la explica: “El patriarcado y la violencia machista no se aplican de manera igual sobre todo el mundo y el objetivo principal de esa violencia son todos los cuerpos que son percibidos como femeninos. Es importante que podamos acompañarlas, pero hay que entender que esto de de mujeres y es realmente urticante que sea así. Tenemos que entender que nuestro trabajo es acompañar el trabajo de las mujeres. Y acompañar no significa proteger, porque ellas solas no podrían hacerse cargo. Pueden hacerse cargo de lo que están haciendo y lo están demostrando. No tenemos nada que proteger, ni cuidar. Sólo acompañar una pelea que en este caso no nos tiene como protagonistas”.

Gabriela Porras es guatemalteca. Trabaja en Memoria Abierta, coordinando una red latinoamericana de sitios de memoria. “Estoy aquí, sumándome, como en Guatemala donde se sumaron muchas mujeres al paro”, dice. Y confirma que “esta iniciativa argentina se está volviendo internacional”.

“Hay muchos países –continúa– en los que hay ausencia total de políticas a favor de las mujeres. El sistema está apuntando siempre hacia una propuesta patriarcal. Por eso toda propuesta que favorezca la voz de las mujeres es importante, y en ese sentido hacer políticas públicas es fundamental”.

Finalmente, Gabriela contó algunos aspectos en materia de género en Guatemala: “Actualmente, en mi país tenemos una ola conservadora terrible. Hay un presidente misógino que fue un actor de teatro que interpretaba siempre papeles machistas. Además, hay un grupo de militares detrás del presidente discutiendo, por ejemplo, que en el nuevo momento hay que tener cuidado con no instalar la ideología de género en el país. Lo mismo está pasando en Colombia como argumento contra la paz. Se está usando mucho el tema de la ideología de género como el nuevo enemigo y eso es preocupante en la región. Recientemente, una diputada de mi país se ha declarado lesbiana, integrante del colectivo LGTB y defensora de los derechos humanos, y se postuló como candidata a una comisión de Mujeres en el Congreso. Hubo declaraciones terribles de que ella, habiendo renunciado a su condición de mujer, no podía asumir el liderazgo de esa comisión. Por eso creo que estas luchas son fundamentales en América Latina”.