Aunque su nombre está vinculado de forma indisoluble a la poesía, el escritor uruguayo Mario Benedetti también tiene una importante obra en prosa. Un conjunto de siete novelas y 18 volúmenes de cuentos fueron editados por el autor nacido en la ciudad de Paso de los Toros. Un universo al que se podría sumar la pieza dramática Pedro y el Capitán, que en su origen también fue pensada como novela pero que finalmente se publicó en formato de obra teatral en 1979, durante su exilio mexicano. Es sobre todo a partir de esta producción en prosa que el trabajo de Benedetti estableció el grueso de su vínculo con el cine. Una relación que hasta el momento acumula diez largometrajes y 12 cortos.

En 1974 Osías Wilenski estrenó su tercera película, titulada Dale nomás, un film episódico en el que el director argentino adaptó una serie de cuatro cuentos de distintos autores rioplatenses. Además de “El olvido” de Benedetti, Wilenski trabajó también con textos de tres escritores argentinos: “Un hilo de oro” de Rodolfo Walsh, “En la recova” de Héctor Lastra y “Falta una hora para la sesión” de Pedro Orgambide. La experiencia de cruzar a la literatura con el cine no era ajena para Wilenski: su debut había sido doce años antes, en 1962, con el estreno de El perseguidor, cuyo guión se basa en el conocido cuento homónimo de Julio Cortázar.

Ese mismo año otro director adaptó al cine otra de sus obras. Se trata del hasta entonces actor Sergio Renán, quién decidió dar su primer paso en la dirección adaptando La tregua, segunda novela de Benedetti publicada en 1960 (la primera había sido Quién de nosotros, de 1953). Con un elenco de lujo que incluía a Héctor Alterio, Ana María Picchio, Carlos Carella, Antonio Gasalla, Marilina Ross y Luis Brandoni en roles protagónicos, la versión cinematográfica de La tregua se convirtió en el primer film argentino nominado al Oscar en el rubro Mejor Película en Lengua Extranjera, que finalmente se llevó Amarcord del italiano Federico Fellini. La tregua también representó el debut cinematográfico para la guionista Aída Bortnik, quien una década más tarde también escribiría el guión de La historia oficial, de Luis Puenzo, que acabaría siendo la primera película argentina en ganar un premio Oscar. La misma novela tuvo una nueva adaptación al cine en 2003, realizada en México por el director Alfonso Rosas Priego (h), pero no pudo igualar el éxito de crítica y público que consiguió la ópera prima de Renán.

Al año siguiente otros cuentos de Benedetti volverían a ser parte de un film de episodios. Se trató de Las sorpresas, film en el que, a diferencia de Dale nomás, en el que los cuatro segmentos fueron dirigidos por Wilenski, son tres los directores encargados de adaptar sendos relatos cortos del uruguayo. Entre ellos el recién mencionado Puenzo, junto a Carlos Galettini y Alberto Fisherman. Los cuentos elegidos fueron, respectivamente, “Cinco años de vida”, “Corazonada” y “Los pocillos”.

En el primero  una pareja de inmigrantes (él uruguayo, ella argentina) se quedan encerrados toda la noche en una estación del subte de París, donde ambos han ido a buscarse un destino de artistas que no terminan de encontrar. A tono con la tendencia de la época el cuento, que pertenece al libro La muerte y otras sorpresas, de 1968, pleno apogeo del boom latinoamericano, tiene un giro final mágico que inicialmente se presenta como feliz pero que acaba resultando por lo menos amargo. Los otros dos relatos perteneces a Montevieanos, primer libro de cuentos de Benedetti publicado en 1959, y su tono general es más cercano al costumbrismo humorístico, aunque “Los pocillos” no está exento de cierta malicia. Justamente este último cuento, que narra el secreto triángulo amoroso que incluye a dos hermanos y a la esposa de uno de ellos que se ha quedado ciego, es el que más adaptaciones cinematográficas ha recibido, incluyendo además dos cortometrajes, uno español y el otro uruguayo, estrenados en 1999 y 2001.

La siguiente parada en este recorrido de la literatura benedettiana por el cine vuelve a involucrar a Renán, quien tres películas después de La tregua volvió a adaptar al cine una novela del uruguayo. En este caso se trató de Gracias por el fuego (1965), en la que un hombre planea matar a su padre pero pronto se da cuenta de que se trata de una decisión que será incapaz de cumplir, quedando atrapado en un laberinto del que parece incapaz de salir. La película de 1984 volvió a contar con un elenco de grandes nombres, entre los que se destacan Lautaro Murúa, Víctor Laplace, Dora Baret, Bárbara Mujica y Graciela Dufau. Gracias por el fuego fue además la primera película de Renán estrenada tras el regreso de la democracia. Durante ese nefasto período el cineasta había dirigido otros tres filmes, entre ellos el infeliz documental La fiesta de todos, trabajo en el que registra la fiesta del mundial de fútbol de 1978 utilizada por el ilegítimo gobierno militar para “blanquear” su imagen en el exterior, negando las denuncias en su contra por la desaparición de decenas de miles de personas.

Ese mismo año se estrenó en México la primera adaptación realizada de la pieza teatral Pedro y el Capitán, dirigida por Juan E. García. La obra, como ya se dijo, había sido publicada en 1979 en la nación azteca, donde Benedetti llevaba algunos años de exilio tras el golpe militar de 1973 que suspendió la democracia uruguaya durante doce años. La obra consiste en el diálogo que sostienen un detenido político con el militar encargado de torturarlo, enhebrando una serie de temas universales como la libertad, la dignidad humana y el valor de las ideas personales. Pedro y el Capitán volvió a ser adaptada al cine en España en 2009, el mismo año del fallecimiento del autor y es hasta el momento el último largometraje inspirado en una de sus obras.

En 1997 Benedetti sumó a Chile a su lista cinematográfica de la mano del director trasandino Andrés Wood. La película es Historias de fútbol, que igual que ocurre con el caso de Renán se trata de una ópera prima. La película, que vuelve a aprovechar el formato episódico para retratar de manera sencilla la relación de los chilenos con el fútbol que, más allá de las diferencias de tono y color, no es muy distinta a la que sostienen los hinchas argentinos. Historias de fútbol fue un éxito que sirvió para convertir a Wood en uno de los directores más populares de Chile, filmando posteriormente películas muy recordadas como Machuca (2004) o Violeta se fue a los cielos (2011). En este caso adaptó tres cuentos que tienen al fútbol como centro: “Pasión de multitudes”, del chileno René Arcos, coguionista del film junto a Wood; “Cuanto me gustaba el futbal”, el ecuatoriano Raúl Pérez Torres; y “Puntero izquierdo” de Benedetti. En él, narrando en segunda persona, el uruguayo hilvana el relato de un delantero de fútbol amateur tras haber logrado el ascenso a la categoría superior, al que habían sobornado para que no convirtiera pero que no pudo con su genio goleador. Como en muchos de los cuentos incluidos en el libro Montevideanos, Benedetti vuelve a mostrar su capacidad para captar y reproducir el carácter de la lengua oral uruguaya y su facilidad para el humor costumbrista.

Pero no solo fueron sus cuentos y novelas las que alimentaron los argumentos cinematográficos, sino que también sus versos y poesías sirvieron para inspirar a los directores. O mejor dicho, a uno en particular: Eliseo Subiela.

La llegada a los cines de su segunda película Hombre mirando al sudeste (1986) había convertido a Subiela en un director muy popular en la Argentina y el estreno de Últimas imágenes del naufragio (1989) le confirió además cierto prestigio. Pero cuando en 1992 llegó a la calle Lavelle El lado oscuro del corazón, Subiela se convirtió por un rato en el director más exitoso del cine argentino. La película tenía como protagonista a Darío Grandinetti en la piel de un poeta que se gana la vida recitando versos en los mismos semáforos donde otros limpian vidrios, quien está obsesionado con encontrar a la mujer de su vida, aquella que lo haga volar más allá de la realidad. Esa mujer era Sandra Ballesteros y la película los convirtió a ambos en los sex symbols de los primeros años ’90. El guión de la película, escrito por el propio Subiela, incluía poemas de Oliverio Girondo, de Juan Gelman y, claro, de Benedetti. El lado oscuro del corazón además incluye al escritor uruguayo como actor, interpretando a un fugaz pero reconocible personaje: un marino que le recita unos versos en alemán a una mujer en una cantina portuaria. La película se convirtió en una de las más vistas del cine argentino en la última década del siglo XX. 

Subiela volvería a utilizar la poesía de Benedetti para alimentar otra de sus películas cuatro años más tarde en Despabilate amor, con Soledad Silveyra y Juan Leyrado acompañando una vez más a Grandinetti. Pero su popularidad ya había menguado.