Cuando por los altavoces anunciaron –en ruso y en inglés– la formación de los equipos, estalló una ovación al escuchar el nombre del 10 argentino. Había apoyo para el equipo ruso, había entusiasmo, pero fundamentalmente había ganas de ver a Lionel Messi sobre el césped del estadio Luzhniki, de Moscú.

No es novedad que Messi es un ídolo en cuanto idioma se hable en el mundo. Pero en el Luzhniki resultaba gracioso escuchar los comentarios de los espectadores nativos. No hay forma para quien no conoce la lengua de entender de qué venía la conversación, pero el «Messi» se escuchaba clarito cada vez que el capitán argentino se encontraba con la pelota y armaba una jugada.

Los rusos no confían en llegar demasiado lejos con su formación, que esta vez salió a jugar con la camiseta roja de otras épocas, pero sin el CCCP soviético, sino con el escudo actual, el de la Federación.

Por eso todos los ojos estaban puestos en el crack argentino. Quedó claro cuando Messi fue a tirar un córner y tanto mujeres –que las había en gran proporción– como hombres dieron unas extrañas cabriolas para sacarse una selfie con el rosarino. Son los tiempos que corren.

En los primeros ataques argentinos se escucharon también varios «oi oi oi» preocupados. Pero el seleccionado ruso tuvo algunas jugadas que, si bien no llevaban peligro, despertaban el apoyo de los simpatizantes locales, que gritaban «Ro-sha, Ro-sha», o cruzaban sílabas con la tribuna de enfrente, al mejor estilo estadio español. 

Los restos de la URSS

El Luzhniki se identifica fácil: es donde se abrirá el campeonato Mundial de Fútbol del año próximo y donde se disputará la final. Además, es la única de las 12 sedes que tiene una enorme estatua de Lenin a la entrada.

El Lenin se explica porque el Luzhniki es el único estadio que no se hizo de cero, sino que se aprovechó la estructura del que fue sede de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, boicoteadas por varios países occidentales a pedido de Estados Unidos, incluida Argentina. Cuatro años más tarde los países comunistas boicotearon los de Los Ángeles, pero esa es otra cuestión.

Messi fue el personaje a curiosear en los entrenamientos y en cercanías del Hotel Radisson. El soberbio edificio tiene más de 500 habitaciones, 38 apartamentos, restaurantes, salas de conferencias y desde allí salen cruceros para recorrer el río Moscova.

También tiene su historia, es uno de los edificios que hizo construir Stalin a fines de la Segunda Guerra para alojar las oficinas de todos los ministerios. Se los conoce como las siete hermanas o los rascacielos de Stalin y tienen más de 300 metros de altura. Ahora, uno de esos edificios alberga a la Universidad Estatal de Moscú, otro a la Cancillería. La Selección se alojó en el que fuera el Hotel Ucrania hasta la caída de la Unión Soviética, y desde 2010, el Radisson-Royal.

Costumbres rusas

El gol del Kun Agüero sorprendió a muchos espectadores saliendo del estadio. Aun así tuvieron tiempo de lamentar que casi al final se terminara el sueño de al menos no perder con el que consideran el mejor equipo del mundo. El embajador argentino, Ricardo Lagorio, presente en la platea, comentó que en el gobierno ruso estaban preocupados hasta hace unas semanas. «Un Mundial sin Argentina no es Mundial», dice que le susurraban. Un Mundial sin Messi, tampoco.

El rosarino aparece en revistas, en anuncios, pero también en los locales de souvenirs se lo ve en jarras, compitiendo con el propio presidente Vladimir Putin, o los símbolos de la era soviética, como Lenin y Stalin. En banderas también, aunque aquí en Moscú se ve más el Messi de Barcelona que el de la Selección.

Donde también es personaje común es en las Mamushkas, o Matrioshkas, como se las llama por estas regiones de donde son originarias esas muñecas de madera tallada y pintada que esconden otras muñecas en su interior. La palabra deriva de una mezcla entre Matriona, mamá, y Bábushka, abuela, y tiene sentido ya que representa la continuidad generacional o de la especie.

En caso de Messi, había en el mercado de artesanías locales de Izmailovo, uno de los más transitados de la capital rusa, una Matrioshka con la imagen del capitán y los colores del seleccionado de la AFA. Adentro había un Dybala que adentro tenía un Higuain que adentro tenía un Agüero que finalmente terminaba en un Di María.

Lo curioso es que el apellido del goleador de la Juventus estaba escrito «Dubala». Es que en caracteres cirílicos, la Y se lee como U. El vendedor, un hombre venido de Uzbekistán, dice en un inglés bastante comprensible, que se las compra a una señora que las pinta en su barrio, y que ella las copia de imágenes que el hijo le baja de Internet. Por eso La Albiceleste y Argentina están bien escritos. El problema, parece, se le hizo al intentar traspasar a mano los caracteres latinos. El vendedor no tenía la menor idea del problema. Cosas que pasan en la Rusia que espera por ver a Messi en el Mundial.