Acordar la compra en grandes cantidades y a precio razonable de algo que todos quieren ya es difícil, requiere de mucho nervio, mucha diplomacia, mucha responsabilidad. Obtenerlo se ha vuelto un vía crucis. La cadena de producción y suministro de vacunas contra el coronavirus está colapsada. Lo saben los 27 países de la Unión Europea que, con poco más de un 5% de la población mundial, adquirieron una de cada cuatro vacunas comercializadas globalmente por los laboratorios, pero no las están recibiendo. Y lo sabe todo el mundo pobre: apenas 18 países concentran el 88% de las dosis distribuidas, mientras el resto padece las consecuencias de una pandemia inédita.

Un informe de la Dirección Nacional de Relaciones Internacionales exhibe el dispar acceso a las vacunas, y pone en contexto la situación argentina. Con el millón de dosis de Sinopharm que un avión de Aerolíneas irá a buscar a Beijing (presumiblemente el martes), otro vuelo aún no confirmado a Moscú que partiría en las próximas horas, y las 218 mil vacunas del mecanismo Covax que arribarán hoy desde Holanda; la Argentina habrá recibido más de 6 millones de dosis, el 10% de las que negoció con distintos laboratorios. Por caso, Francia recibió sólo el 2% de las que compró.

La falta de vacunas, que la prensa hegemónica solo ve aquí, es un drama endémico. Un centenar de naciones pobres quizás no vean una hasta 2022. Pero a las ricas también les falta, y amenazan desatar una guerra en la carrera contrarreloj por la inmunización.

Aquel informe traza un mapa preciso de la feroz geopolítica de las vacunas. Pfizer-BioNTech y Moderna atienden en EE UU pero comercializan sus desarrollos en 76 y 32 países, respectivamente. Oxford-AstraZeneca acordó envíos a otros 76, pero enfrenta el lobby de la industria farmacológica estadounidense y las esquirlas impensadas del Brexit. De hecho, la Comisión Europea ya advirtió que si la compañía anglosueca no entrega las partidas prometidas al continente y las desvía al Reino Unido, directamente prohibirá exportarlas, esas vacunas y quizás todas las demás. Pésima noticia para 90 países periféricos a los que prometió suministrar las dosis sobrantes. Para esas naciones, y también para la Argentina, el bloqueo de insumos de EE UU a México que complica el envasado de la sustancia activa producida aquí, en mAbxience, y los dobleces del gobierno indio, que ante el auge de los casos en su país amenaza frenar la exportación de los millones de vacunas que se fabrican allí, presentan nuevos escollos cuya dimensión aún no está clara.

Más allá de la situación relativa de la Argentina en este funesto ajedrez de poderosas multinacionales y Estados que se cierran sobre sí mismos ante la peste, la única certeza es que, estallado el multilateralismo, este mundo que deja la pandemia lleva al paroxismo lo peor de un sistema injusto en el que no hay más ley que la del más fuerte.