Si algo puede decirse del arte de Leandro Erlich es que es una versión muy elaborada de una función de magia, tan elaborada que es capaz de cuestionar todas nuestras certezas sobre el espacio que habitamos y cuestionarnos el concepto mismo de “realidad” ya bastante visitado por  la filosofía y diferentes disciplinas. 

No sólo le quitó la punta a obelisco, sino que realizó otros actos de magia aún más deslumbrantes. Hace un tiempo, en la Usina del Arte, era posible ver la fachada de una casa construida dentro de ese espacio cultural. A pesar de que la idea era absurda porque juzgado desde la razón una casa dentro de ese espacio no tenía razón de ser, nadie podía dudar de la existencia de la casa ya que parecía tan natural como el crecimiento de un yuyo a la vera del camino. 

Sin embargo, si uno se acercaba lo suficiente, explicación de alguien informado mediante, se veía que la casa real no era otra cosa que el reflejo en un espejo gigante que duplicaba la imagen de una casa enteramente contruída en forma horizontal sobre el piso. De modo que era posible treparse por ella, sentarse en sus molduras y desafiar las supuestas alturas sin correr riesgo alguno, aunque la imagen que se veía en el espejo gigantesco indicara otra cosa. 

La experiencia era impactante mucho más allá de su perfección técnica. Era impactante porque sacudía nuestras certezas y nos llevaba a preguntarnos borgeanamente si aquello que llamamos realidad no es más que un sueño soñado por alguien. Siempre se ha dicho que las apariencias engañan, pero nunca hasta el momento una apariencia había sido tan real y, a la vez, tan engañosa al punto de hacernos cuestionar los verdaderos límites de nuestra percepción. 

En este momento Erlich, uno de los artistas conceptuales más importantes de nuestro país y el de mayor trascendencia internacional está exponiendo en la Fundación Telefónica de Madrid. No es casual que su muestra se llama Certezas efímeras porque si algo se ocupa de remarcar Erlich es el carácter efímero de toda percepción.

 Esta vez, lo que lleva al espectador a una dimensión diferente son unas nubes que están encerradas en vitrinas. Lo curioso es que la afinada (y costosa) técnica que utiiza Erlich en este como en todos sus trabajos logra un efecto de gran belleza poética, como si fuera un Renée Magritte del siglo XXI. Esa instalación  lleva el nombre de Nido de nubes

Otra de las instalaciones que Erlich presenta en el marco de Certezas efímeras es «ChangingRooms», una obra que simula los típicos probadores de una tienda de ropa. En esta, se le ofrece al espectador la posibilidad de interactuar con la obra. ¿Cómo? Adentrándose en una especie de laberinto mágico en el que falsos espejos ofrecen la imagen de otros espectadores donde uno esperaría encontrarse a sí mismo. Algo así como una versión visual en Alicia en el país de las maravillas. 

Según lo expresa Télam. La obra de Erlich fue concebida en el marco de Argentina Plataforma Arco, el circuito artístico paralelo a la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO), que tuvo lugar en Madrid y cerró este domingo. Más allá de los cuestionamientos que despertó la participación de Argentina en esa feria como invitada de honor, tanto por el desembolso que significó como por el hecho de llevar a artistas capitalinos, la obra de Erlich merecería ser considerada por sí misma, más allá el contexto en que fue presentada, incluso cuando el costo de sus procedimientos técnicos es tan alto que resulta difícil o casi imposible que genere su obra en su país natal. 

El artista dijo ante la mencionada agencia: «Se trata de generar una participación interactiva donde el espectador se desorienta buscando su propio reflejo» y, «aunque muy distinta en su forma, esta pieza juega con conceptos similares a Nido de las Nubes, invitándonos a cuestionar la funcionalidad de un espejo y causando un desencuentro entre lo que la mente espera y lo que el ojo ve».

 La muestra podrá visitarse en el Espacio Fundación Telefónica en Madrid, donde permanecerá hasta el 23 de abril.