«Este lugar puede contar la historia, en líneas generales, de todos los crímenes de la dictadura cometidos en cualquier excentro clandestino de detención. Lo podemos contar con testimonios y lo que es muy importante: todo lo que vamos a contar acá fue probado previamente en los juicios.» Leonardo Fossati habla a unos metros de la cocina en la que nació hace cuatro décadas, cuando en ese lugar funcionaba la maternidad del centro clandestino de detención que operó en la Comisaría Quinta de La Plata, uno de los enclaves del Circuito Camps. Desde hace cuatro años el lugar es un Espacio de Memoria y Promoción de los Derechos Humanos, el año pasado fue desafectado por completo de la Policía Bonaerense y en marzo, en el mes de la Memoria, comenzarán las visitas guiadas y los recorridos, pero también las actividades culturales con Teatro por la Identidad La Plata, Música por la Identidad y un ciclo de cine debate.

La apuesta es emular el espíritu de la Casa por la Identidad de la ex Esma, dice el nieto que representa a Abuelas de Plaza de Mayo, el organismo que conduce el espacio. «La idea es que acá podamos replicar esa propuesta con puestas museográficas de la institución y muestras culturales, y que, a partir del arte platense, se pueda dar difusión a la temática y al espacio. Que pueda interactuar: que el que venga al teatro, al recital, al ciclo de cine, a partir del evento institucional, pueda interesarse», detalla.

Las actividades culturales comenzarán en marzo con la proyección de la película sobre Jorge Julio López: Todxs somos López. Donde empieza la vida y termina la muerte, de Marcos Tabarozzi. Y seguirá con las obras de TxI y los recitales de MxI. Ese esquema se replicará mes a mes. Pero eso es sólo una parte: el objetivo es contar lo que ocurrió en ese lugar.

La génesis del espacio de memoria fue el juicio por el Circuito Camps: el 19 de diciembre de 2012, el presidente del TOF Nº1 de La Plata, Carlos Rozanski, leyó las condenas a 23 represores –16 a perpetua, Miguel Etchecolatz entre ellos–. En esa sentencia también exhortaron al Poder Ejecutivo bonaerense a que desafecte los edificios policiales de la Comisaría 5º y el destacamento de Arana para que sean convertidos en sitios de memoria.


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(Foto: Paula Lobariñas)


Después de ese pedido judicial, la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia comenzó, junto con Abuelas y Secretaría de Nación, los trabajos para convertir la comisaría en Espacio de Memoria. En diciembre de 2013 se señalizó, en 2015 se desafectaron los calabozos y la maternidad clandestina y en 2018 se mudó la Policía a otro lugar y se construyó un auditorio y oficinas donde el organismo de DD HH que conduce Estela de Carlotto instaló su sede platense.

«Desde los alegatos en Circuito Camps cuando pensamos en pedir la desafectación, el proyecto fue siempre fue muy ambicioso: apostamos a que, desde este lugar en el que ocurrieron los hechos, se transmita la memoria de los compañeros que ya no están y que pasaron por acá, y que a partir de ellos se transmita la historia reciente argentina para todos los platenses», explica Fossati.

Desde noviembre, el equipo del Espacio Comisaría Quinta trabaja recolectando testimonios de los sobrevivientes del centro clandestino. «Empezamos por los compañeros que han dado más testimonio y que más militancia tienen, y se empiezan a dar algunos detalles que por ahí en los juicios no están», explica Fossati. ¿Cuál será el destino de esos testimonios que, además, se filman gracias a un acuerdo con el Ente Público del espacio Ex Esma? El relato del espacio, las visitas guiadas, el archivo propio.

Esa será una de las fortalezas del relato del Espacio Comisaría Quinta: «La gran mayoría, si no todos, de los relatos que están en la Justicia son previos a la desafectación de este lugar, entonces hay sensaciones e historias que sólo se disparan a partir de dar testimonio en este lugar», resumió.


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(Foto: Paula Lobariñas)


Las visitas

La maternidad clandestina es una habitación pequeña con azulejos que había funcionado como cocina en los fondos de la Comisaría Quinta de la Policía Bonaerense, hasta que el Coronel Ramón Camps instaló ahí un centro clandestino durante la dictadura. Está pegada a los calabozos, un espacio breve y oscuro, con pequeñas celdas de cemento y puertas de metal donde eran encerradas las mujeres. Más allá, contra la medianera, hay una habitación sin ventanas que funcionó como celda de varones y el baño que compartían todos. Entre los años 1976 y 1978 en ese lugar hubo aproximadamente 200 víctimas del terrorismo de Estado, detenidas-desaparecidas.

Para llegar hasta ahí hay que cruzar un patio. Antes hay que atravesar el edificio de dos plantas donde hasta el año pasado funcionó la comisaría, que tiene su entrada sobre la Diagonal 74, entre 23 y 24, a metros del Seminario Mayor del Arzobispado de La Plata de donde provenía la poca comida con que se alimentaban los secuestrados.

En ese edificio comenzarán las visitas guiadas. «En una de las habitaciones de la Comisaría la idea es proyectar un audiovisual que muestra los calabozos y testimonios. A medida que se va recorriendo se va contando el circuito represivo y termina en los calabozos y la maternidad clandestina», explica Fossati. En rigor, la recorrida arrancará en el auditorio –un edificio nuevo construido en un costado de lo que fue la seccional– con un video introductorio.

«Los calabozos no están en condiciones de visitarse por dentro, todavía no se va a poder recorrer como ocurre con Capucha y Capuchita en la ex Esma», explica Fossati. «En la recorrida se van a ver en un video y se van a conocer por la parte de afuera. Por dentro sólo se va a conocer uno, que está abierto y lo que fue la maternidad clandestina», redondea.

En esos calabozos hubo 13 embarazadas encerradas durante la dictadura. Tres dieron a luz, entre ellas, Inés Beatriz Ortega, la mamá de Leonardo Fossati, que recuperó su identidad en 2005. De los niños nacidos en cautiverio también Ana Libertad Baratti de la Cuadra, recuperó su familia biológica en 2014. Pero también hubo otros niños secuestrados en ese centro, como Eugenia y Felipe Gatica Caracoche y Sabino Abdala. A esa mazmorra fue arrojada Mónica Santucho, de 14 años, y sus restos fueron recuperados por Antropología Forense casi cuatro décadas más tarde. En esas celdas estuvo detenido el testigo desaparecido Jorge Julio López.


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(Foto: Paula Lobariñas)


Todo eso será parte del relato y la recorrida que tras conocer todos los espacios terminará nuevamente en el auditorio con un momento de charla y reflexión. 

En paralelo al inicio de las actividades en el Espacio de Memoria continuará la puesta en valor del edifico central de lo que fue la comisaría, en cuya planta alta funcionarán las oficinas de Abuelas de Plaza de Mayo y que, según los plazos dispuestos por la Provincia, deberían estar terminados a mitad de año, con el trabajo en los calabozos.

«Con respecto a los calabozos siguen siendo relevados y conservados por especialistas (de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación) que ya hicieron varios informes y nosotros estamos insistiendo en Infraestructura para que se realicen las obras», señala. Y completa: «El espacio no es algo finalizado, sino que tiene varias aristas que están sin terminar y en las que hay que seguir trabajando».

–¿Cuáles son las características distintivas de lo que fue este excentro?

–Es difícil resumirlo. Por un lado estaba enmarcado en la ciudad. Hubo desde mujeres embarazadas que dieron a luz acá hasta chicos secuestrados y que les cambiaron la identidad con tres o cuatro años, o adolescentes como el caso de Mónica Santucho que tenía 14 años y después fue asesinada. Todo el abanico político pasó por este lugar. Pasaron estudiantes, trabajadores, militantes gremiales, deportistas. Hubo una maternidad clandestina. La gran mayoría de los testimonios dicen que una parte de las personas secuestradas fue llevada a otro centro, a otros los liberaron y a la mayor parte los desaparecieron. Simplificando, abarcó la gran mayoría de las características de los centros clandestinos del país. Este espacio enmarca todos los ejemplos de aberraciones de la dictadura. E incluye el único caso de una persona que sobrevivió a este lugar y que después de dar testimonio sobre lo que le pasó acá, volvió a desaparecer, como es el caso de Jorge Julio López. «