El exministro de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva Lino Barañao explicó durante una entrevista radial concedida a la programa de radio las causas por las cuales permaneció en el cargo durante el gobierno de Mauricio Macri aun cuando el CONICET integró la lista de instituciones que sufrieron severos recortes y se desalentaron la políticas de desarrollo científico. 

Según afirmó, muchos no entendieron su actitud, que tenía como objetivo evitar males mayores y lo trataron como si no fuera la misma persona que había ejercido el mismo cargo durante el gobierno de Cristina Fernández. “Yo fui siempre el mismo –dijo- no es que vino un gitano, me robó y me cambió por otro.” La expresión discriminatoria hacia ese grupo étnico y cultural pasó inadvertida para el entrevistador y también para la audiencia. Sin embargo, no pasó inadvertido para el escritor gitano Jorge Nedich, quien desde hace muchos años viene luchando por la causa gitana y sufrió en carne propia los efectos de la marginalidad. Debido al nomadismo no pudo escolarizarse, lo que no le impidió aprender a leer con las historietas que vendía en los trenes. Llegó a la Universidad cuando ya tenía dos libros publicados y se recibió de profesor de Literatura sin haber pasado casi por el colegio primario y, menos aún, el secundario. Casi todos sus libros de ficción se centran en el tema gitano y es autor de El pueblo rebelde, donde pasa revista a la situación de su comunidad.

Fue él quien acercó el audio de Barañao a Tiempo Argentino y dialogó acerca de la discriminación que sufren los gitanos en la Argentina y en el mundo.

-El exministro Barañao parece haber dicho lo que dijo con total inconciencia y no se encendió ninguna alarma. ¿También vos lo percibís así?

-Sí, no se encendió ninguna alarma porque los gitanos no formamos parte de la interculturalidad. Hace 27 años que vengo reclamando a los ministerios que inserten en los manuales de Lengua, Literatura e Historia dos páginas que hablen de los gitanos que llegaron a estas tierras en 1536 como parte del contingente de Don Pedro de Mendoza. En 1870, con la gran inmigración, llegó otro grupo. Siempre fuimos marginados y discriminados. Que un exministro diga algo así es grave, porque sienta un precedente, ya que fue y sigue siendo una autoridad y lo dio públicamente.

-¿Te sorprende que un exministro pueda no tener conciencia de lo que dijo?

-En este caso me llama la atención porque tuvo relación con el CONICET 16 años de su vida y allí se realizaron trabajos muy logrados sobre los gitanos de los cuales parece no tener noción. Quienes investigan saben que la población gitana argentina es analfabeta en un 60 por ciento y tiene un 50 por ciento de indocumentados. Cuando se abrió una maestría de Diversidad Cultural en la Universidad de Tres de Febrero, una de las cátedras iba a ser de estudios gitanos y la iba a dictar yo, pero los mismos directores, Hamurabi Noufouri y Daniel Feierstein, se opusieron a que hubiera una asignatura sobre los gitanos diciendo que teníamos problemas internos y desavenencias. El propio director de la Univesidad , Jozami, dijo que la asignatura generaba un poco de ruido. De modo que no figuramos en una cátedra de diversidad cultural que sería precisamente el lugar en el que deberíamos figurar.

-¿Cómo se sale de esta situación de marginalidad?

-No se sale si no es con educación. Nosotros necesitamos que nuestros chicos vayan a la escuela, que los acepten como compañeros de escuela, que nos acepten como compañeros de trabajo, que acepten a nuestras mujeres vestidas a la usanza gitana, cosa que ya casi no hacen para salir a la calle porque las maltratan, las hostigan. Esto agrava un choque de culturas que no favorece a nadie.

-¿Hubo en la Argentina hechos muy explícitos de discriminación hacia los gitanos?

-Sí, durante el primer peronismo, donde hubo una gran matanza. Sólo en la provincia de Buenos Aires se incendiaron más de cien carpas porque Perón no quería carpas. Esto estaba en sintonía con lo que estaba pasando en la década del 40 en Europa, donde hubo una gran matanza de gitanos. En los años 70 los gitanos fueron echados de la Plaza Moseñor De Andrea, de la Recoleta, de Mar del Plata durante el Mundial 78, cuando se inauguró un estadio y se los sacó de la Avenida Jara. Todos los desalojos fueron si indemnización. De los gitanos, como lo hizo el exministro, se puede decir cualquier cosa porque al no ir a la escuela no conocen sus derechos, no tienen trabajo formalmente reconocido y por lo tanto no hacen aportes, viven en la marginalidad. Insertarnos en el sistema educativo sería incorporarnos a la actividad cultural del país, pero eso no se hace. A mí me han rechazo infinidad de veces la inclusión de esas dos páginas en los manuales escolares.

-¿Ningún gobierno mostró buena predisposición?

-Durante el gobierno anterior yo llevé material para dar unos seminarios en Derechos Humanos y para hacer una capacitación en el Ministerio de Educación y finalmente terminaron dictándolos los punteros políticos de ellos. Los dictó la Secretaría de Derechos Humanos el año pasado con un programa que había presentado yo. Necesitamos hacerlo nosotros mismos para convertirnos en referentes de nuestra comunidad y hacer la transformación que necesitamos. Esa transformación es imposible sin educación. Si un exministro dice lo que dijo Barañao estamos muy lejos de poder solucionar nuestros problemas y las consecuencias las sufren, sobre todo, los chicos y las mujeres. Ahora tengo cierta esperanza. Yo formé una comisión y estuvimos reunidos con Carlos Álvarez y la subsecretaria de Derechos Humanos que pareció muy interesada en el tema. Esperamos que pase algo. No pedimos planes sociales, sino derechos y la posibilidad de educarnos.

-¿Cuántos gitanos hay hoy en Argentina?

-Ése es otro de los temas. Jamás se hizo un censo que contemplara a nuestra población y ése es un modo de esconder los problemas. En el observatorio estamos viendo en trazos grueso que hay entre 25.000 y 30.000. A veces se dan cifras de 300.000 y 500.000, pero eso no es cierto. Yo conozco las poblaciones gitanas del país y sé que no hay esa cantidad. Por lo tanto, el problema es más fácil de resolver. Necesitamos trabajar puertas adentro para que la educación sea un bien para la comunidad y que la escuela nos franquee el acceso. Por el racismo naturalizado como el que demostró el exministro, a veces vamos a una escuela y nos dicen que no hay vacantes cuando si las hay para chicos que no sean gitanos. Por eso necesitamos que haya gitanos en el INADI, en Derechos Humanos, en el Ministerio de Educación. Y no estoy mendigando un puesto. Esto es un pedido de Naciones Unidas que insta a toda América a convertir a los gitanos en sujetos de derecho y propone ayudar a sus líderes para que se conviertan en referentes, empoderarlos para que puedan llevar adelante la transformación. Pero se hace una reunión, una mesa de diálogo, se firma, se saca una foto y no pasa nada más.   

-¿La marginalidad de los gitanos se da en todo el mundo?

-Sin excepción en todos los países. En varios aeropuertos de Europa he visto carteles que indicaban “Gitanos formar fila aquí”. Mucha gente no quiere formar fila con nosotros. En la República Checa, por ejemplo, si vas a un museo o a un teatro con un pañuelo floreado o algo que tenga que ver con la vestimenta gitana, no te venden la entrada. En ningún lugar de Europa los gitanos pueden ingresar a un bar o a un restaurante con su familia si están vestidos a la usanza, inclusive si no lo están pero los reconocen como gitanos. Sí los contratan como músicos, como artistas, pero no se les permite ser parroquianos. Como no tenemos acceso a la educación no somos ciudadanos y, en algunos casos, ni siquiera consumidores porque tenemos muchos problemas si queremos asociarnos a una prepaga, a un club, si queremos ir a un boliche de buen nivel de la Recoleta a comer. No soy un purista y soy una persona amplia, pero creo que el exministro nunca hubiera dicho “me robó un judío y me cambió por otro”.