Qué mejor para los chicos y chicas que un campamento donde los libros crecen como frutos. Un espacio donde la lectura no es una obligación sino parte del juego y donde el fogón vuelve a ser el lugar y la excusa para imaginar y contar historias, como los pueblos hacen desde tiempos inmemoriales.

La idea tomó cuerpo en la terraza del Centro Cultural de la Ciencia (C3), Godoy Cruz 2270, pleno Palermo, arriba de las salas del Tiempo y el Azar, donde está el fogón de tela y abrojo, donde las piedras son mullidos almohadones, donde las carpas tienen bolsillos repletos de libros. Algunos conocerán el C3, pues el edificio está pegado al del Conicet, donde investigadores y científicos argentinos suelen reunirse no sólo para estudiar sino, en los últimos tiempos, para reclamar el valor del trabajo académico. El C3 es el lugar en el que la comunidad científica interactúa directamente con el público en general y una de sus propuestas, dirigida a chicos de hasta 12 años, puede visitarse de jueves a domingo de 18 a 20 hs. de manera gratuita.

El C3 y Raquel Franco, de la productora Micromundos y directora de pequeño editor, son los responsables de esta experiencia que arrancó por primera vez en 2017 en Villa María, Córdoba. Franco cuenta que “los chicos llegan al campamento montado en la terraza y se meten espontáneamente en las carpas, eligen los libros que quieren, los que más los atraen, se tiran en las colchonetas a leer, les piden a un adulto que esté cerca que les lea, juegan con los almohadones, se sientan alrededor del fuego.

–Cuando los chicos llegan se apropian del lugar… 

–En el campamento hay una circulación natural, instintiva. El mero hecho de estar en el escenario genera juego, y el libro es un componente más de ese espacio. Para los chicos, es natural usarlos como parte de esa escenificación, como si jugaran con ramitas o piedras. Entonces, hay muchas situaciones en que los pibes juegan que están adentro de la carpa y hay animales afuera, que leen con los amigos o con los hermanos. Los chicos explotan el escenario que da para que su fantasía vuele. Incluyen los libros en esa fantasía. Ellos entran como si entraran a una sala de juego que les pertenece. Leen en grupos, se prestan los libros, y sobre todo, los adultos se incluyen. Muchas veces los grandes no tienen tiempo para leerles a los chicos, porque están trabajando, porque es de noche y es muy tarde. En cambio en el Campamento se sientan en una piedra, una piedra falsa porque son almohadones, y se les ponen a leer a los chicos espontáneamente. Se da una situación de mediación de la lectura.

–¿Cómo surgió esta propuesta?

–Esto surgió alrededor de una mirada puesta en la promoción de la lectura, en relación con el acceso a la cultura escrita. Los chicos que tienen más oportunidades –y no hablo sólo de éxito escolar, sino de inclusión social más fuerte– son los que tienen más acceso a la lectura y escritura. Y la única manera de que los chicos lleguen a la escuela con capacidad para adquirir las capacidades de lectoescritura es que se les hayan contado cuentos desde muy chicos. Entonces bajo esta mirada de que la promoción de la escritura y la lectura tiene que seguir haciéndose pensamos un proyecto donde los chicos estuviesen compartiendo la lectura con adultos en un escenario distinto. Retomamos aquella idea de contar ideas alrededor del fogón, que es una práctica humana de todos los tiempos. ¿Y cuál es hoy el escenario más propicio para eso? El campamento. Construimos un escenario con esas características, hicimos las carpas, en cuyos laterales armamos las bibliotecas.

–¿Cómo seleccionan los libros?

–Ese es un punto esencial, porque no se trata de cualquier libro infantil, sino que prácticamente son todos ilustrados y libros álbum con una selección de géneros específica. Esa selección se hizo pensando en libros informativos, libros mudos, historieta, narración y libros para bebés, es decir, para chicos que no leen, su primer acceso es a través de la ilustración. Tenemos una selección especial de libros en cartón. Cada vez que lo hemos hecho se llena de mamás y papás con sus niños.

En total el campamento posee cuatro carpas. En la preparada para los más chiquitos se encuentran libros mudos, ilustrados, en cartón duro. Hay una carpa particular con libros ilustrados de información más “científica” para chicos, sobre las nubes, las enfermedades, la historia, los animales, el Sistema Solar. Una carpa de historietas. Y otra de cuentos ilustrados, ficción y narrativa.

El campamento literario funciona de jueves a domingo, pero los viernes y sábados además se hace un encuentro específico sobre un libro. Dos actores reciben a los pequeños lectores como si fueran los guías de campamento, los involucran en un juego y una canción, después los chicos se dispersan por las carpas. Franco cuenta que en esta actividad en la que participan hasta veinte chicos “todos leen el mismo libro: Mi papá estuvo en la selva (de Gusti y Anne Decis y publicado por pequeño editor) y después se los invita al fogón, donde se habla de ecología, medioambiente, diversidad cultural, porque el personaje del libro, Théo, escucha una aventura en la voz de su propio padre: la de los días que pasó en la selva ecuatoriana para conocer al águila harpía. Entonces desde el C3, tomamos ese relato con un pequeño contenido científico y trabajamos alrededor de él”.