El mes pasado, Netflix sumó la película El diario de Bridget Jones a su servicio de streaming. La generación millennial, que ahora tiene entre 25 y 39 años, vivió su adolescencia teniendo a Bridget como modelo de mujer “perdedora” o con mala suerte. La película, basada en el libro homónimo de Helen Fielding, se estrenó en 2001 pero en una revisión contemporánea, la sensación no es la misma que 20 años antes.

Hace apenas dos décadas, los portales de entretenimiento remarcaban todo lo que la protagonista Renee Zelweger tuvo que aumentar de peso para interpretar a una chica “gordita”, como se dice “cariñosamente”. Hoy, toda la parafernalia que rodeó y rodea a la película parece absurda.

Como toda buena película de comedia de hollywood empieza con un conflicto y con la presentación del personaje protagónico: ella es Bridget Jones, tiene 32 años, pesa 62 kilos y está soltera. ¿Cuál sería el conflicto? Que Bridget tiene 32 años (vieja), que está soltera (fracasada) y pesa 62 kilos (gorda). Bridget no es gorda ni gordita pero esto es algo que remarcan constantemente en la película, no solo con la protagonista anotando su peso y queriendo bajar, sino con comentarios de otros personajes, como la novia de Daniel Cleaver (Hugh Grant) que le dice literalmente, “pensé que eras más flaca”.

Una vez presentado al personaje, tenemos al galán y un poco antagonista de la película: el hegemónico Hugh Grant en el rol de Daniel Cleaver, jefe de Bridget en una editorial. En una de las primeras escenas vemos como Daniel le toca la cola a Britget sin consentimiento. También en esa secuencia vemos como Daniel opina sobre el cuerpo y ropa de Bridget, como si fuera un maniquí. En otra secuencia ella “se prepara para la cita” en la clásica escena de depilación y maquillaje y se pone una faja para que no se le note la panza.

El personaje de Bridget Jones, además de sufrir aparentemente sobrepeso, es una “perdedora”, tanto para les espectadores como para todo aquel que rodea a Bridget (familia, amigos y jefe) porque tiene 32 años y está soltera. Y, pese a estar “sola”, los dos varones que se enamoran de ella durante la película, son dos hombres hegemónicos: Hugh Grant y Colinf Firth, este último en el papel de Mark Darcy, con quién se queda, ya que no podía tener un final de otra manera en una película donde la protagonista se autopercibe fracasada por tener treinta y no estar casada ni tener hijos.

Por supuesto, se podría jugar desde el lado de la comedia con estos postulados que le exigen a las mujeres y son una carga (ser flaca, linda, estar casa y con hijos a partir de determinada edad, etc) y es algo que la película retrata muy bien en el inicio. De hecho Bridget no acepta a Daniel de vuelta cuando él quiere volver a ser su pareja, ya que ve, finalmente, lo mal que la trató. Sin embargo, por más que la ridiculicen, al final Bridget corre en bombacha por las calles nevadas hacia Darcy y se besan, escena que nos hicieron desear durante toda la película. Si, por ejemplo, ella hubiera terminado sola, o dudando si salir o no con Darcy, y también dándose cuenta de todas las cosas buenas de su vida, el final hubiera resignificado toda la película y hubiera sido una auténtica comedia sobre las presiones sociales que sufren las mujeres.

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Este breve análisis nos sirve para ver que ni aun la comedia romántica más “progresista” o menos sexista de principios de los 2000, se salva del ideal del amor romántico cinematográfico. Ya desde chicas, se nos enseña a través de relatos clásicos que hay que dejar todo por amor (La Sirenita, La Bella Durmiente, La Cenicienta y tantos otros clásicos de Disney), que no estamos completas sin ese otro varón cis heterosexual. Las comedias románticas para un público más adulto, tampoco ofrecen un panorama mejor; Mujer Bonita (1990), Romeo+Julieta (1996) o hasta Realmente amor (2003) dejan a las protagonistas mujeres en un lugar de solo ser completas (o hasta cambiadas) a través del romance. Estos clásicos se siguen consumiendo y, si bien es verdad que pertenecen a otra época, es menester analizarlos para ver la implicancia de la cultura que crean e imparten, generando estereotipos trillados de amor romántico y no demostrando que hay otras cosas valiosas más allá del amor, sobre todo para quienes están creciendo e incorporando a sus vidas una mirada crítica (o no) de las relaciones afectivas.

¿Qué alternativas hay a esta narrativa clásica del amor romántico? Las películas llevan más de 100 años mostrándonos como un varón y una mujer se besan al final de la película y como han luchado por ese amor durante todo el film y se expandió una idea de amor romántico pegajoso que hoy se refleja en el día de los enamorados. Hay muchas películas que ponen en cuestión la idea del amor romántico y nos ofrecen otro tipo de narrativas que deconstruyen la fantasía del “príncipe azul”.

The Lobster (2015) de Yorgos Lanthimos plantea una premisa distópica en donde varias personas se encierran en un hotel a todo lujo y tienen que encontrar pareja, de lo contrario se convierten en animales y viven para siempre así; eso sí, pueden elegir el animal que quieren ser. En esta película, Yorgos reflexiona sobre el lugar de presión que se le da al “estar en pareja”. El mismo director filmó La favorita (2018) película super premiada en donde relata la historia la reina Ana de Gran Bretaña, quien debilitada de salud ocupa el trono mientras que su amiga y amante Lady gobierna en la práctica; hasta que llega Abigail, una chica de clase baja que ve una oportunidad de regresar a sus raíces aristocráticas conquistando a Ana. La Favorita no sólo se centra en relaciones lésbicas sino que sus protagonsitas usan el sexo y el amor como fuente de poder. Por su parte, Her (2014) de Spike Jonze también se sitúa en un universo distópico, donde un hombre se enamora de su sistema operativo; el relato nos lleva a la idea que nunca los veremos juntos y coquetea de manera irónica con la idea del amor ideal y romántico.

Por otro lado, fuera de la ciencia ficción, Greta Gerwig, directora, guionista y actriz del cine “indie”,filmó en 2017 su ópera prima Lady Bird – nominada a los premios Oscar como mejor guión y mejor dirección. Lady Bird es una comedia dramática de una adolescente de principios de los 2000 que se cuestiona todo: el aborto, las relaciones heterosexuales y la carrera universitaria. Algo similar pasa en Frances Ha, escrita y protagonizada por ella y dirigida por Noah Baumbach. Frances Ha es una película de búsqueda, un “coming of age” de amor no tradicional y con personajes que se contradicen, que no caen en estereotipos.

Si vamos a lo clásico, en La Boda de mi Mejor Amigo (1997), la protagonista, Julia Roberts, no termina con quien desea ni tampoco con ningún otro interés romántico; termina bailando con su mejor amigo en el casamiento, con otra mujer, del chico que amaba.

Y por último, es más común encontrar narrativas modernas en torno al amor en series de diferentes géneros. En Crazy Ex Girlfriend, creada por Rachel Bloom, la protagonista se muda de ciudad buscando al amor de su infancia, recreando escenarios idílicos románticos y siendo toda la serie una gran ironía sobre el amor romántico y las relaciones. En Please Like Me, comedia dramática creada por el mismo protagonista, Josh Thomas, se interroga sobre el amor romántico y la diversidad sexual. En Fleabag, la serie de Phoebe Waller Bridge, la protagonista vive varios amoríos sin rumbo en la primera temporada y en la segunda se enamora de un cura (spoiler) con quién no termina en pareja.