Allá lejos y hace tiempo el ministro de Cultura Pablo Avelluto anunció que su plan cultural estaría signado por el federalismo. Lo que no explicó es qué significa exactamente ese concepto ni como se implementa. Hasta el momento es difícil entender qué significa ser federal no sólo para Avelutto, sino para el gobierno del PRO como no sea el traspaso a las provincias del problema docente cuya solución debería encontrar el gobierno nacional, la destrucción progresiva de las industrias regionales, que, justo es reconocerlo, se empobrecen al mismo ritmo en todo el territorio en un sincronizado deterioro federal. 

El ingeniero y empresario hotelero Hernán Lombardi, Titular de Medios y Contenidos Públicos llegó a Misiones en el mismo momento en el que, en el Parque del Conocimiento, se llevaba un congreso de literatura e infancia generado desde la propia provincia y que estuvo constituido, en su mayoría, por docente. Sin embargo, los asistentes a él debieron utilizar la entrada más alejada de la principal, donde paran los medios de transporte público para dejar paso a la avanzada federal de los dinosaurios. 

Un vallado de varios metros, además, trataba de evitar posibles escraches. El gobernador de Misiones, Hugo Passalacqua, dijo que la llegada de los dinosaurios constituía una “reparación histórica” ya que las provincias han sido siempre olvidadas por Buenos Aires. Es esperable que esta reparación histórica no resulte tan fallida como la de los jubilados. 

No es criticable que Negrópolis como solía llamarse despectivamente el proyecto pensado y realizado por el gobierno anterior, ahora constituido en Rubiópolis  visite las provincias donde la gente no es blanca  y pura como, según Pamela David, lo es la familia del presidente de la Nación. Lo que sí en cambio es criticable es que se suponga que es siempre Buenos Aires, la iluminada, la que se limite a llevar lo que se produce en la capital.

 Las políticas culturales deberían a tender a estimular la producción de cada región. Pero en un proyecto político que como “José Mercado compra todo importado” resulta difícil pensar que el gobierno imagine que las provincias puedan producir bienes culturales por sí mismas. Cabe destacar, además, que el plan federal parece consistir en reapropiarse de la pesada herencia cultural y reciclarla, es decir, pasarles el plumero a los dinosaurios y mandarlos a pasear por el país. Hoy, Lombardi, ya de regreso de Misiones y quizá por su contacto excesivo contacto con los dinosaurios, se dedica en los medios a intentar boicotear el paro nacional del jueves como si no fuera un derecho constitucional de los trabajadores. 

Paralelamente, en otro alarde de federalismo, el Ministerio de Cultura de la Nación presentó la Red Nacional de las Casas del Bicentenario ante los representantes de las 116 que existen en el país y que también son producto de la pesada herencia. “Por primera vez –dice el comunicado de prensa-, representantes de estos espacios –que nacieron por iniciativa del Estado Nacional para conmemora los 200 años de la Revolución de Mayo- se reunieron en su totalidad para relanzar el programa federal que apunta a darles mayor participación y visibilidad.” 

Por su parte, la directora de Innovación Cultural del Ministerio de Cultura del Ministerio de Cultura de la Nación, Alejandrina D´Elía expresó que “en un principio nacen con una impronta audiovisual-escénica, el año pasado pasan a depender de la Subesecretaría de Economía Creativa, y nos planteamos repensar esas casas sin sacarles identidad. Queremos que sean motor de sus economías creativas locales, y queremos lograr ese contenido a través de una serie de acciones que les den una impronta más de creatividad e innovación.” El propósito parece tan vago como el del propio presidente Macri de unir a los argentinos.  Las Casas del Bicentenario se construyeron durante la gestión anterior, aunque en el discurso oficial  prefiera hablar de Estado Nacional para no nombrar a Cristina Kirchner. 

Si hubiera que caracterizar la gestión cultural de este gobierno, podría decirse que igual que anuncia que genera empleo mientras se producen despidos en masa, anuncia acciones culturales que no terminan de entenderse y que necesitan de poca inversión porque los bienes culturales desde Tecnópolis hasta las Casas de Bicentenario forman parte de la “pesada herencia”. Mientras tanto, el Teatro San Martín sigue cerrado igual que el Museo Sívori y el gobierno continúa apuntando contra los centros culturales que aún logran sobrevivir.  Hasta el momento, la propuesta cultural más clara ha sido el anunciado intento de cambiarle el nombre al Centro Cultural Kirchner por el de Gustavo Cerati. Una extraña forma de impulsar la cultura y federalizarla.