Este jueves se estrena Respira, la tercera película Gabriel Grieco, el ya reconocido director que pone su marca autoral a través del género (en especial el fantástico y la acción, y en este caso el suspenso). Aquí cuenta la historia de Leonardo (Lautaro Delgado Tymruk), que consigue trabajo como piloto fumigador de plantaciones de soja, y se muda con su familia de la ciudad al campo. En breve descubrirá que se trata de un negocio non sancto.

«Es una película que quiero ver con mis hijos» define Lautaro Delgado Tymruk. Es que, como dice casi a continuación, Respira «tiene cierto espíritu que recuerda al cine de Spielberg». La acción manda y alrededor de ella se van presentando varios temas en distintos niveles: la ecología y la sustentabilidad de la producción agropecuaria, el valor de él como hombre ante los cuestionamientos de su mujer (Sofía Gala), su paternidad y la heroicidad compartida en pie de igualdad entre padre, madre y unos pobres que se revelan ante el abuso de poder. En lo más íntimo, se puede arriesgar, a Delgado también lo atrapa una cierta reminiscencia a las películas que supo filmar y actuar de chico.

«Estoy haciendo papeles muy físicos, si bien toda actuación es física –comenta–. De hecho, la coreografía de la pelea de Respira la hice yo. Tengo mucha experiencia en eso; también hice la de la miniserie Combatientes«. Y como un niño que no se vanagloria pero tampoco habla con falsa modestia, sólo con la fascinación de haberlo vivido, recuerda: «De chico hacía karate, y en ese gimnasio estaba Chicho de Catanzaro (Mister Moto), que participaba de Titanes en el ring. Después de nosotros siempre venían los ex Titanes, o sea que yo veía cambiarse al Gurka, La Momia, el Pibe 10… Creo que hay algo de esa cosmovisión de los superhéroes de barrio que  me atravesó». 

Delgado Tymruk pasó su infancia en la casa de Monte Grande de su tío, dueño de un proyector de Súper 8, una videocasetera –»veíamos las películas de Freddy Kruger, Terminator, Los Goonies, Blade«– y una cámara Súper VHS que le prestaba a él y usaba junto a su primo para filmar en «una especie de bosque de por ahí». «Fueron mis primeras experiencias de actuación. Y la música de mi obra la hace mi primo Marco: sentimos que es una continuidad de lo que hacíamos de chicos», revela.


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La obra que dirige y repondrá el próximo 7 de marzo se llama El corazón del mundo, y es de su amigo Santiago Loza, con quien hizo la carrera de dramaturgia. «Tenía la obra pero no sabía cómo encararla. Y fue una experiencia maravillosa a partir de la curiosidad de mi hijo mayor, Matías, que es fanático de Tesla y de Leonardo da Vinci –seguro va a ser un inventor–. Él me preguntó: ‘Papá, ¿cómo se hace un holograma?’ Y nos pusimos a buscar tutoriales en YouTube y empezamos a probar con hologramas en miniatura».

La obra trabaja con entre 40 y 50 actores que están en escena, pero no: «En escena real somos Ezequiel Rodríguez, William Prociuk y yo, que interactuamos con los hologramas. Yo digo que es teatro fantasmático. Y para mí fue como jugar una partida de ajedrez con la mitad de las piezas, porque me imaginaba dónde iban a estar los hologramas para marcar a los actores, y cuando dirigía la película holográfica tenía que imaginar dónde iban a estar los actores en escena».

Delgado Tymruk –desde hace unos años firma con doble apellido– estudió cine en la Escuela de Avellaneda, en la Universidad del Cine y en Monte Grande, claro. En dos meses estrenará su ópera prima: Treplevs. Además de dramaturgo y actor, estudió magia y practica boxeo, también se anima –por eso de trabajar con hologramas, entre otras cosas– a la reflexión pública sobre su profesión: dio un seminario en el Centro Cultural Rojas que llamó El actor en la era de la reproducción técnica.