En la antesala de la nueva etapa, la ciudad presenta su ritmo habitual, a diferencia de los primeros días del aislamiento, cuando todo era ese silencio que tanto impactaba. De a poco, mientras se fueron flexibilizando las medidas, se fue formando esta postal temerosa que hoy ofrece gente por todos lados, manifestaciones y hasta protestas en los propios hospitales. Muchos vehículos y un fuerte flujo de personas que van y vienen. En Once, por ejemplo, los comercios mantienen sus persianas bajas pero igual atienden rozando la clandestinidad, mientras en las veredas vendedores ambulantes se arriesgan para ganar un mango. La situación se desmadró. En el medio, los anticuarentenas, las reuniones ilegales, los paseos recreativos, el Dj de Recoleta, la muerte de mujeres que sostenían comedores. Una realidad de miedos y preocupaciones”. Mauricio Polchi ofrecía una síntesis perfecta por la mañana. A la noche, el parte anunciaba casi 3 mil nuevos contagiados y 37 muertos.

Alberto Fernández habló a media tarde. Las medidas que tomó, no por esperadas, dejan de ser valiosísimas. Es la pelea contra la pandemia. La pandemia es el enemigo. No la cuarentena contra la que se escuchan las voces más absurdas. Posiblemente en mucho tiempo no hayamos escuchado tantos dislates en los medios dominantes, de parte de sus periodistas acólitos, que juegan siempre en el sentido de los intereses de un establishment egoísta, que sólo piensa en los aspectos económicos porque cree que su vida siempre estará a salvo, dado que tiene mejores respecto de sectores más vulnerables y más expuestos al coronavirus.

Sobre lo que decidió el gobierno sólo cabe preguntarse por qué las medidas se ponen en marcha el miércoles y si no urgen disposiciones más severas respecto a cómo venía la cuarentena. Si se rompe con esa flexibilidad que se había acordado particularmente en la CABA, por qué esperar hasta el miércoles y no hacerlas regir de inmediato. Eso sí cuesta entender.

Seguramente es parte de una negociación que llevó días y horas y que el presidente debió hacer con Horacio Rodríguez Larreta quien, blindado por los medios de comunicación hegemónicos, debe aceptar los requerimientos que ellos le hacen. Por eso dispuso una flexibilización absurda en la CABA, cuando todavía la situación no estaba bajo control. Y ahora obligó a demorar todo lo posible esta decisión de adoptar las medidas de retroceso que se imponen ante la enorme cantidad de contagiados, el crecimiento del número de muertos y el avance sobre la ocupación de las camas disponibles. Alberto Fernández fue contemplativo y evitó señalarle los perjuicios que al país le provoca lo que ocurre en la CABA.

Duele porque los integrantes del gobierno nacional y de la provincia luchan como titanes ante enemigos terribles. Uno de ellos, el que estaba sentado al lado. Parece mentira que el gobierno haya tenido que negociar algo que había venido implementando tan bien. ¿Cómo es esto? Las medidas se dispusieron porque estamos mal, porque la situación es cada vez más peligrosa, porque en el mundo entero se han equivocado. Ahora se retrocede… Pero a partir del miércoles. ¿Hasta allí seguiremos como si tal cosa? ¿Será porque alguien estará esperando que los números bajen como por arte de magia? Y que los que no iban a poder salir a correr, vuelvan a hacerlo… Como si anunciáramos que dejamos de fumar el lunes, o empezamos una dieta. Siempre lo pateamos para adelante porque no queremos empezar, porque no queremos hacerlo. Por supuesto que el gobierno quería pero  Rodríguez Larreta va con toda la fuerza que le dan los medios.

Estos medios que no cejan en su afán de imponer su enorme poder. Recordemos lo que pasó el viernes, como un ejemplo emblemático. Se recordaban los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. No olvidemos que Clarín tituló, entonces: “La crisis causó dos nuevas muertes”. No, no era la represión atroz… Y esta vez fueron los de su canal al Puente Pueyrredón, pero sesgadamente, como hacen todo, dijeron que era una protesta contra la cuarentena. Y batieron el parche que es una cuestión social, económica, psicológica. Y luego aparece otro esbirro y vuelve a contar lo mal que estamos… Enloquecen a la gente. Su web amaneció diciendo “El presidente anunciará la vuelta a la cuarentena fuerte”. Al lado: “Volverán a cerrar 70 mil comercios y no se podrá correr en la CABA”. Tranquilos, hasta el miércoles, podrán… Y cómo si fuera poco, la foto de una playa británica post cuarentena, que parecía la Bristol: no dicen que sobrepasó a la policía. ¿Querían mostrar que si allí murieron 43 mil y ahora tienen esa vida, porqué aquí no? Y la editorial que apunta al gobierno muy livianamente, porque va y viene en la pandemia, y de paso, cuándo no, enlodan a Cristina Kirchner. Mezclan todo. Hacen mucho daño. Representan un enemigo atroz, tenebroso, malicioso.

Como su supuesto rival: «Persianas bajas», titula. Y repite que así no se puede vivir, que no dejan trabajar y que toda la responsabilidad es del actual gobierno como si lo que hizo su representante, su mandadero durante cuatro años no hubiera generado muchas de estas penurias. Son los que hoy agitan por Vicentin, mañana desentierran otra vez a Nisman, matizan los espionajes vergonzosos del macrismo, maquillan la fuga de capitales de los que fueron cómplices y atacan la negociación de la deuda provocada por esa fuga. Son tantos hechos que no caben en estas páginas. Provoca una inmensa repugnancia tener que sobrellevar todo esto. Son verdaderas bandas.

El Papa Francisco dijo hace poco: “Ponen en serio riesgo la democracia de los países; es el camino para minar los procesos políticos de los países emergentes y propender a la violación sistemática de los derechos sociales”. Javier Timerman (el hermano de Héctor, un hombre que sufrió tanto y tan injustamente que provoca una indignación infinita) dijo una frase que vale la pena refrendar: “El problema es cuando en un país no importan los medios para destruir a alguien que piensa diferente”.

Recordemos. No olvidemos. Esto nos pasó. Esto nos pasa.