La crisis política que se comenzó a incubar a poco de que el excapitán Jair Bolsonaro se puso la banda presidencial, finalmente terminó por consolidar un gobierno que para las grandes decisiones mucho se parece a una junta militar. Reminiscencia de aquella que gobernó al país entre 1964 y 1985 y que Bolsonaro recuerda como un hecho virtuoso en la historia brasileña. Sin embargo, no sería un déjà vu sino que la influencia militar es una suerte de preventivo a una administración que preocupa en el estabilshment brasileño porque lo ven sin rumbo.

La expulsión del secretario general de la Presidencia, Gustavo Bebianno, tiene su secuela. El hombre, cinturón negro de jiujitsu, un arte de defensa japonés muy arraigado en Brasil, estaba enfrentado con los hijos de Bolsonaro, Carlos y Flávio, por cuestiones de influencias políticas.

El escándalo de las cuentas ocultas del chofer de Flávio, Fabricio José de Queiroz, posible testaferro de negocios no tan pulcros del senador carioca, golpearon debajo de la línea de flotación en el mandatario, que había basado su estrategia electoral en la transparencia en pleno auge de la causa Lava Jato, que comandaba el juez Sergio Moro. De hecho, Bolsonaro padre le dio el Ministerio de Justicia al magistrado que llevó a prisión a Lula da Silva.

Para colmo, el presidente tuvo que ser internado para retirarle la bolsa de colostomía que le habían puesto tras la cuchillada que recibió durante la campaña electoral. Bolsonaro no supo muy bien de qué lado venía la filtración sobre las finanzas de su hijo Flávio, pero sospechó de los dos que perfilaban como enemigos del vástago, mucho más derechista en sus expresiones, si cabe, que su progenitor. Uno era Bebianno, el otro su vicepresidente, el general Hamilton Mourão. Por eso se negó a pedir licencia mientras estuvo internado.

Mourão es un militar de estirpe: su padre también vistió uniforme. Integra el complejo entramado de miembros de las Fuerzas Armadas que conforman el núcleo de la gestión bolsonarista desde el primer día. El secretario de Gobierno es el general Carlos Alberto dos Santos Cruz; el titular del Gabinete de Seguridad Institucional, el general Augusto Heleno Ribeiro; el ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo e Silva Minas. En la cartera de Energía está el almirante Bento Costa Lima Leite de Albuquerque, mientras que en Ciencia y Tecnología, el teniente coronel de la Fuerza Aérea, Marcos Pontes, primer astronauta latinoamericano.

Bebianno quedó en el ojo de la tormenta cuando aparecieron los primeros artículos sobre el chofer de Flávio, un policía militar que manejaba cuentas con más de 300 mil dólares con un salario de empleado administrativo. Los Bolsonaro no tuvieron duda que el hombre que comandó el Partido Social Liberal (PSL) que coronó al presidente había filtrado la noticia a O Globo y lo comenzaron a atacar por las redes sociales. Ni lerdo ni perezoso, Bebianno dijo que si él caía también caería el presidente y se negó a renunciar. El presidente lo echó el lunes a la noche y puso en su lugar al general Floriano Peixoto.

Las primeras disidencias de Mourão con Bolsonaro se comenzaron a mostrar cuando el presidente anunció que analizaba trasladar la embajada de Brasil en Israel a Jerusalén, siguiendo los pasos de Estados Unidos. El vicepresidente relativizó el anuncio al decir que Brasil tiene relaciones y reconoció al Estado Palestino. 

Cuando la situación en Venezuela comenzó a escalar y desde el entorno del mandatario se deslizaba un acompañamiento irrestricto al deseo de Donald Trump, fue también el compañero de fórmula del excapitán, quien dijo que «no tendría sentido una intervención militar estadounidense en Venezuela. La cuestión de Venezuela debe ser resuelta por los venezolanos».

La sensación que deja en los analistas este momento de la política brasileña es que el gobierno está a la deriva, que hay pujas internas promovidas por los hijos de Bolsonaro que afectan su desempeño. Y que los militares avanzan para cumplir el objetivo fijado al apoyar la destitución de Dilma Rousseff pero sobre todo, para controlar al hombre que expulsaron por un acto de indisciplina en 1988.