Uno de los primeros decretos de necesidad y urgencia que firmó Mauricio Macri cuando llegó a la Casa Rosada fue para designar a Diego Guelar como embajador argentino en China. El diplomático tiene 66 años y lleva diez meses en Beijing, desde donde también atiende la representación en Mongolia. . En diálogo con Tiempo Argentino, Guelar admite que formó parte del pelotón de funcionarios de Cambiemos que aseguraba una victoria demócrata, pero ahora suscribe a la lectura oficial que lanzó el gobierno, para sostener que «no pasa nada» con el fin de la era Obama. A pesar de ello, el diplomático se muestra autocrítico sobre la relación que promueve Buenos Aires sobre China y desliza que, parte de la salida, tiene que ver con ese país, y no con Estados Unidos. «En Argentina estamos planteando que cambia todo con la llegada de Trump, y no es cierto. Yo formé parte del esquema de campaña que sostenía que había que abandonar el planteo antinorteamericano y lo hicimos, pero eso no implica que la realidad sea otra. Si Hillary Clinton hubiera sido presidenta no habría cambiado nada», dice.

–El jefe de Gabinete Marcos Peña habló de incertidumbre ante el cambio y otros funcionarios sostienen que las consecuencias económicas serán negativas. ¿Coincide?

–Para nada. Los países más importantes para nosotros son, en este orden: Brasil y China. Y la significación es porque entre nuestro país y Brasil aportamos el 23% de alimentos que importa China, que tiene 1400 millones de habitantes y no posee autoabastecimiento alimentario. El segundo proveedor es EE UU, que aporta el 20 por ciento. Si analizamos solamente a Argentina, no tenemos ninguna centralidad. Padecemos lo que llamo una marginalidad geográfica.

–Plantea un mayor acercamiento con China para equilibrar un posible cierre de los mercados norteamericanos?

–Lo que digo es que tenemos que ver cómo nos colocamos, junto a Brasil, en el esquema de seguridad alimentaria de China, pero esta centralidad no la tenemos clara. Con Beijing pasa todo lo contrario que con Washington. Acá en China, donde tenemos una gran centralidad, estamos más lentos de lo que deberíamos. Lo mismo pasa con Brasil. Con ambos países tenemos el 90% a favor y solo avanzamos en un 20.

–Para Ud, cuál será la mayor preocupación de Trump en América Latina?

–El gran tema es México. Tiene una importancia extraordinaria. Durante la campaña fue clave y lo seguirá siendo. A Trump le resta ajustar la retórica de campaña, porque en la realidad de los EEUU, México comercia 1500 millones de dólares por día y, como si fuera poco, el 12% del electorado norteamericano es de origen mexicano. Con esos ingredientes, el gran factor de ajuste para Trump será cómo salir de la trampa de las declaraciones antimexicanas.

–En ese contexto, cómo será la relación con Buenos Aires?

–Creo que Trump va a poner a un embajador tan hiperactivo como es Noah Mamet. No habrá una gran alteración. Estamos muy lejos de EE UU con Trump o con Hillary. Y esta lejanía no la inventó Kirchner, que hizo una interpretación de lo vacía que estaba la agenda y por eso incorporó en el relato el antiimperialismo, porque sabía que no era de donde iba a sacar algo. «