En sus últimas apariciones públicas, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, insistió en que el gobierno prepara una reforma tributaria para el año que viene. «Vamos a bajar los impuestos. Las alícuotas van a ser más bajas», prometió. Aunque los planes oficiales en la materia todavía no fueron revelados, las medidas tomadas durante el primer año y medio de gestión de Cambiemos, tanto en el rubro impositivo como en su política económica en general, ya empezaron a producir modificaciones en el mapa social. A partir de las estadísticas oficiales, y continuando con indicadores sobre consumo de productos premium, se adivina un nuevo escenario que concentra el ingreso en sectores minoritarios.

Entre los desencadenantes se encuentran las modificaciones impositivas que benefician a los grupos más adinerados. Un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) concluye que en el último año y medio subió la proporción de los impuestos regresivos, como el IVA, los impuestos a los Créditos y Débitos Bancarios, a los Combustibles, Internos y el Adicional sobre Cigarrillos, que son cobrados sin distinguir el poder adquisitivo del contribuyente. Este grupo aportaba en promedio el 55,24% de la recaudación hasta 2015, mientras que durante 2016 y el primer bimestre de este año su participación creció al 59,54 por ciento. En cambio, los impuestos progresivos, que se abonan en función de la mayor renta o patrimonio, bajaron del 44,76% al 40,46% en el mismo período. En ese lote se encuentran Ganancias, Bienes Personales, Ganancia Mínima Presunta y los derivados del Comercio Exterior (básicamente, retenciones), que pagan los que más tienen o facturan. Esta semana la AFIP dio un nuevo paso en esa dirección, al anunciar la devolución de anticipos a los contribuyentes de Bienes Personales.

Mientras la inflación va limando cada mes el poder de compra de los salarios y de los planes sociales, los grupos económicos vinculados al comercio exterior aprovecharon la devaluación y la quita de retenciones para aumentar sus ingresos. Paralelamente, el costo laboral de las grandes empresas también se redujo gracias a que el año pasado los salarios aumentaron por debajo del costo de vida y en las últimas paritarias hubo una fortísima presión oficial para evitar cualquier recomposición en términos reales.

Hablan los números

Los índices estadísticos confirman el beneficio que recogieron los sectores ubicados en lo más alto de la pirámide social. En su informe correspondiente al primer trimestre de 2017, el Indec estimó que el 10% de la población con mayores ingresos se queda con el 30,9% de la riqueza total, con una entrada individual promedio de $ 39.301 por mes. En tanto, el 10% de la población con menores ingresos apenas recibe el 1,3% de la riqueza y recibe en promedio $ 1.598 por persona. En otras palabras, el primer grupo, conocido como decil 10, se lleva el equivalente a 23,8 veces lo que recibe el decil 1. Ese es el tamaño de la brecha social.

Otra medición del Indec es el coeficiente de Gini, que mide la distancia entre la distribución existente con una ideal, en la que todos los ciudadanos tuvieran el mismo ingreso. La desigualdad es mayor cuando el coeficiente se acerca a 1. En Argentina, el Gini del primer trimestre del año fue de 0,437, por encima del correspondiente a fines de 2016 (0,428). Si bien la crisis que vivió el Indec dificulta las comparaciones con períodos recientes, algunos trabajos privados, como el que hizo el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz en base a datos oficiales, muestran que ese indicador se deterioró entre 4% y 8% entre el segundo trimestre de 2015 y el mismo período de 2016.

Las diferencias sociales también se evidencian en análisis más locales. Es el caso de la Ciudad de Buenos Aires, cuya Dirección General de Estadística y Censos realiza cálculos agrupando geográficamente a las comunas porteñas. Según ese organismo, el ingreso total familiar en los hogares del Norte de la ciudad es de $ 37.762, en el Centro de $ 30.230 y en el Sur, de $ 25.958. A nivel individual las diferencias se agrandan, ya que en la zona más pobre de la ciudad suele haber más habitantes por grupo familiar y/o vivienda. La brecha entre los deciles 10 y 1 es menor (16,1 veces si se considera el ingreso individual y 22,2 en la consideración por familias) y por eso el coeficiente de Gini se reduce a 0,388. De todos modos, es mayor que el 0,369 de fines de 2014, cuando comenzó la medición local, lo que demuestra que el proceso de concentración del ingreso en la Ciudad también se agudizó.

Alta gama

El campo mejoró su situación relativa en el último año y medio, gracias a la devaluación y la quita de retenciones a la exportación. Por eso la producción del sector aumentó entre el primer trimestre de este año y el mismo período de 2016 un 4,3%, bastante más del 0,3% que creció el PBI nacional. Eso permitió un boom de ventas de las camionetas pick-up, imprescindibles para los caminos rurales. Mezclándolas en el listado con los automotores livianos, la Toyota Hilux es el cuarto modelo más vendido del país, de acuerdo al ranking de patentamientos que elabora ACARA. A pesar de que su precio de lista arranca desde los $ 448 mil (el modelo full cuesta $ 1.085.000), compite de igual a igual con el Renault Sandero, el VW Gol y el Chevrolet Onyx, que salen menos de la mitad. El repunte de la venta de autos 0 km, que creció 31,4% en el semestre con relación a la primera mitad de 2016, también va de la mano de otra rebaja tributaria del gobierno, que elevó la base para el impuesto a los autos de lujo a $ 380 mil: a partir de allí la alícuota es de 10%, contra el 30% establecido hasta 2015.

El furor por los rodados de alta gama llegó a las motos: según el resumen de esta semana de CAFAM (Cámara de Fabricantes de Motovehículos), se duplicó el patentamiento de motos premium, con valores superiores a los U$S 15 mil. La demanda de las Harley Davidson creció 523% y la de BMW, 260%. Otra muestra de que en medio de privaciones de grandes franjas de la población, algunos sectores se pueden dar ciertos lujos. «

Los cambios en Bienes Personales

La ley de blanqueo produjo un cambio radical en la forma de tributar Bienes Personales. Hasta ese momento, a mediados del año pasado, el impuesto se pagaba sobre todo el valor de los activos si ese valor superaba los 300 mil pesos. Además, existía una escala que iba desde el 0,5% al 1,25%: el nivel de la escala subía mientras más alto era el patrimonio declarado por el contribuyente.

La reforma modificó todo esto. En primer lugar, se estableció un mínimo no imponible, es decir, que solo se paga Bienes Personales a partir del excedente sobre ese mínimo. En segundo lugar, ese mínimo se estableció en 800 mil pesos para el período fiscal 2016 y en 950 mil para el 2017. En tercer lugar, el gobierno eliminó las escalas progresivas (a mayor riqueza exteriorizada, mayor porcentaje) y la aplanó en 0,75% para el período fiscal 2016, 0,5% para el 2017 y 0,25% a partir de 2018. «Este cambio de esquema de tasas impositivas implica que el beneficio tributario gozado por los contribuyentes será importante pero variable y se perderá la progresividad que las alícuotas crecientes propiciaban», dijo el Instituto Argentino de Análisis Fiscal.

Por último, quienes tributaban Bienes y no ingresaron al blanqueo quedaron exentos del pago de este impuesto hasta 2019.