Las bananas vienen de Ecuador, las pelotas de fútbol llegan de Pakistán, las latas de tomate viajan desde Francia hasta las cocinas argentinas…

Con semejante flujo de importaciones no es extraño que hasta el horóscopo provenga de China. La Argentina ya no produce ni sus propias predicciones. No se sabe si esto se debe al desmantelamiento de la industria nacional o a que el destino argentino se ha vuelto demasiado predecible. Nuestro futuro está claramente escrito en las boletas de los servicios y en los precios de las góndolas. Cualquier persona con cierta capacidad predictiva podría escribir un horóscopo oriental para la Argentina basándose en la evolución de los precios del mercadito chino de la esquina de su casa.  

La principal promotora de la importación de predicciones orientales es Ludovica Squirru a quien se considera «un referente del horóscopo chino en América Latina». Justo es decir que su pasión importadora no surge de la actual coyuntura política, sino que es de larga data y que tiene, incluso, un costado admirable: ha logrado montar una empresa unipersonal tan sólida que hasta se beneficia con la crisis.

¿No es tranquilizador pensar que nuestro destino depende de la alineación de las energías del Universo y no del Fondo Monetario Internacional?

Quizá por su visión empresaria, que la ha transformado en una de las pocas pymes que logran sobrevivir a la política económica del macrismo, es que el gobierno la premió el pasado 24 de enero cediéndole las instalaciones del Consulado Argentino en Nueva York para que presentara su voluminoso libro de las predicciones chinas para 2019. Los invitados tuvieron el honor de recibir a modo de invitación, como diría Raúl González Tuñón, una «tarjeta de cartón». En ella estaba impreso dos veces el escudo de la República Argentina rodeado por los laureles que supimos conseguir. La presentación del Horóscopo Chino fue una cuestión de Estado para los gobernantes argentinos.

Y fue una actitud acertada, porque el horóscopo zoológico está lleno de sabiduría milenaria. Quizá la única crítica que se le podría hacer es que es un tanto machista. Los nombres de los animales que lo integran son casi todos masculinos. Por ejemplo, figura el Caballo, pero no la Yegua.

Pero, por supuesto, la reacción de los envidiosos y resentidos no se hizo esperar. Diego Golombek tuiteó: «Reflexionen y suspendan ese evento. Es una vergüenza para todos». La Asociación Argentina de Astronomía, por su parte, comunicó su parecer a través de la misma red social: «En un contexto de total desfinanciamiento de la ciencia en el país, este acto oficial constituye un nuevo desprecio por nuestra actividad». El doctor en Física, investigador principal del Conicet y profesor del Instituto Balseiro, Rodolfo Daniel Sánchez, fue el que arrojó la primera piedra y tuvo la desfachatez de escribirle una carta al mismísimo cónsul argentino, Marcelo Giusto, en la que le pedía que le preguntara a Squirru, entre otras cosas, si recibirían «los fondos de Conicet para hacer reuniones científicas que periódicamente hacemos para intercambiar opiniones o generar colaboraciones, ya que lamentablemente los fondos para estas han sido suprimidos en el presupuesto 2019».

Un verdadero atropello, porque mientras los científicos se encierran en su torre de marfil, la abnegada Ludovica se ocupa de cultivar a la ciudadanía. Y aquí va una de sus enseñanzas. Si usted alguna vez pronunció la frase «Macri Gato», debe tomar conciencia de su ignorancia. Macri no es Gato, sino «Chancho de Tierra» según el horóscopo chino y este es su año (¡qué miedo!). Y no me venga ahora con que ya lo intuía porque, desde que asumió, la mayoría vivimos condenados a una vida puerca y porque sus medidas son una verdadera cochinada.

La que cantó la justa fue Ludovica: «Los chinos dicen –informó en un programa de Mirtha Legrand– que el varón sabe qué quiere recién cuando cumple 60 años y Mauricio va a cumplir 60 el 8 de febrero de 2019. Por lo tanto se puede iluminar (…) Lo que digo no es menor, porque a los 60 te parís a vos mismo (…) El Chancho para los chinos es la gente de más baja espiritualidad junto con los peces, pero si hace un trabajo interior profundo puede convertirse en el Dalai Lama». A continuación enumeró algunas grandes figuras argentinas que también fueron Chancho, como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato. «Pero siempre el Chancho tiene esas dos cosas –dijo– (aunque se eleve) le gusta vivir en el fango, revolverse en el chiquero».

Ahora cierra todo. Sólo nos basta esperar hasta el 8 de febrero, menos de una semana, para que nuestro presidente tenga la oportunidad de convertirse en Dalai Lama. Recién entonces sabremos si la gran transformación se produjo. Si es así, la mayoría de los argentinos dejaremos de correr la Liebre (un animalito que en el horóscopo chino equivale al Conejo y al Gato) y los resentidos tendrán que callarse la boca.

Ya es hora de que dejen de murmurar que la culpa de la situación también es del chancho y no sólo de quien le da de comer. «