«Es una especie paradigmática de la Patagonia, parte de su identidad, y atrae la atención de mucha gente, por supuesto no como las ballenas o los pingüinos, pero estamos ante un auge del turismo ecológico, y acá hay quienes dependen de este bicho», dice el investigador Kini Roesler. Habla del macá tobiano, un ave acuática exclusiva de la provincia de Santa Cruz, que no existe en ningún otro lugar del mundo y que está en situación crítica, amenazada, «al borde de la extinción, la siguiente categoría es ‘extinto'». Quedan apenas 800 individuos de los más de 5000 que había a mediados de los ’70, y el tiro de gracia para su ya difícil conservación, sostiene el especialista, será la construcción de las dos represas proyectadas sobre el cauce del río Santa Cruz.

«No es el patito o las represas, el patito o la energía y los puestos de trabajo. Queremos sacar la discusión de ese lugar», dice Roesler, de 35 años, doctor en Biología, investigador del Conicet y del Laboratorio de Ecología y Comportamiento Animal (Ciencias Exactas, UBA) y quien desde 2010 lidera el Proyecto Macá Tobiano, impulsado por la ONG Aves Argentinas.

El macá nidifica en las lagunas de altura del oeste santacruceño, pero como en invierno esos espejos de agua se congelan, migra hacia la costa atlántica y se establece en los estuarios de los grandes ríos, el Gallegos, el Coyle y el Santa Cruz. «El 98% de la población llega a ese lugar, fundamental para la biología de la especie. Ahora bien, las represas, que son un proyecto de la década del ’70, están planteadas para la cuenca media del Santa Cruz, entre Lago Argentino y la desembocadura. Se sabe por trabajos científicos que las represas tienen efectos aguas arriba y aguas abajo, porque modifican los flujos, los ciclos de nutrientes y otros elementos clave del ecosistema. Nuestro gran temor es que afecten a las comunidades del estuario», dice el investigador.

La sugerencia pueril de «mover a los patos» no es un planteo viable. «No es que tenés una pareja y podés recolonizar, como ocurre con otras especies. Al ser endémicos de un lugar específico, están muy adaptados a ese hábitat; de hecho, el macá tobiano era el ave acuática más común de la meseta. No son débiles ni es falta de adaptación; al contrario, el linaje del macá tiene dos millones de años más que el humano».

Además de los grandes proyectos hidroeléctricos, la especie viene enfrentando nuevos peligros desde hace décadas. Los enumera Roesler: «Primero, el cambio climático global que afecta a la Patagonia en general, con calentamiento y desertificación. A eso se agregó un depredador exótico, el visón americano, criado en granjas peleteras y liberado cuando dejó de ser un negocio. El macá no tiene defensa ante ese tipo de depredadores. La trucha arco iris, también introducida por cuestiones productivas y deportivas, colonizó lagos y ríos y rivaliza con el macá. Y la gaviota cocinera, muy adaptada al humano y que se expandió junto a los basurales de las ciudades costeras, le come los huevos». El investigador señala las contradicciones de un Estado que viene invirtiendo recursos en la conservación de la especie y que ahora podría hacerla desaparecer de un plumazo. De hecho, desde la creación del Proyecto Macá Tobiano, la población creció. La especie figura en la lista del plan Extinción Cero, presentado por el Ministerio de Ambiente, y es el emblema del Parque Nacional Patagonia, creado en diciembre de 2015. El planteo ambientalista hace foco en posibles alternativas a este conflicto político-ecológico: «Entendemos que no es necesario construir una represa a un costo económico enorme, cuando con mucho menos –sostiene– se podrían construir parques de energía eólica, aprovechando los vientos de la Patagonia, con menor impacto ambiental». «

El gobierno nacional busca apurar las obras

La construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic es una obra de infraestructura que supone una inversión de 4700 millones de dólares y que fue suspendida por una cautelar –aceptada por la Corte en diciembre de 2016– interpuesta por una asociación de abogados ambientalistas de la Patagonia y por la Fundación Banco de Bosques para el Manejo Sustentable de los Recursos Naturales. Licitado por el gobierno anterior, que acordó con China la financiación con capitales de ese país, el proyecto fue inicialmente criticado por la administración Cambiemos. De hecho, Mauricio Macri se reunió a poco de asumir con Kristine, la viuda del magnate ecologista Douglas Tompkins, y le comunicó su intención de frenarlo. En su último viaje a Oriente, sin embargo, las autoridades del gigante asiático le hicieron saber al presidente que reflotar la obra era la condición inicial para la activación de cualquier otra inversión por ejemplo la renovación del Belgrano Cargas. Así las cosas, se apuró la elaboración de un voluminoso estudio de impacto ambiental de cuatro mil páginas, que incluye, entre otras consideraciones, unas 50 escritas por Kini Roesler sobre la suerte que podría correr el macá tobiano, pero cuya impronta general realza las medidas de “mitigación” ambiental que acompañan el proyecto. Falta que lo aprueben los ministerios de Energía y Ambiente de la Nación y el Ejecutivo santacruceño. La idea del macrismo es hacer las audiencias públicas durante agosto y comenzar los trabajos en septiembre, antes de las elecciones.