Luego de la marcha de la CGT y las dos CTA, Mauricio Macri no esperó ni un día para emprender la venganza. En la tarde del mismo martes de la protesta sindical, echó a dos funcionarios cercanos al sindicalismo. Uno es Ezequiel Sabor, viceministro de Trabajo, y el otro es Luis Scervino, superintendente de Servicios de Salud, organismo que se encarga de la distribución de los millonarios fondos de las obras sociales. Scervino salió a denunciar que su alejamiento de la función pública se produjo «por culpa de la protesta sindical», y que la salida del cargo le cayó «muy de sorpresa».

Sabor, hasta ayer segundo de Jorge Triaca, milita en el macrismo desde hace muchos años, surgió de la Fundación Pensar y se desempeñó como subsecretario de Trabajo de la Ciudad de Buenos Aires durante la gestión del actual Presidente como jefe de gobierno porteño. Sin embargo, era cuestionado por sectores de la Casa Rosada por su estrecha relación con Hugo Moyano y con Luis Barrionuevo, hasta tal punto que lo habían desafectado de muchos temas importantes por sus lazos con el sindicalismo.

En el caso de Scervino, se trata de un reconocido sanitarista que proviene del riñón gremial: fue director médico de la obra social del Sindicato de Obras Sanitarias y uno de los principales expertos de la CGT en materia de seguridad social. Su designación, apenas Macri asumió el Gobierno, fue interpretada como un gesto hacia los dirigentes cegetistas ya que la Superintendencia de Servicios de Salud administra el dinero que recaudan las obras sociales y que durante la gestión de Cristina Kirchner fue manejada a espaldas de los intereses sindicales.

«Lamento que algunos pensaran que yo podía ser funcional a la CGT», manifestó Scervino en diálogo con Telam, al caracterizarse como un «técnico sanitarista» exclusivamente «interesado en la problemática de la salud y de la seguridad social».

El presidente Mauricio Macri nombró a Scervino en la Superintendencia de Servicios de Salud en el inicio de su gestión en diciembre de 2015, de la mano de José Luis Lingeri, titular del gremio de Obras Sanitarias y funcionario de distintos gobiernos, incluidos los de Carlos Menem y el de Néstor Kirchner, siempre en organismos vinculados a las obras sociales. Scervino, a su vez, era el director de la obra social de Obras Sanitarias.

Macri, devolvió a comienzos de 2016 a las obras sociales 2.700 millones de los 29.000 millones de pesos del Fondo Solidario de Redistribución (FSR), que los tres gobiernos anteriores mantuvieron inmovilizados en una cuenta del Banco Nación. Otros 8.000 millones de pesos se destinaron a coberturas universales para personas en situación de vulnerabilidad, y el resto del dinero se acordó que se saldará en 2020 en bonos.

«En lo personal me voy muy satisfecho con mi labor, pude llevar adelante proyectos inéditos y recuperamos el Fondo que el gobierno anterior mantenía fuera del alcance de los afiliados. Lamento que algunos funcionarios (a los que evitó individualizar) creyeran que yo era funcional a la CGT. Pero yo no vine a ponerme la camiseta de nadie, mi único interés pasa por la seguridad social», aseguró el ahora ex titular de la Superintendencia.

«Este es un tema que me cayó de sorpresa…», dijo Scervino quien, ayer por la mañana, sin saber que sería su último día en el Gobierno, dictó una conferencia sobre temas de salud.