«No gobernador, por ahora no hay novedades, pero viene todo muy complicado. Es posible que las noticias de los próximos días sean aún peores», contestó un funcionario de la Casa Rosada al llamado de un mandatario patagónico que intentaba conocer algún detalle sobre la operación de búsqueda y rescate del submarino ARA San Juan, que este viernes cumplirá diez días desaparecido en el Atlántico Sur. Luego de cortar la comunicación telefónica el hombre de Balcarce 50 no abandonó el tono grave y reconoció taciturno un dato que no se animó a contarle al gobernador: «A los familiares de la tripulación ya les dijeron que, salvo un milagro, hay muy pocas posibilidades de sobrevida, o sea que podrían estar todos muertos», se lamentó hombre del PRO. La escena, de este jueves por la tarde, refleja el clima que se respira dentro de la Casa de Gobierno y que inunda las oficinas del presidente Mauricio Macri, más satisfecho con las notables ojeras y el rostro demudado del vocero de la Marina, Capitán de Navio Enrique Balbi, que en el desempeño del jefe de la Armada, vicealmirante Marcelo Eduardo Hipólito Srur y de su flamante ministro de Defensa Oscar Aguad.

La última vez que el submarino se comunicó con el continente fue a las 7.30 del pasado miércoles 15 de noviembre. Cinco días después, cuando la incertidumbre empeoraba, la Marina reconoció que durante la última comunicación mantenida el capitán de la nave, Pedro Martín Fernández, había reportado una falla eléctrica en las baterías que habría sido reparada. Desde entonces fue lo único que se supo, hasta que este jueves Balbi afrontó su enésima conferencia de prensa desde el comienzo de la crisis y reveló la existencia de una explosión, no nuclear, cataclísimica que ocurrió tres horas después del último intercambio. Un «evento anómalo singular corto, violento y no nuclear consistente en una explosión», detalló el marino. Todo habría ocurrido a profundidad de periscopio, a unos 20 metros bajo el agua. Entre la última comunicación y la presunta implosión del submarino pasaron tres horas. Para la cronología aportada por la Marina, esas tres horas estuvieron separadas por seis días de una confusa comunicación oficial, que dejó en evidencia una áspera interna entre el flamante ministro Aguad y la Armada por el manejo y comunicación de la crisis.

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Con la historia casi completa en el escritorio presidencial, el Gobierno se prepara para afrontar la posible desaparición de los 44 tripulantes hasta que la nave sea hallada, en el marco de una operación de búsqueda y rescate que involucra a 11 países y que no ha sido suspendida hasta ahora. «No hay novedades, no encontramos el submarino, no hay muertos y todos siguen buscando», contestó a Tiempo una fuente de la jefatura de Gabinete para relativizar la gravedad de la situación. En la noche de este jueves, las fuentes oficiales de la Casa Rosada también pusieron en duda la inminente remoción de Srur al frente de la Marina, acusado por Aguad de haberle ocultado información clave sobre la desaparición. «Si la Armada hubiese sabido ese dato con anterioridad se habría ahorrado todo el esfuerzo de búsqueda que se está llevando», dijo Balbi para desmentir la aparente «dosificación controlada» de la información militar.

En términos de imagen, los colaboradores del Presidente aseguran que tienen «resto» para afrontar las consecuencias de un desenlace fatal de la crisis naval. Uno de los argumentos que genera cierta tranquilidad son los 17 puntos de imagen positiva recuperados por Macri en los últimos 4 meses: una estimación de las encuestas contratadas por el Gobierno, que exhiben un 62% de aprobación, con la primera reiteración consecutiva durante cuatro meses desde 2014. Con ese capital simbólico, Macri aguarda que sea la propia Armada la que purgue la comunicación más amarga de la crisis, hasta que el protocolo de búsqueda y rescate que explora 450.000 kilómetros cuadrados del mar argentino concluya. Cuando eso suceda Macri removerá a Suñer, y los titulares del Ejército y la Fuerza Aérea.

Mientras tanto, el libreto oficial mantendrá al radical Aguad fuera de la comunicación de la crisis, apoltronado en la cartera de Defensa, que asumió hace tres meses para reemplazar a su correligionario riojano Julio Martínez. Entre ambos radicales descansan los dos primeros años de la interlocución que Macri mantiene con las Fuerzas Armadas. Un ciclo corto, marcado por la paradójica relación de desconfianza corporativa que le prodigan los mandos militares, cuando gran parte de sus uniformados vienen de votar a Cambiemos en forma mayoritaria por segundo comicio consecutivo. Un fenómeno electoral que el analista Rosendo Fraga bautizó como «el voto militar». Su importancia se disipa por la verticalidad castrense, pero podría incrementarse ante la apuesta presidencial de cargar todas las responsabilidades sobre la Armada. En el Gobierno admiten que están dispuestos a pagar ese costo, antes que asumir cualquier responsabilidad política frente a una crisis inesperada que todavía no encontró su desenlace.