Un dirigente industrial sorprendió días atrás con una queja inusual en un empresario: «El gobierno tiene un problema serio de gestión mezclado con mucho de limitación ideológica pero lo peor de todo es que la gente parece anestesiada».

Lo decía a propósito de los últimos datos económicos, un combo que, a priori, debería condicionar a cualquier gobierno. Sin embargo, el presidente Mauricio Macri y su equipo de gobierno redoblan incansablemente la apuesta con políticas que irremediablemente chocan con los intereses de las mayorías.

La semana última quedó claro con la declaración presidencial acerca de los ingresos de los trabajadores y con la reaparición de la reforma laboral.

En el primer caso, Macri enfatizó que «nadie puede pretender cobrar más de lo que le corresponde», dicho en el marco de un diagnóstico de los costos del transporte.

En tanto, el escenario elegido para la resurrección de la reforma laboral fue el 54° Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), en el que se presentaron los dos presidenciables del oficialismo: la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y el propio presidente de la Nación.

La primera estocada estuvo a cargo del ministro de Producción, Dante Sica. Frente a 600 dirigentes reunidos en el Sheraton de Mar del Plata, Sica no sólo desempolvó la iniciativa, sino  que contrapuso a los gremios como obstáculos «ideológicos» en un camino hacia una suerte de panacea del equilibrio social, con niveles tan altos de rentabilidad como de creación de empleo «genuino».

Entre otras cosas, Sica, ex consultor empresario, llamó a seguir el ejemplo de los sindicatos que «negocian flexibilidad por estabilidad» como los petroleros de Vaca Muerta «que en el fondo tratan de defender el empleo».

La reforma, remarcó el ministro, es especialmente necesaria en el sector de los servicios, «donde aparecen nuevas formas de contratación y generación de empleo». En el discurso oficial, frente a las empresas, que encarnan el motor del desarrollo, los gremios son los generadores del «miedo» y los portadores del prejuicio que detiene lo novedoso.

El viernes, en el mismo escenario, el presidente Macri ratificó la línea de su funcionario y le puso rostro al fantasma de los sindicatos cuando responsabilizó al camionero Hugo Moyano por el costo del transporte.

«La competitividad es todo. La productividad es todo», resumió el titular del Ejecutivo frente al auditorio repleto. Y agregó: «Significa crear empleos de calidad, darle un rol a cada argentino».

Pero el costo argentino, sumó Macri, «es prohibitivo. Tanto que hay gente que abandona su tarea. Y con la legislación laboral pasa igual. Convoco a los gremios a quenos sentemos a hacer cosas inteligentes para nuestra gente».

En un panorama que en las encuestas se le aparece sombrío, pero en el que la oposición no termina de definir una propuesta de peso, el gobierno sabe que el apoyo de las empresas puede ser crucial para su suerte en 2019. «