Llegó a su exitoso final la primera incursión de Discovery Channel en la ficción, misma experiencia que este año recorrió National Geographic con Genius, indicios de lo que puede convertirse en una tendencia: que la ficción pase a ser la forma de divulgación del conocimiento por excelencia.

La serie lleva ese título porque se basa en la caza (Manhunt, caza de hombre) del Unabomber, el hombre solitario y aislado que sentó buena parte de las tácticas del terror moderno: el envío de cartas bomba (explotan al abrirse) motivado por lucha de la moderna sociedad tecnológica, con su manejo de la incertidumbre por parte de la víctima, hizo escuela. El nombre de Unabomber proviene de «UNABOM» (University and Airline Bomber; Terrorista de Universidades y Aerolíneas), y su identificación como Theodore «Ted» Kaczynski se debió, según la serie, a un individuo tan ninguneado y por eso obcecado como él, Jim «Fitz» Fitzgerald.

La serie comienza con Fitz como un común hombre de familia, padre de tres hijos, marido de una bella esposa, tipo laborioso y trabajador que se recibe de agente especial del FBI ya de grande, orillando los 40. Sin embargo sus calificaciones y en especial su destreza para descubrir parámetros en las ortografías y gramáticas le que permiten desentrañar con facilidad mensajes cifrados, lo llevan a ser tentado por las autoridades de la fuerza para que forma parte del equipo que quiere dar caza al Unabomber, de quien el FBI no tiene la mínima pista sobre su identidad.

Es 1995, y para sorpresa del espectador de la serie, ni el FBI ni ninguna organización de cualquier tipo dedicada a la persecución del crimen en sus distintas formas, tiene siquiera una persona dedicada al peritaje lingüístico, esa especialidad que permite saber que según la forma de hablar y escribir (no su acento, no su entonación, más sí su cántico, su forma de utilizar los sentidos de las palabras, sus construcciones gramaticales y su sintaxis), una persona nació en determinado lugar en determinada época, y pasó horas de estudio y trabajo en determinados ámbitos. En síntesis, que resulta en una herramienta fundamental para desentrañar la trayectoria de vida de cualquier individuo.

Eso que hoy parece tan básico, en 1995 no lo tenía ni el FBI. Entre ese pasado y 1997 (que son pasado y presente de la serie), la historia viajará de cómo se llegó a capturar a Unabomber a el momento previo a su juicio como Ted Kaczynski. E irá revelando que Fitz es tan sagaz y tiene tanta capacidad para descubrir la identidad del Unabomber, no porque se parezcan, como en algún momento puede sospecharse -que Fitz sería incapaz tan solo de dañar a alguien físicamente-, sino porque sus padecimientos, aunque en distinta escala, son iguales. Ambos están sedientos de reconocimiento. No de uno que tenga que ver con el ego, sino de uno que los saque del ninguneo a que su manera de pensar distinto (no mucho, apenas en algunas cosas) los condena: un permanente segundo plano, cuando no al ostracismo.

Es eso que Fitz ve tan obvio en la estructura de una escritura lo que lo aleja de los primeros planos de reconocimiento en el FBI, donde todo es “pericia científica”, algo a lo que por entonces la lingüística no tenía el privilegio de pertenecer (lo de científica); es eso que Kaczynski ve tan obvio (que el delegar en los dispositivos tecnológicos cada vez más decisiones y más importantes, lleva al hombre a ser un esclavo de la tecnología y no a su liberalización), que lo aleja de los lugares de reconocimiento de Harvard y luego en Michigan, donde con 26 años y a un paso previo de ser titular de cátedra, renunció sin mayores explicaciones en 1967.

La serie no intenta ser un recorrido explicativo del Unabomber, ni tampoco una crítica al FBI. Se propone este juego mucho más seductor (para una canal que trata de “Descubrir” lo que a simple vista se escapa): exponer cómo todos los ámbitos tienen sus sentidos comunes que imponen “verdades” incólumes, verdades que determinan qué tiene el mérito de ser premiado y qué lo de ser castigado, que segregan o adulan según se sostenga un postulado más cerca o lejos de esa verdad. Si bien aferrada a las historias individuales de ambos protagonistas, Manhunt: Unabomber consigue transmitir la idea que, como en las colonias de animales, en las de humanos también priman las relaciones de poder, incluso cuando lo que se pretenda sea que existe un premio para los mejores o más aptos.