Gustavo, Cristina y Facundo (Jorge Marrale, Mercedes Morán y Matías Mayer, respectivamente) son una familia bastante moderna y bien posicionada económica y socialmente. Lo de bastante moderna es porque ya dejaron atrás el modelo de familia tipo de cuatro miembros y conviven respetándose sus espacios sin mayores dificultades; eso no los hace suficientemente modernos: el descubrimiento por parte del padre de que su hijo es gay le produce un retraimiento más acorde con el siglo XX.

 

Luego de eso viene lo que la síntesis de la película difunde: que el crimen de Facundo lleva a la pareja a un vacío irreparable; y con la pérdida del hijo, el remordimiento, la culpa, la distancia entre la pareja y demás momentos que son sencillos de imaginar. Si en el principio la película toma un tono difuso que no llega a representar el conflicto que genera el machismo solapado al enfrentarse al descubrimiento de la homosexualidad del hijo, a partir del crimen intenta emparentarse con el tono y la textura narrativa de La habitación del hijo, de Nanni Moretti.

Pero mientras en la película de Moretti sucedía una tragedia, esa fatalidad en la que prácticamente nada tiene que hacer la voluntad humana (por más que la omnipotencia moderna haga creer que siempre algo se puede hacer), aquí la primera parte del descubrimiento de la homosexualidad toma un cariz que desdibuja cualquier pretensión posterior. Y eso sin sumar la escena del robo, que peca de torpeza.

Marrale se tomará el resto de la película a buscar al responsable del asesinato de su hijo, a descubrir la relación filial del criminal con su propio hijo, y a un amago de justicia por mano propia que lleva al relato al naufragio. Por supuesto que hará todo el camino que lo lleve nuevamente a un punto de paz, pero eso no implica que una vez de regreso tenga algo nuevo para ofrecer. No es el nuevo horizonte -tal vez distópico- del final de la película de Moretti. Es más bien un plano que los mira desde un lugar más cercano al del hijo, como si el relato le perteneciera y lo hecho sólo respondiera a su voluntad de ese final.

El Marrale de los tramos finales es demasiado parecido al del principio, por más que reconozca en su hijo valores mucho más importantes que la que fue su elección sexual. Como si se hubiera cambiado apenas la camisa pero siguiera vistiendo en el mismo traje. Así, el camino que emprende, sin proponérselo -igual que la película-, es para demostrar su hombría y convencerse que él no “había fallado”, que su hijo se hizo gay por otros motivos.

Una muestra más de que el poder de la cultura machista es tan grande que hasta las mejores intenciones conducen a reforzar la misma idea que se pretende combatir.

Maracaibo (Argentina, 2017). Dirección y guión: Miguel Angel Rocca. Con: Mercedes Morán, Luis Machín, Jorge Marrale, Nicolás Francella, Alejandro Paker, Luis Machín. 95 minutos. Apta mayores de 16 años.