Mientras millones de ojos miran hacia Río de Janeiro, hoy el centro del mundo deportivo, un poco más al sur el fútbol argentino empieza a desperezarse después de un descanso prolongado y antes de una temporada tan larga como hacía muchos años que no afrontaba. Tres grandes dieron su primer paso en una seguidilla de partidos que terminará allá por junio de 2017, cuando una nueva vuelta olímpica será el epílogo del campeonato vernáculo que está por comenzar. River y San Lorenzo debutaron con una sonrisa en la Copa Argentina. Independiente se despidió rápido de este torneo federal con una profunda mueca de fastidio. Pero más allá de los resultados, los tres equipos se expusieron a las luces de la vidriera para entregar ese botón de muestra sobre lo que pueden llegar a entregar desde el juego.

San Lorenzo entregó vértigo y contundencia para superar a Douglas Haig con tres cabezazos. Blandi, Caruzzo y Angeleri ganaron en el área contraria para que, a falta de buen juego, el equipo que ahora conduce Diego Aguirre ponga el pecho. Será difícil encontrar virtuosismos en el juego, pero el Ciclón ya dejó claro de entrada que no va a ser fácil ganarle. Se vislumbra un equipo batallador, peleador, con ansias de ataque y (se cae de maduro) buen juego aéreo.

River también cambió desde el juego. Y aquí cabe elogiar el intento de Marcelo Gallardo por la búsqueda, por intentar reinventarse después de un semestre flojo. Los retoques que hizo el entrenador fueron como pinceladas en una estructura que se mantiene. Y siempre con la idea de ser el protagonista en todos los partidos. El gran cambio está en el medio, allí donde Ponzio es el volante central acompañado de tres zurdos que intentan armar juego por delante suyo. El domingo entró Andrade en lugar de D’Alessandro para moverse a la derecha de Ponzio y tuvo una participación interesante, Nacho Fernández pasó a ser un doble cinco adelantado bien parado en el centro y Pity Martínez fue más a la izquierda. Ellos tres fueron los encargados de abastecer a los dos delanteros, Driussi y Alario, pero con la obligación extra de llegar al área de enfrente y ocupar espacios cuando la pelota la tenía el rival, en este caso Estudiantes de San Luis. Es una idea. Y puede dar sus frutos. Habrá que ver cómo se desarrolla. Es posible que mejore mucho con D’Alessandro y con una mayor participación en el juego de Martínez. Atrás, Moreira demostró que puede hacer olvidar a Mercado o, al menos, que tiene las condiciones para hacerlo.

Lo de Independiente no fue tan agradable. Lo mejor que entregó en la húmeda noche del sur bonaerense fue su propuesta ofensiva y su intención de cuidar la pelota. Apenas un esbozo, flashes de un futuro mejor. Quedó claro que Gabriel Milito pretende un equipo capaz de manejar el juego desde la posesión del balón. Sí, tan claro como que lo logró muy poquitas veces. El limitado y prolijo Defensa y Justicia lo apretó en la salida para, sólo con eso, complicarle la noche. El entrenador debutante se fue muy preocupado de Lanús por la «falta de circulación» de pelota que tuvo su equipo. Ahí el encargado de iniciar esa circulación es Jesús Méndez, acompañado por Rigoni y Benítez. A Sánchez Miño no se le puede pedir más que ida y vuelta por la izquierda, como para complementar lo que hacía Tagliafico en soledad. Y del otro lado Damián Martínez insinuó más de lo que mostró en su debut. Pero más allá de la derrota, la eliminación, la impotencia por no poder doblegar a un equipo sin muchas luces y con uno menos durante gran parte del segundo tiempo, a Milito le quedará un sabor dulce en la boca por haber puesto en escena a Barco, un pibe de 17 años desfachatado, gambeteador, guapo, que se puso por primera vez la camiseta roja en Primera y demostró que las divisiones juveniles del club, cada tanto, pueden sorprender gratamente. Barco se transformó en el conductor del equipo en la última media hora de juego, sin dudas los mejores minutos de Independiente en toda la noche.

Así arrancaron tres de los grandes. Todavía falta ver qué se traen Facundo Sava en Racing y Guillermo Barros Schelotto en Boca. Por delante se vislumbra un campeonato largo, en el que habrá tiempo para desarrollar una idea. Y eso, la idea, es lo que interesa. Lanús, el último campeón, dejó claro en un par de partidos que mantiene firme su propuesta ofensiva y de buen trato de la pelota. Incluso hasta parece con ganas de profundizarla. Ya es uno de los grandes candidatos a protagonizar el torneo. Habrá que ver si los grandes se le ponen a la altura. Y, como siempre, queda la esperanza de una sorpresa agradable. Por ahora la atención del planeta sigue en Río de Janeiro. Pero el fútbol de por acá ya empezó a mostrar sus armas. Y no son pocas.