El desempleo que informó el Indec esta semana alarmó a propios y extraños. Pero como toda respuesta, Balcarce 50 insiste en ratificar los «acuerdos de competitividad», que no son otra cosa que negociaciones sectoriales con la mira en los costos de las empresas, que además de los logísticos y fiscales, incluyen el salarial.

Esta semana, el gobierno celebró que hubo «avances» en el camino hacia el acuerdo automotriz y, en paralelo, informó que se abrirá un espacio de diálogo para «discutir el convenio colectivo de los trabajadores del Senasa».

En el caso de las automotrices, las empresas, el gremio y el gobierno mantuvieron dos reuniones en las que no faltó la polémica. La negociación se abrió con la noticia de que las empresas están importando autos por encima del tope legal y acumularon un déficit de U$S 600 millones en lo que va del gobierno de Cambiemos en detrimento de la producción y el empleo nacionales. En la segunda reunión, el tema ni siquiera se tocó. Las firmas se comprometieron a presentar propuestas para mejorar la competitividad y el gobierno festejó; pero los trabajadores, que vienen de largos meses de despidos y suspensiones, tienen todas las alarmas encendidas frente a un posible avance sobre el convenio sectorial.

Por otra parte, el objetivo de modificar el convenio del Senasa fue anunciado a empresarios del agro por el propio ministro de Agroindustria, el radical Ricardo Buryaile. En el contexto del foro Argentina 2020/40, que se realizó este jueves, las palabras del ministro fueron un llamado a las patronales del campo, que son grandes beneficiarias de Cambiemos y tienen una larga agenda de reclamos para el Estado pero aún no participaron de los acuerdos sectoriales en ningún sector influyente.

En ese encuentro, sorprendió el discurso del jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien exhortó a las empresas a «definir si somos la generación que va a cambiar la Argentina para siempre o si este será un nuevo capítulo de frustración». La vehemencia de Peña sugirió cierto malestar con el curso de las negociaciones. Salvando el acuerdo automotriz, el resto, si avanza, lo hace a un paso mucho más lento del que desean el oficialismo y las empresas. Peña preguntó al auditorio: «¿Queremos una economía competitiva? ¿Estamos dispuestos a sentarnos en mesas de diálogo? Planteamos la necesidad de un acuerdo.»

Dante Sica, un analista de estrecha relación con los sectores empresariales, evaluó las dificultades que supone este objetivo del gobierno para encaminar la producción. «Todos los sectores están tratando de discutir y ver qué se puede aportar, pero se tiene que formar el consenso; no alcanza solo con la voluntad de los empresarios y el sector público.» El directivo de la consultora Abeceb aseguró que la complejidad de las distintas cadenas, incluyendo la automotriz, puede ser un condicionamiento difícil de superar: «Ahora viene el trabajo, la negociación, la parte más dura.»

Tiempo preguntó a fuentes del gobierno cuáles son las negociaciones en agenda. La respuesta fue que «la única en carpeta» es la del sector biotecnológico, que había anunciado varios meses atrás el Ministerio de Producción que encabeza Francisco Cabrera.«