En tres días se conocerá el nombre de la coalición que busca terminar con el ciclo político macrista y desalojarlo del gobierno por el voto popular. Este miércoles, oficialmente a las 23:59, vence el plazo legal para inscribir coaliciones electorales. La  cuenta regresiva explica el nerviosismo, el suspenso y el juego casi de escondidas que circula desde hace días entre los dos actores de mayor peso del frente en gestación. Estos dos polos son el Partido Justicialista-kirchnerismo, por un lado, y el Frente Renovador, por otro. No es un dato menor que en las elecciones presidenciales de 2015 el primero de esos espacios políticos, entonces denominado Frente para la Victoria, triunfó en las generales de octubre (luego perdió el balotaje, pequeño detalle) mientras que el Frente Renovador, fundado por Sergio Massa, ocupó un tercer puesto. Lo que está en juego en estos días de reuniones secretas y comunicaciones telefónicas a resguardo de la filtración es nada menos que la posibilidad de cerrar un acuerdo pluripartidario de buena parte de la oposición.

Es la gestación de una alianza con eje en el peronismo que, de paso, reunifique lo que se dividió en la elección legislativa de 2013.

Como corresponde a una negociación de tal magnitud, en la que sobrevuela la chance efectiva de recuperar el aparato del Estado y definir el rumbo del país en los próximos cuatro años, lo que está en juego es mucho y la tensión es importante. Desde el polo que lideran los precandidatos Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner se advierte a los interlocutores de la contraparte que tanto en las encuestas como en los pronunciamientos públicos de los gobernadores del PJ rankea mucho más alto (en una proporción de 5 a 1) la fórmula del peronismo-kirchnerismo. Dicho de otro modo, desde el Instituto Patria y el departamento de Fernández en Puerto Madero señalan que la negociación entre los dos espacios debe contemplar que se trata de dos conglomerados políticos con poderes desiguales. Desde las filas del Frente Renovador, en tanto, reconocen que Massa parte de un poder menor pero acotan que el tigrense, inicialmente, registra una intención de voto que puede sonar acotada pero que al mismo tiempo resulta decisiva para hacer posible el triunfo del arco opositor. 

Ambas partes de la negociación, en suma, quieren hacer valer sus posiciones de fuerza. Buscan el mejor resultado en la representación proporcional de su sector sin poner en riesgo el acuerdo general. Massa tiene algunas premisas en las que no piensa ceder. Una de ellas es que la fusión de ambos polos no sea comunicada, ni tampoco instrumentada, como la disolución de un espacio (el massismo) en una construcción política ya constituida. Este miércoles, por esa razón, se anunciará el nombre del gran frente electoral opositor y ese frente no se llamará ni Frente Patriótico (se vetó tal denominación al comprobar que el neonazi Alejandro Biondini ya había inscripto a un tal Frente Patriota), ni Frente Con Todos (el nombre que el propio Fernández reveló a Tiempo como la nueva marca que utilizaría la coalición), ni tampoco Nueva Mayoría, lema presentado por Massa en el reciente congreso partidario del Frente Renovador en Parque Norte. En definitiva, Massa quiere que quede claro que la coalición que se oficialice esta semana se constituya como una nueva identidad. Incluso algunos le agregan «una identidad pos-grieta».

Ese rasgo de nuevo corte transversal –político, sindical y social– que se le pretende dar a la mayoría electoral en construcción empieza a cotejarse hasta en los trámites administrativos. El abogado Jorge Landau contó a Tiempo que entre los partidos que este miércoles adherirán al nuevo frente se encuentran Unidad Popular, la fuerza política de Víctor De Gennaro y Claudio Lozano, y el Partido del Trabajo y el Pueblo (PTP), que representa al maoísmo. Se trata de dos espacios que en los últimos años se opusieron con dureza al kirchnerismo. Una de las fórmulas que se utiliza para referirse a este proceso es la necesidad de construir «una nueva coalición de gobierno». Esa invocación ya está asimilada y recorre tanto los cuarteles del PJ-Unidad Ciudadana como las oficinas hi-tech del massismo, sobre la avenida Libertador.

Pero si el acuerdo general está bastante consensuado, el problema es cómo instrumentarlo. Porque lo que se está discutiendo en estas horas es cómo repartir el poder. Hasta el cierre de esta edición, la negociación protagonizada por Fernández, Massa, CFK, Máximo Kirchner, Eduardo «Wado» De Pedro y el diputado massista Raúl Pérez se había condensado en cuatro alternativas. Se trata de cuatro escenarios incompatibles entre sí. De cuál sea la opción elegida resultará, se supone, el grado de protagonismo de Massa a lo largo de una campaña que entre las primarias, las generales y el eventual balotaje podría ser larga.

La primera hipótesis es que Massa elija un compañero de fórmula y compita con el binomio Fernández-Fernández en las PASO presidenciales mientras  que en el resto de las categorías se acuerde una lista única incorporando candidatos massistas. La segunda posibilidad es que Massa presente candidatos propios en todas las categorías en una primaria total –para lo cual, el tigrense aduce contar con el apoyo explícito o por lo bajo de varios gobernadores en funciones o con chances de serlo–. La tercera alternativa es que Massa no compita y que se sume él mismo a la boleta del frente opositor desde un puesto bien visible: podría ser la primera candidatura a diputado nacional por la PBA. La cuarta, simplemente, es que Massa no sea candidato ni presente lista propia pero que Fernández y CFK le respeten espacios proporcionales a su representación territorial: las intendencias que ya gobierna más los legisladores nacionales y provinciales que deben renovar.

En el massismo, por ahora, consideran más factible una competencia en las PASO acotada al rubro presidencial. Desde el entorno de Fernández informan lo mismo. Otras versiones plantean que en la negociación con Massa se barajan puestos clave en un futuro gobierno, entre ellos la presidencia del directorio de YPF, cargo estratégico para la política energética y el desarrollo del yacimiento de Vaca Muerta. La negociación, en cualquier caso, se completará en dos etapas. El miércoles se sabrá si el massismo se incorpora oficialmente a la coalición. Diez días más tarde, el sábado 22 de junio, se conocerán las candidaturas. Tiempo de sobra para confirmar o rever lo acordado. «