Que durante el último año se haya producido un corrimiento relativo de la «distribución percibida del poder» desde la centralidad de un Gobierno Nacional hacia «los medios de comunicación» puede ilustrar una conciencia crítica sobre aquel irresuelto #7D como épica kirchnerista para cambiar el mapa de medios desde el pantanoso juego político institucional de los poderes de la República. Luego operó la alianza devenida en Gobierno, como coordinación (no conducción) de intereses corporativos varios, el desdén y desarticulación del sistema de medios públicos, la operación de ahogo económico de medios no aliados y sin fines de lucro, y el bloqueo mediático que todos conocemos. Las empresas telefónicas son financieras, lo cual sumado a nuestra inmersión diaria en la cotidianeidad de los GAFAN (Google, Amazon, Facebook, Apple, Netflix) conlleva un flujo económico en material de publicidad, abonos y consumos culturales globales que desnacionalizan y ponen en crisis el sistema audiovisual argentino que conocimos hasta ahora. Eso también se percibe. 

Dando por asumida la financierización de la economía y la política, me permito señalar la revalorización de «acumulación de percepción de poder» en los sindicatos –incididos cada vez más por las organizaciones populares–, y la existencia de dirigencia y organización que a fuerza de luchas consecuentes, está ganado visibilidad y confianza a contrapelo de los detentores de los resortes políticos y mediáticos. Multiplicar esa capacidad de incidencia desde nuestras adhesiones prácticas a movilizaciones y generación de agendas no mediatizadas, también a iniciativas de economía popular y asociativa, podría llevar a que dentro de un año, varíen mínimamente los porcentajes de «concentración percibida del poder». «