Luciano Taccone y Romina Biagioli pasaron el último tramo de la preparación para los Juegos Panamericanos a 4610 kilómetros de distancia de Lima. Tres semanas antes de la competencia, la pareja de triatlonistas de la Selección se aisló en San Luis de Potosí, centronorte de México. Querían desenchufarse. Buscaban sacarse de la cabeza la regla del sistema de becas que inquietó a los deportistas durante el trayecto a la capital peruana: sólo habría apoyo económico del Estado para quienes se subieran al podio. Quince días antes de la inauguración, la Agencia de Deporte se comprometió a frenar la medida. En tono electoral, patearon la nueva implementación para adelante y nadie perderá la ayuda –afirman– hasta diciembre. Aunque el efecto sobre los atletas, la presión de ganar para conseguir un sustento, ya se había propagado. «Optamos por olvidarnos del tema, no hablarlo. Estar intranquilo antes de un objetivo tan importante a veces te juega una mala pasada», dice Taccone sobre los días antes de Lima. Su caso resultó histórico: se llevó el bronce después de 16 años sin medallas para la delegación nacional en triatlón.

La presión suele ser una carga con la que se convive en el alto rendimiento. Es parte de la cotidianidad de los deportistas en Lima y en el resto de las competencias. Aunque una cuestión es la autoexigencia y otra diferente una imposición ajena, como el sistema de meritocracia al límite que dispuso el Enard para definir las becas. «Sabía que no ganar la medalla podía traer problemas más adelante. Intenté no pensarlo, lo sacaba de la cabeza. Pero en el inconsciente lo sentí», cuenta Julián Azaad que, junto a Nicolás Capogrosso, también sumó un bronce para la Argentina en beach vóley. La dupla estuvo cerca de pelear por el oro, pero cayó con México en semifinales y venció a Canadá para subirse al podio. «En mi caso la mayor presión era el deseo personal de conseguir una medalla y en eso la metodóloga del Enard nos acompañó un montón», agrega Azaad, que tiene la beca como un ingreso esencial del presupuesto que le permite vivir y entrenarse en Rosario.

Para otros atletas, el apoyo incluso es el sostén de su economía. «Hay muchos atletas a los que se les apaga el cuerpo e intentan vender resultados que no son reales para mantener el beneficio. ¿El Estado tiene que sostener a un atleta que ya no es?»”, interpela Daniela Echeverry, periodista y productora de TyC Sports que está cubriendo el evento en Lima. No es el caso de Federico Molinari, que se dio el gusto de colgarse un bronce en su último Juego Panamericano. Desde la comisión de atletas que integra, el gimnasta confía en que el nuevo sistema será elaborado en conjunto con los deportistas, tal como les dijeron. Les prometieron que se dará a conocer tres meses antes de la implementación. «No va a ser el mismo que está frenado. Están empezando a trabajar un sistema conjunto y homogéneo entre el Enard y la Agencia», señala, y dice que tienen buena llegada con Diógenes de Urquiza Anchorena. «Hay un compromiso de destinar cerca de 3000 millones de pesos para el deporte. Un ministerio sería lo máximo, aunque con ese presupuesto da igual si se llama agencia», opina. Gerardo Werthein, titular del Comité Olímpico Argentino (COA), mencionó la misma cifra en una entrevista a La Nación en medio de la competencia en Lima.

El deporte no escapó al ajuste llevado adelante en otras áreas. La disposición de dar becas sólo a los podios olímpicos, mundiales o panamericanos fue una vía más del recorte. Para postular a Buenos Aires como sede de los Odesur 2022 no hay dudas. El negocio de organizar el evento podría costar unos 550 millones de dólares, estima Ernesto Rodríguez III, periodista especializado en olimpismo.

Cuando el domingo que viene se apague la antorcha en Lima, se sabrá qué porcentaje de los 778 representantes nacionales podrá mostrar una medalla. Ese grupo tendrá la beca asegurada. Para el resto dependerá del sistema a resolverse en la mesa de trabajo que convocó el Enard para consensuar los cambios en el sistema de otorgamiento a partir de enero. «La idea es que no sea premio y castigo, pero a la vez tengas un incentivo real. A cada peruano que gana una medalla, por ejemplo, le dan un departamento y eso te puede cambiar la vida», razona Molinari.

Los resultados históricamente fueron uno de los parámetros de medición. Acaso la clave es hasta dónde sube la vara e incluso qué precauciones se toman para evitar decisiones discrecionales. «A veces el Enard debe regirse por la producción. Es difícil la regulación del deporte y tiene sentido que se mida el resultado, aunque sea estricto», opina Azaad. «Si nos dicen ‘tenés este apoyo por determinado tiempo’, se trabaja más tranquilo y no te condiciona con resultados», evalúa Taccone. Se pueden tomar otras variables que excedan al triunfo y establecer un mecanismo menos traumático para los deportistas. El tránsito a Lima 2019 fue una muestra de un sufrimiento y un estrés innecesarios. El nuevo sistema definirá nada menos que el reglamento para el año de los Juegos Olímpicos de Tokio.