Tal como se esperaba, en el Congreso de su partido Angela Merkel fue reelecta con contundencia. Obtuvo el 89,5% de los votos y seguirá siendo –como lo es desde el 2000– la jefa de la Unión Cristiana Demócrata (CDU). Junto con sus primos de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), gobiernan Alemania desde 2005. El año que viene habrá elecciones y Merkel ya anunció que irá por su cuarto mandato. No será sencillo: la amenaza es la derecha de la Alternativa para Alemania (AfD), que con un 15% de intención de voto tiene prácticamente garantizado el ingreso al Parlamento. Merkel, que sabe esto, torció su discurso hacia la derecha y exigió: “Me tienen que ayudar”.

En solitario, desde un atril, Merkel habló ante los suyos. Detrás colgaba un cartel con una sola frase, dividida por un punto: “Nuestros valores. Nuestro futuro”. Merkel es el centro de la política alemana. Detrás suyo encolumnó al otro gran partido alemán, a la vieja socialdemocracia (SPD), por dos períodos y no hay líder dentro del statu quo que pueda ensombrecerla. Entre 2005 y 2009, y desde 2013 hasta hoy, cogobiernan el país en una alianza que se conoce como la Gran Coalición. Así, la centroizquierda y la centroderecha marchan unidas, casi idénticas.

Por esto la amenaza para Merkel no radica tanto en que la socialdemocracia –técnicamente– pueda arrebatarle la conducción del país. Un escenario posible, pero, por ahora, improbable. Ubicada en la segunda posición según las encuestas, el SPD fantasea con una eventual alianza con los Verdes y con La Izquierda (Die Linke) que pudiera darle los votos necesarios en el Parlamento para que uno suyo alcance la cancillería.

La amenaza está afuera y acá la llaman populismo. Una categoría compleja, difusa, vaga. Por eso, para especificar, dicen que en este caso es de derecha. “Populismo de derecha” en Gran Bretaña, en Holanda, en Italia, en Austria, en Hungría, en todos lados. Y Merkel va por un cuarto mandato para, justamente, luchar contra el populismo.

La CDU sabe que para expandirse necesita aceitar su conservadurismo, ahí es donde viven la AFD y varios otros grupos mucho más radicales. Por eso en el Congreso partidario de esta semana en Essen, los delegados debatieron en torno a más de una docena de iniciativas que tienen por fin endurecer las leyes migratorias y de asilo. Merkel prometió que no habrá suba de impuestos. Pero también habló de prohibir la burka en los espacios públicos y aseguró que no todos los refugiados que llegaron en los últimos años –producto de su propia decisión de apertura– podrán quedarse.

No hay todavía fecha exacta, pero lo habitual es que las elecciones se realicen entre agosto y octubre. Se elegirán 630 parlamentarios que a su vez iniciarán los diálogos para elegir a un nuevo gobierno. Ese será el momento de las alianzas y la rosca. Para eso falta. Hoy, ahora, es la etapa de definirse para diferenciarse, de buscar un programa propio, atractivo, seductor. Que no todo sea igual, porque si no, saben, los devoran los de afuera. «