El año de la pandemia fue muy duro. Creció mucho la violencia de género porque en estos territorios rurales donde estamos bastante aisladas, el ASPO fortaleció la violencia. Tuvimos el femicidio de Lucía Correa, una joven quintera de 20 años asesinada en manos de su pareja. Fue triste y desgarrador, nos dio bronca cómo no se estaba teniendo en cuenta la situación de las mujeres rurales ante la cuarentena, con mucho trabajo y en condiciones de pobreza, sin acceso a la tierra. Somos esenciales para producir alimentos pero no para que el Estado piense dispositivos para erradicar la violencia en el territorio rural.

Queremos visibilizar el rol de las mujeres productoras de alimentos. Cuando se habla del campo o se junta el gobierno con los sectores del campo, son hombres que representan un modelo de producción de alimentos en base a la mercantilización de todo. Sin embargo, somos nosotras quienes damos soluciones, proponemos alternativas y producimos alimento promoviendo la transición hacia la agroecología, el cuidado del territorio y del medioambiente. Y somos mujeres que cuando donamos verduras, también hay mujeres del otro lado cocinando esas verduras que producimos y entregando el alimento. Entonces somos nosotras las que estamos poniéndole el cuerpo a esta crisis alimentaria que nos trajo esta pandemia. Sin embargo cuando se sientan a negociar cómo resolver la inflación y el aumento de los alimentos siempre estamos excluidas.

Las medidas urgentes tienen que ver con la ley de acceso a la tierra, con prioridad hacia las mujeres y con el reconocimiento de las promotoras rurales de género. Mientras producimos alimentos vivimos violencias.   «