La tensión se exacerbó la semana pasada en la frontera entre México y Estados Unidos, donde la caravana migrante que viajó desde Honduras con la determinación de alcanzar el territorio estadounidense realizó una beligerante manifestación, mientras fuerzas armadas estadounidenses desplegaban un operativo intimidatorio en Tijuana y Donald Trump instaba a los demócratas y los republicanos a unirse para aprobar fondos para el muro fronterizo. El jueves, el mandatario ya había amenazado con cerrar la totalidad de la frontera ante la llegada de la caravana de inmigrantes. «Si se llega a un nivel en el que perdemos el control o personas pueden resultar heridas, cerraremos el ingreso al país por un período de tiempo», dijo Trump. «Me refiero a toda la frontera», subrayó el mandatario, quien calificó a los migrantes de «criminales» y dispuso el envío de hasta 9000 soldados al área fronteriza.

Una línea de vanguardia, formada por decenas de policías con cascos y armas largas, miraba el viernes hacia territorio mexicano al tiempo que un batallón de policías antimotines ensayaba su despliegue con gritos y ademanes frente a la ondeante bandera estadounidense en actitud amenazante. En simultáneo, un grupo de soldados con uniformes color arena -a tono con el suelo desértico de la zona- detonó cohetes que desprendieron un picante gas blanco. Varios helicópteros sobrevolaban la frontera, que previamente había sido reforzada con barricadas metálicas y entramados de púas.

Desafiando a Trump y a los militares, cientos de los miles de centroamericanos que conforman la caravana se manifestaron casi al mismo tiempo que el despliegue de las fuerzas estadounidenses, en el cercano paso de El Chaparral. «¡Ábrenos las puertas, Trump! No venimos en son de guerra, sino de trabajar», gritaba Alberto Ruiz, un hondureño de 22 años de amplio bigote, que junto con sus compañeros pedía ingresar a Estados Unidos sin papeleo de por medio.

Hastiados tras una noche de lluvia que empapó sus colchonetas instaladas a la intemperie, los centroamericanos de la caravana, en su mayoría familias hondureñas con niños, buscan salir del cada vez más incómodo albergue que ocupan hace varios días en un desfavorecido barrio de Tijuana.

Tras un maratónico viaje de más de un mes desde San Pedro Sula, los migrantes hacinados en este albergue ya suman 4.730, pero en todo el estado de Baja California se han concentrado más de 6.000, según cifras oficiales.

«¡Vámonos de una a la frontera! Ahí podemos presionar a Trump. En el albergue solo estamos perdiendo el tiempo y las fuerzas», gritaba desde un megáfono Carlos Rodríguez, un hondureño de la caravana.

«Esto no es demostración de fuerza sino de estupidez», dijo Jennifer Huerta, una mexicano-estadounidense residente en San Diego que quedó atrapada en el cuello de botella vehicular que se formó en San Ysidro durante el ejercicio estadounidense. «¿Van a matar a todos estos niños centroamericanos con sus padres? ¿Really? (¿Es en serio?) ¡Por favor!», añadió mientras subía la intensidad de su aire acondicionado.

El martes, un juez federal de Estados Unidos suspendió un decreto de Trump que establecía que solo podían pedir refugio quienes entraran por puestos de control oficiales, y no los que cruzaran de manera clandestina. «Los jueces no deberían legislar sobre Seguridad en la frontera (…) No saben nada al respecto y están haciendo que nuestro país sea inseguro», escribió Trump en Twitter.

Trump dijo que es «hora de actuar» tras «cuarenta años de charla», en clara referencia a los demócratas en el Congreso, que recuperarán la mayoría en la Cámara Baja a partir de enero próximo. El Partido Demócrata se muestra reacio a financiar el muro fronterizo entre Estados Unidos y México.

«Los republicanos y los demócratas deben unirse, finalmente, con un importante paquete de seguridad fronteriza, que incluirá fondos para el muro», manifestó el mandatario.

Trump ha enfatizado en los últimos días en la necesidad de aprobar el presupuesto de 5000 millones de dólares para la construcción del muro a propósito de la caravana de migrantes centroamericanos que pretende cruzar la frontera, en la que dijo que hay «delincuentes tremendamente peligrosos». «