Arrancamos el año con la indignacionitis intacta.

Unos están enfadados por el nuevo cargo que Mauricio Macri amarró en la FIFA. Qué suerte. Otros, por la declaración patrimonial en la que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, la que nunca iba a volver y volvió, reportó una magra riqueza. Qué mala suerte.

Lo importante es enojarse. Ya sea porque el Papa manda rosarios a criminales de lesa humanidad o porque Poliarquía revela que Alberto Fernández tiene un 67% de aprobación. Sus odiadores no lo pueden creer. Si a casi dos meses de haber asumido su gobierno es un desastre. Ya lo era desde el día uno, obvio. 

La irritación sacude hasta a los que están en la misma vereda. Los pleitos internos están a flor de piel, como el de la ministra de Seguridad Sabina Frederic con el ministro de Seguridad de la Provincia. Pero si ya saben cómo es Sergio Berni, ¿para qué lo invitan? O veamos a los peronistas enojados con los peronistas por la disyuntiva de si hay presos políticos o políticos presos, que no es lo mismo. El presidente cree lo segundo y colma la paciencia y derrumba las esperanzas de quienes esperaban liberaciones en masa sin importar el tipo de delitos, pruebas y hasta condenas.

Quizá pronto les pase algo similar a los macristas. Con su conocida parcialidad y capacidad para acomodarse al poder de turno y hacer leña del árbol caído, el Poder Judicial recibe denuncias y avanza en investigaciones como la del exfuncionario que dejó 10 mil dólares en su oficina. Pobre. Capaz con la emoción del regreso de un gobierno peronista olvidó la plata. Le puede pasar a cualquiera, ¿no? Y ni hablar del millonario crédito que el Banco Nación le otorgó a la empresa Vicentin, que luego, oh, casualidad, resultó ser la principal aportante privada de la fracasada campaña de Mauricio Macri.

Pero no todos los ex la están pasando mal. La exministra de Seguridad disfruta su vuelta a la oposición, convoca a apedrear el Congreso y critica toda medida del gobierno. Se le olvida que formó parte de uno que dejó al país con pobreza, inflación, deuda y recesión récords. Detalles. Y ni hablar de la exgobernadora que, gracias a su publicitado romance, los medios erigieron como presidenciable 2023. Cosas raras de la política, en donde noviazgos, aventuras, bodas y embarazos pueden ser vitales para atraer votos. 

El club de los indignados permanentes sigue en lucha por causas fundamentales para la humanidad. Por ejemplo, su firme resistencia a llamar presidente y no presidenta a la vicepresidenta. Esas son convicciones, hay que resistir, no como Durán Barba, el exasesor estrella macrista que en la campaña advirtió que si el peronismo ganaba las elecciones cambiaría la Constitución, armaría a barrabravas y se apoyaría en motochorros y narcotraficantes para matar a opositores, y que ahora se hace el inocente, el que nunca ofendió a nadie, y dice que Macri ya fue y que Cristina Fernández de Kirchner es la mujer más brillante de la política argentina.

En el medio de tantos dimes y diretes y chanchos voladores que no eran chanchos, el gran pueblo argentino tiene el problemón de la deuda, un muerto por día en Rosario y niños que mueren de hambre en Salta. Y el año recién empieza.

Tanta revoltura me hace recordar al filósofo Melconian y su ya histórica advertencia: «Ojo, que todo se puede ir a la mierda». Ah, no. Ahora es mejor citar al expresidente que, según confesó en plan de profunda autocrítica, les advirtió una y otra vez a sus colaboradores: «Cuidado que los mercados no te dan más plata y nos vamos a la mierda». ¿Quedará muy lejos?

Seguimos. «