Cuando el neoliberalismo domina el escenario internacional entre las consecuencias más trágicas se destacan las migraciones forzadas.

Las masas de personas víctimas de las guerras, de las persecuciones, la violencia y sobre todo de las hambrunas que generan esas políticas económicas se ven obligadas a trasladarse desde sus lugares de origen a otros con mayores posibilidades de bienestar. Tal es el caso de Siria que desde el comienzo de la guerra civil en 2011 ya suma 7,5 millones de desplazados internos y 3 millones en el exilio como refugiados en situaciones de pobreza extrema. Estas son subestimaciones que en la medida que se prolonga el conflicto van creciendo día a día.

La ONU, a través de la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados ACNUR, acaba de anunciar que 65,3 millones de personas fueron desplazadas de manera forzada en 2015, señalando que es la primera vez en la historia que se supera el umbral de los 60 millones, casi 4 millones más que en 2014 y 12 millones más que en 2013. A esta cifra se deben sumar 20 millones por catástrofes ambientales atribuidas no a un fatalismo divino sino aun determinismo de la naturaleza que tiene su explicación en la explotación de recursos naturales desmedida y poco regulado de los recursos naturales que impulsa, como lo hizo el capitalismo del siglo XIX, el neoliberalismo a escala global.

Estos informes sobre refugiados, completos en detalles de cifras y estadísticas, no terminan de explicar a fondo los verdaderos motivos de los desplazamientos y pareciera que las guerras y el hambre son flagelos que se producen solo por casualidad.

El capitalismo entró en otra de sus peores crisis y los economistas que sustentan y responden al achicamiento del Estado, la liberalización y desregulación del comercio internacional, a la felxibilización del mercado laboral, y a la libre circulación de flujos financieros apoyados por la maquinaria ideológica de los medios hegemónicos de comunicación, se convirtieron ciertamente en los nuevos criminales de lesa humanidad. Esta certeza se puede ver claramente en la destrucción del medio ambiente, la desocupación, la ruptura y la precariedad en las redes de contención social, en la mala distribución de la riqueza que produce hambre y enfermedades y,obviamente, en su resultado directo: las migraciones.

Los comportamientos especulativosde los sectores concentrados de la economía mundial ponen a toda la humanidad frente a un abismo incierto ya que la producción capitalista al extremo explota y socava al mismo tiempo, como dice Marx, los manantiales de su riqueza “la tierra y el trabajador”.

Las políticas extractivistas, las guerras, la escasez de agua potable, son algunos acontecimientos que tienen su correlato lógico en la expulsión lisa y llana de conglomerados humanos en busca de mejores condiciones de vida.

Los responsables directos de estas calamidades son el poder financiero y sus buitres que tienen nombres propios; las transnacionales, los diferentes Tratados de Libre Comercio que favorecen a los países centrales y los medios de comunicación entre otros. También cuentan con ciertos sectores políticos que aplican leyes y programas que deciden ajustes estructuralesque solo se pueden sostener con represión. Por otra parte, encontramos académicos, periodistas e intelectuales que convalidan esas acciones con teorías espurias dándoles sustento ideológico.

Todos ellos son los genocidas silenciosos de millones de ciudadanos.

La Organización Internacional para las Migraciones OIM informó que hasta el 20 de julio de 2016, unos 242.179 migrantes y refugiados han entrado en Europa por vía marítima y han desembarcado sobre todo en Italia, Grecia y Chipre.En lo que va del año, las muertes suman 2.977, en comparación con las 1.906 muertes registradas hasta el 30 de julio del año pasado.

El informe continua diciendo que en estas cifras no están incluidos los miles de migrantes y refugiados rescatados en el Mediterráneo en las últimas 48 horas, ni las casi dos decenas de cadáveres recuperados de personas que fallecieron cuando presuntamente se dirigían a los puertos italianos el viernes por la mañana (22 de julio).

Esto está sucediendo hoy en una sola parte del planeta y quienes reciben a esos migrantes son los países de Europa que en peores condiciones económicas se encuentran, mientras que en Alemania y Francia se discute la restricción o el cierre de las fronteras.

El 30 de marzo pasado el Secretario General de las ONU Ban Ki-moon, exhortó a los participantes de la reunión de Alto Nivel sobre la Responsabilidad Mundial Compartida de los Refugiados Sirios que “Cuando se aborda apropiadamente, aceptar refugiados es un beneficio para todos (…) Los intentos de demonizarlos no solo son ofensivos, son objetivamente incorrectos (…) Pido a todos los líderes mundiales que contrarresten el estado de miedo con la calma, y que combatan la información inexacta con la verdad”.

En este contexto,el gobierno argentinoanunció que recibirá más de 3000 refugiados sirios. Lo que las autoridades nacionales todavía no explicaron es¿cuáles serán las condiciones generales de albergue para estas personas que vienen con traumas de guerra? ¿Qué apoyo psicológico se les dará para desarrollar la capacidad de resiliencia que se ve obstaculizada por la barrera idiomática? ¿Qué posibilidades concretas de trabajo se les dará en un país que no recibe inversiones para la creación de industrias? Sobre todo cuando es sabido que a diario decenas de PYMES bajan sus persianas y que el sector agrícola-ganadero tampoco aporta, como en el siglo pasado, trabajo sino que por su alto grado de tecnologización solo contribuye con flujos financieros a la economía nacional ¿Qué posibilidades de vida digna le ofrece el actual gobierno a estos desposeídos de toda posibilidad de desarrollo en un país que transfiere recursos de los sectores medios y bajos a los más concentrados de la economía?

El anuncio de asilo sería alentador para cualquier migrante que escapa de una guerra o del hambre, pero las condiciones de desarrollo que hoy puede ofrecer el gobierno de Macri sin dudas llevarán a estos sirios de buena voluntad, como a muchos argentinos, a mendigar en el patíbulo del neoliberalismo.