El 30 de agosto se cumplen 70 años de la aparición de El señor presidente, del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Condenado al exilio por las sucesivas dictaduras de su país, vivió mucho tiempo en Argentina y –un dato que no es muy difundido– terminó aquí la mayor parte de su obra. Fue también una editorial argentina, Losada, quien tuvo a cargo la edición consagratoria de la primera novela de Asturias. La pequeña editorial Costa-Amic había hecho antes una pequeña edición costeada por la madre del autor sin que él lo supiera; tuvo gran repercusión en un reducido grupo de intelectuales, pero no llegó a círculos más amplios.

El hijo menor del escritor guatemalteco se llama como su padre, Miguel Ángel Asturias, y está radicado en Buenos Aires, ciudad a la que llegó a los 18 años para acompañarlo en su exilio y donde se recibió de ingeniero e hizo su vida. A pesar de haber vivido más en la Argentina que en Guatemala, conserva el tono de su lugar natal y, aunque no se dedica a la literatura, es un excelente narrador oral que fascina con sus historias. Generosamente le abrió las puertas de su casa a Tiempo Argentino para hablar de su padre, en quien parece cumplirse la sentencia de que nadie es profeta en su tierra. A pesar de ser uno de los seis Premios Nobel de Literatura de América Latina, por razones políticas su país no le ha dado el reconocimiento que merece.

–El señor presidente fue el libro consagratorio de su padre, ¿no es así?
–Exactamente. Por supuesto, tengo esa primera edición, pero también tengo una cantidad importante de traducciones a diversos idiomas: por supuesto al inglés y francés, pero también al ruso, árabe, chino, alemán, vietnamita, rumano, esloveno, catalán.

–¿Cómo gestó su padre esa novela?
–En Guatemala hubo muchas dictaduras. La de Manuel Estrada Cabrera duró 22 años. Eran dictaduras muy duras en que los opositores eran asesinados. Mi abuelo, el padre de mi padre, era miembro de la Corte Suprema de Justicia en la época de Estrada Cabrera y liberó a unos estudiantes presos. El dictador le quitó el título de abogado y mi abuelo se quedó sin poder trabajar. Mi padre en ese momento era chico, pero eso lo marcó mucho porque la familia tuvo que irse al interior de Guatemala para poder vivir y a partir de ese momento mi abuela se hizo cargo de la casa. En el año ’23, a los 23 años, se recibe de abogado. Había sido un alumno muy comprometido contra la dictadura. Ya había comenzado a escribir algunos poemas y se había conectado con el mundo literario de Guatemala y de México. Su familia decide entonces que se vaya del país para no correr la misma suerte que su padre. Viaja a Europa y se lleva con él un cuento que había escrito que se llamaba Los mendigos políticos. En París se reunía en los cafés con sus amigos latinoamericanos. Cada uno contaba las historias macabras ocurridas en sus países donde había dictaduras. De esa forma su cuento se transformó en el primer capítulo de una novela que contaba otras historias. Por eso decía que más que una novela escrita, El señor presidente era una novela hablada. Cuando en 1933 vuelve a Guatemala ya lleva los originales de la novela. Pero había otra dictadura que fue la de Jorge Ubico y no pudo publicarla.Recién puede hacerlo en 1946 luego del triunfo de la Revolución Guatemalteca del año ’44. Arévalo lo nombra agregado cultural en la Embajada de México y él viaja con el original de su novela. Intenta publicarlo en el Fondo de Cultura Económica, pero le dicen que el texto no se adapta a los lineamientos de la editorial. Entonces decide publicarla en una editorial muy chica, Costa-Amic. Más allá del medio intelectual esa edición no tuvo mucha difusión. Es una novela muy dura en la que aparece también una historia de amor. Como dijo Gabriela Mistral, era la primera vez que alguien se animaba a escribir contra los dictadores sin ubicarlos en ningún país y sin decir su nombre.

–De alguna manera, crea el género de la novela del dictador.
–No sé si lo crea, pero sí es un hito de este tipo de novela. En ella confluyen el realismo europeo y el realismo mágico de América Latina. Yo diferencio el fenómeno del boom del realismo mágico. En esto último mi padre ha sido un precursor y por eso le dan el Premio Nobel. Sin embargo, nunca se lo nombra cuando se habla de ese tema. Parece que el realismo mágico nació con García Márquez. El boom está más relacionado con las editoriales que venden lo que escriben latinoamericanos. El realismo mágico, en cambio, es una forma de escritura que mi padre padre anticipó aunque se lo calle por razones políticas. Fue un hombre tan comprometido que no es casual que la CIA lo haya perseguido hasta su muerte. Incluso en la Argentina lo llevan preso cerca de la caída de Frondizi acusándolo de haber escrito El señor presidente y de estar a favor de Cuba. Era el momento del Plan Conintes.Entonces se va del país porque ya no se siente seguro.

–¿Cómo llega a publicar la novela en Losada?
–Cuando es nombrado agregado cultural en la Embajada Argentina en 1948, en reuniones que se hacían en la casa de Oliverio Girondo y Norah Lange conoce al editor Gonzalo Losada y le lleva los originales de El señor presidente. A partir de la edición de Losada en el ’48, la obra comienza a ser conocida en todo el mundo.

–¿Qué lugar ocupa en Guatemala la obra de su padre?
–En su país natal es donde menos se lo lee y se lo quiere. Guatemala está muy cerca de los Estados Unidos y hay unas 12 o 15 familias que dominan el país. Para ellas, que mi padre recibiera el Premio Lenin de la Paz indicaba que era comunista y, por lo tanto, no podía ser estudiado. Esto estamos tratando de cambiarlo.

–¿De qué manera?
–Hemos creado con mi sobrino Sandino la Fundación Miguel Ángel Asturias en Guatemala. El año que viene se cumplen los 50 años del Nobel. Se dio la casualidad de que el día que fue elegido Premio Nobel, un 19 de octubre, es el día de su cumpleaños. Por eso queremos a partir del próximo 19 de octubre hacer un año dedicado a Miguel Ángel Asturias. A ningún chileno se le puede hablar mal de Pablo Neruda. Borges fue un escritor de derecha que no quería ni cruzarse con mi padre. Una vez hizo la barbaridad de no tomar un ascensor porque mi padre estaba allí y, según dijo, él no podía compartir un ascensor con un comunista. Pero los argentinos reconocen a Borges como un gran escritor porque lo es, quizá más europeo que latinoamericano, pero ese es otro tema. A ningún gobierno se le ocurriría cuestionarlo. Los guatemaltecos, en cambio, hablan mal de mi padre. ¿Cómo puede ser que la única casa en que vivió en su país esté casi destruida por el último terremoto y a nadie se le ocurra reconstruirla? Está declarada monumento nacional, pero nadie se ocupa de ella y yo no tengo un capital como para reconstruirla y hacer allí un museo.Mi padre lleva 40 años muerto, no puede ser que siga siendo el escritor prohibido de Guatemala.

–¿Era una persona metódica para escribir?
–Se levantaba a las 4 o 5 de la mañana para hacerlo. Decía que la creación no es improvisación y nos enseñó a tener disciplina, aunque tenía un alto grado de alcoholismo. Tuvo que hacer un tratamiento. Sus amigos cuentan que iba a un bar, se tomaba una botella de whisky y luego iba a otro lugar a tomarse otra y así varias veces. Pero nunca escribió borracho.

–¿Cómo era vivir con él?
–Era vivir en su mundo. De repente nos decía que estaba triste porque tenía que matar a un personaje y se había encariñado con él. Como hijo es difícil vivir con una persona que está tan metida en su creación. Por eso estoy feliz de haber elegido una carrera que no tiene nada que ver con él. De otro modo hubiera sido siempre el hijo de Miguel Ángel Asturias. De hecho, lo soy, pero pude desarrollar mi personalidad. «

Gaspar Ilóm, de la novela a la realidad

Gaspar Ilóm protagoniza la primera historia de Hombres de maíz. Su historia se centra en la lucha entre el pueblo maya y el ladino.El hijo mayor del escritor Miguel Ángel Asturias, Rodrigo, adoptó el nombre del personaje creado por su padre cuando decidió ser comandante guerrillero.

«Mi hermano –cuenta Miguel Ángel Asturias (h)– pasó 30 años en la montaña. Fue el fundador y comandante de una guerrilla que se llamó Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (Orpa). Cuando se unieron las cuatro guerrillas que había en Guatemala se formó la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Ellos firmaron la paz en Guatemala, pero no hubo ningún resultado positivo. Luego mi hermano fundó un partido político y se postuló a presidente. La guerrilla comandada por mi hermano fue la única que tuvo en su base gente indígena. Los que integraban las otras guerrillas eran ladinos, que es como llamamos en Guatemala a quienes son mezcla de español e indígena. Mi padre era ladino. Su madre era de origen indígena. El gran problema de mi país que aún sigue existiendo es el problema entre el indígena y el ladino que ya mi padre planteó en su tesis del año ’23 sobre el problema social del indio. El indígena no quiere al ladino y el ladino no quiere al indígena. El tema es que el 50 por ciento de la población es indígena y el otro 50 es ladino, que son los que manejan el país, y entonces el indígena es explotado. Vive en la desnutrición, en la pobreza total, con mucha mortalidad infantil. Guatemala está llegando a índices parecidos a los de Haití».

Y agrega: «Entre mi padre y mi hermano se dio un conflicto generacional. Mi padre no estaba de acuerdo con la lucha armada, creía que no era una solución para resolver los problemas de Guatemala. Además, sufría mucho por mi hermano, del que yo viví separado durante 30 años. Por suerte, creo contribuí en algo a que cada uno entendiera al otro.»