«Nada es casual, que el 12 de octubre esté cumpliendo 1000 días de mi detención», dice Milagro Sala a Tiempo. El viernes, el mismo día en que se recordó el inicio de la colonización europea en América, la diputada del Parlasur cumplió dos años y nueve meses de detención ilegítima: 1000 días como presa política del gobernador jujeño Gerardo Morales y del presidente Mauricio Macri.

Los vive en permanente hostigamiento institucional y mediático. Y mientras está siendo juzgada por la causa Pibes Villeros que la tiene como acusada estelar por el supuesto desvío de 60 millones de pesos, y a pesar de que es el tercer proceso en su contra, la dirigente social no tiene ninguna condena firme. Para la líder de la Tupac Amaru hay, en la persecución en su contra y en la actualidad nacional, una trama que la une con el genocidio americano y los cinco siglos de conquista: «Se repite la historia: no nos invaden los europeos sino que los que hoy nos han invadido son los del Fondo Monetario Internacional, en Latinoamérica, en Argentina».


Para Milagro nada es casual. «Esto me hace acordar cuando hace más de 500 años vinieron los colonizadores, invadieron nuestras tierras, nos robaron, nos masacraron, nos robaron el oro y todo se lo llevaron para Europa». Pero explica que la conquista no fue sólo saqueo, sino que también robaron la cultura, la historia e intentaron someter a los pueblos originarios. «Quisieron que nuestros hermanos caciques agacharan la cabeza –dice-. Pero no pudieron.»

Una de las coordinadoras del Comité por la libertad de Milagro Sala, Estela Díaz, suele repetir que la dirigente está presa por negra, india, coya y mujer. Ella cree lo mismo. «Nos quieren hacer agachar la cabeza, y nos quieren venir a decir cómo tenemos que comer, cómo tenemos que vestirnos, nos vienen a quitar el trabajo, nos vienen a quitar las tierras a los pueblos originarios y nos vienen a hacer sufrir hambre, miseria y desocupación, desnutrición infantil, falta de educación, falta de salud, todo. Se vuelve a repetir la historia», insiste Milagro que ve en el FMI la nueva espada y cruz del colonizador de antaño.

«El único camino que nos queda es la lucha. La unidad del campo popular es la salida para que de una vez por todas se termine la masacre que están cometiendo con este país», advierte desde su casa cárcel. Y denuncia a los verdaderos ladrones: «Estos tipos (NdR: el gobierno) se están llevando toda la plata en conjunto con el Fondo Monetario».

Milagro suma este domingo 1002 días en prisión preventiva. Está encerrada en la casa de Dique La Ciénaga, en la localidad de El Carmen, donde el juez carcelero, Pablo Pullén Llermanos ordenó hacer una prisión sui generis: la rodeó de cámaras de seguridad, alambres de púa, gendarmes y estableció rígidas condiciones de visita.

Pero ésa no es su casa. Su domicilio, donde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Suprema de Justicia ordenaron que sea enviada en junio del año pasado, queda a 40 kilómetros, en el barrio de Cuyaya, en San Salvador, donde fue detenida el 16 de enero de 2016 en un operativo policial encabezado por el ministro de Seguridad provincial, Ekel Meyer.

En este tiempo –un total de 24.048 horas y seguimos contando– Milagro Sala sumó una sentencia en su contra de tres años de prisión en suspenso. Fue en diciembre de 2016 en la llamada «causa de los huevos», donde se la acusó de ser la autora intelectual de un escrache en 2009 contra Gerardo Morales, a pesar de que ni ella ni ningún miembro o identificación de su organización fuera vista en ese lugar. Bastó la palabra de un empleado del gobernador, el «Cochinillo» René Arellano para condenarla. En diciembre del año pasado fue absuelta en el juicio que se conoció como «la causa de las bombachas». Además fue sobreseída en dos expedientes y se le dictó una falta de mérito en otro.

Desde el 24 de julio pasado la dirigente social enfrenta el tercer proceso judicial en su contra. Se trata de la causa «Pibes Villeros», que comenzó con la difusión de un video de tupaqueros retirando dinero del Banco Nación en bolsos para pagar sueldos. Lo lleva adelante el Tribunal en lo Criminal Nº 3, integrado por María Alejandra Tolaba –designada para el puesto, pese a que sacó las peores notas en los dos concursos para ocupar el tribunal criminal–, Ana Carolina Pérez Rojas y Claudia Cecilia Sadir. El expediente tiene más de 200 páginas y con Milagro aparecen imputados su esposo Raúl Noro y la también presa política Graciela López, entre otros.

En lo que va del juicio el hostigamiento se profundizó: el juez carcelero suspendió la domiciliaria y la mandó a la cárcel federal de Güemes, en Salta, donde estuvo diez días en huelga de hambre. Volvió a la casa-cárcel, se descompensó y la internaron dos veces, y Tolaba le prohibió entrar al juicio porque el magistrado la llevó en pijama.

Pero todo eso no fue suficiente para Pullen Llermanos: también prohibió que el equipo médico encabezado por el exministro de Salud de la Nación, Daniel Gollán, se encargara de cuidar la salud de la dirigente social. El psiquiatra de ese grupo, Federico Kaski, de Soberanía Sanitaria, le advirtió a Tiempo que lo que hacen con la dirigente “es una forma de tortura”. Y no sólo por lo que hacen con ella, sino «por las injusticias por las que someten a las personas de su entorno».

En una entrevista por los  mil días, Milagro le dijo a la periodista Sabrina Roth que los momentos más duros fueron cuando se enfermaron su hijo y su marido y cuando no le permitían ver a sus 16 «hijos del corazón», que llegaron a su casa y que crió con el mismo amor que a los que parió.

Pero que también le duele lo que le hacen a su otra familia, la tupaquera. «Me da mucha bronca porque no puedo defender a los compañeros», le dijo Milagro a Tiempo. «No puedo estar en la calle defendiendo a mi Patria, no puedo defender a los que menos tienen, lo que sabía hacer antes. Esa es la indignación que tengo», explicó.

Pero no agacha la cabeza: «La única lucha que puede salvar a nuestro pueblo es estando en la calle y la unidad del campo popular».«


— [20181014 Milagro La Película pág 19 1 -] not exists. —

1000 días y una película

«No me van a quitar la alegría», dice Milagro y retornan los acordes de Peteco Carabajal con la voz infinitamente dulce de Anabella Zoch. Se encienden las luces de la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación y hay lágrimas por aquí y por allá. El «soy tupaquero…», empieza a resonar desde las últimas filas y el auditorio se enciende en un acto reivindicatorio. Se completa así más de una hora y media de un documental conmovedor, que apunta a las entrañas, con giros brutales como son los de ir de los tan bellos como solitarios paisajes jujeños a la cara en primer plano del presidente de la Nación.

Martín Adorno y Cynthia García dirigieron la filmación con un guión que ellos mismos pergeñaron junto con Jorge Gil. Justamente la realizadora calificó el trabajo como un «documental de trinchera» que fue realizado con la intención de dejar un registro histórico. Parafraseando a la protagonista aseguró que el «trabajo está hecho con enorme alegría».

El film se inicia con la García en persona, en su llegada a Jujuy para entrevistarse con una Milagro particularmente enérgica y hasta dicharachera que va de las apreciaciones de profundo contenido político y militante, por todo tipo de recuerdos de estos 1000 días, mientras en varias ocasiones la cámara muestra en primer plano, cómo con sus propias manos realiza un abundate relleno para empanadas que despierta el apetito de la emocionada audiencia.

Los testimonios históricos, de archivo, se complementan con los actuales. Carlos Herminio Blaquier Arrieta, Gerardo Morales, Mauricio Macri o Gabriela Michetti generan el lógico rechazo. Sólo transcurren en el documental para completar y entender fielmente la historia de la Tupac y de Milagro. Otras frases íntimas, muy sentidas, pintan de cuerpo entero a la líder social detenida. Como la de su abogado original, Luis Paz, quien antes de quebrarse en emoción,  destaca la «la dignidad que siempre tuvo en los momento más tremendos». O la confesión de la hija de Milagro, Clara: «Hace 1000 días que la paso sin saber si se despierta o no al otro día. Pero hay que aguantar…». Por supuesto que las hay más politizadas. Aunque definitivamente sobrevuele la afirmación de un distendido Eugenio Zaffaroni, quien califica a Milagro como «la venganza de una sociedad clasista».

La obra de la Tupac se ve en imágenes viejas, imponentes, definitorias, y  en actuales, dolorosas por el abandono. El contraste es colosal cuando Carlos Alfonso Ramírez muestra la foto que lo retrata hace unos años, en una de las piscinas construidas por la organización. Está en esa misma obra, ahora vacía, descascarada. Dice que hoy, ya muchacho, estudia y busca trabajo de pintor. Lo dice en voz baja, con un incontenible pudor.

El dolor que eso produce lo ameniza otra vez Zaffaroni, esta vez con una sonrisa, en su definición final sobre Milagro: «Su color de piel se va convirtiendo en bronce».